El escenario idílico que han vivido las empresas exportadoras españolas en los dos últimos ejercicios amenaza con desaparecer. Todas las compañías, pero especialmente las más grandes, se han aprovechado del efecto combinado de dos factores que han supuesto un bálsamo para su cuenta de resultados y sus exportaciones, especialmente visible en 2015 y 2016. El euro se ha mantenido muy depreciado frente al dólar entre esos dos ejercicios, en el entorno de los 1,1 dólares por euro, mientras que el barril de Brent, de referencia en Europa, se ha mantenido con oscilaciones en el entorno de los 50 dólares. Un euro depreciado abarata las exportaciones fuera de la zona euro y las hace más competitivas, lo que permite a las compañías subir precios y márgenes, mientras que el petróleo barato libera recursos que antes se destinaban a la compra de energía. España apenas produce el 0,8% de la energía que consume.

Ese contexto favorable cambió en 2017 y se ha agudizado en el inicio de este ejercicio. En ese período el euro acumula una apreciación del 19% y ya se cambia por 1,25 dólares, mientras que el petróleo ya ha superado los 70 dólares, impulsado por el acuerdo de los productores de la OPEP para no elevar la producción hasta finales de este ejercicio. ¿Qué impacto pueden tener ambos factores en las empresas exportadoras? Un primer efecto del encarecimiento del euro puede ser un repliegue de las empresas hacia la zona euro, donde el tipo de cambio no impacta en las ventas a otros países. Los últimos datos de la Secretaría de Estado de Comercio, correspondientes a noviembre, muestran como el 52,1% de las ventas de bienes al exterior se destinan a la zona euro, que no se ven afectadas por la apreciación del euro. Un buen ejemplo se produce en el sector de la automoción (el segundo más exportador de España, con un 17% del total). En 2017, Alemania, Francia e Italia ganaron cuota de mercado hasta sumar el 47% de las ventas de automóviles, según la patronal Anfac, mientras que los destinos fuera de la zona euro perdieron peso. Especialmente significativo es el retroceso experimentado por Reino Unido, que pierde un punto de cuota (del 14,3% al 13,3% del total), pese a que la libra se apreció con fuerza en la última mitad del año compensando la depreciación del primer semestre. La caída de ventas a Reino Unido, por lo tanto, obedece a una menor confianza y a un menor consumo de los hogares como consecuencia de la inestabilidad política derivada del brexit.

Un segundo efecto del encarecimiento del euro para las empresas españolas puede ser un estrechamiento de márgenes y una menor capacidad para competir. Juan Antonio Labat, director general de la Federación Empresarial de la Industria Química Española (Feique), precisa que el encarecimiento del euro se ha visto más que compensado por el fuerte crecimiento de la demanda internacional. “Esta ha crecido un 4,5% en 2017 y prevemos que seguirá haciéndolo a esas tasas en los próximos ejercicios”, subraya. El sector químico es el cuarto mayor exportador de España, con un 14,1% del total de ventas. En su opinión, el cierre de capacidad productiva en China y en Europa, unido a un contexto económico internacional más favorable, ha provocado un aumento de los pedidos y de los precios que ha diluido el impacto de un euro caro. Pese a que Francia, Alemania e Italia siguen siendo sus principales clientes, Labat considera que todos son mercados maduros, con posibilidades reducidas de crecimiento, y que los mayores incrementos en el futuro vendrán de Asia y América. Y para ello expone el alza de las exportaciones en lo que va de siglo. “En dieciséis años, las ventas a los grandes países del euro no han crecido más del 170%, mientras que las destinadas a EE UU lo hicieron un 350%, a Canadá un 367% y a China un 740%”.

1,3 millones de barriles
Uno de los efectos beneficiosos de la apreciación del euro para las compañías españolas es que abarata la factura energética. El crudo cotiza en dólares y el abaratamiento del billete verde provoca que las empresas tengan que destinar menos recursos para la adquisición de energía. Un dato que no es baladí en un país con una fuerte dependencia energética como España, que solo produce el 0,8% del petróleo que consume.

España importa 1,3 millones de barriles de petróleo al día, con lo que una oscilación al alza o a la baja del precio tiene un efecto directo sobre las empresas. El barril de Brent, de referencia en Europa, cotiza en la actualidad en el entorno de los 70 dólares. Si se mantuviera estable ese precio en los próximos doce meses, la factura por la compra de energía se elevaría a 33.250 millones de euros. Una cifra sensiblemente superior a la registrada en 2016, en la que el crudo llegó a cotizar por debajo de 28 dólares en enero. En ese ejercicio, el coste de la factura energética fue de 22.517 millones. Una diferencia cercana a los 11.000 millones de euros y que fue aprovechada por las empresas para elevar sus ventas y beneficios.

Traslado de viajeros a otros destinos más baratos

El turismo en España batió un nuevo récord en 2017, en el que llegaron 82 millones de viajeros extranjeros, con un crecimiento cercano a los dos dígitos y acumulando un alza de 15 millones en solo dos ejercicios. “Los dos grandes retos para este año serán el incremento del precio del petróleo, que podría llegar a los 80 dólares, y la fortaleza del euro respecto al dólar, la libra o las monedas asiáticas”, subraya Cayetano Soler, socio responsable de Turismo de PwC.

Un euro caro provoca que viajar a España sea más caro para los turistas extranjeros, lo que podría desplazar la demanda a otros destinos más asequibles y frenar el fuerte crecimiento de los últimos ejercicios. Un efecto que ya descontaba el lobby Exceltur y la patronal hotelera Cehat en sus últimos informes, aunque lo achacaban a la recuperación de la demanda en países competidores, como Turquía o Egipto, que se habían visto muy afectados por conflictos políticos y atentados terroristas.

Un efecto beneficioso de un euro apreciado es que abarata los viajes de los españoles al extranjero, lo que podría animar a muchas familias a viajar a destinos del área dólar. El gasto realizado por los españoles en sus viajes creció con fuerza desde 2014, en paralelo a la recuperación económica. En 2014 ascendió a 13.572 millones; un año después creció hasta 15.654 y en 2016 se disparó hasta los 17.438.

Fuente: El País