Berlín ha bendecido la posible unión de Deutsche Bank y Commerzbank para crear un abanderado nacional de las finanzas. La sabiduría popular sostiene que la sanción oficial del Gobierno hace que el matrimonio entre las dos entidades en apuros sea un hecho. Pero es precisamente ese tipo de lógica estatal la que impide que Europa desarrolle empresas más competitivas a nivel mundial.

El deseo del ministro de Finanzas, Olaf Scholz, de juntar los dos bancos privados más grandes de Alemania es el equivalente a un camarero que pide a dos borrachos que se apoyen el uno al otro mientras les sirven otra ronda. Pero como saben bien los reguladores que vigilan la negociación, dos bancos enfermos no necesariamente serán un gigante saludable. Una mejor opción sería que Alemania fomentara una batalla por Commerzbank, que es propiedad del Gobierno en un 15%.

Aunque al más pequeño de los dos bancos con sede en Fráncfort le está costando generar un rendimiento sobre fondos propios adecuado, ofrece numerosos encantos a un gran número de pares europeos, algunos mejor capitalizados y más eficaces. Entre ellos están ING, Unicredit, Santander y BNP Paribas. También Deutsche podría prosperar mejor en manos de un rival más robusto como UBS, que ya ha abordado los desafíos a su modelo reduciendo las operaciones de banca de inversión, que tenían un elevado peso en los balances.

Es cierto que el apoyo de la administración de Angela Merkel a la consolidación interna podría aportar una mayor cobertura política para las decisiones difíciles, como el posible despido de unos 30.000 trabajadores entre las dos empresas. Pero la banca alemana no necesita más capitalismo de Estado. Una fusión por decreto, como esta, establece el tono equivocado. También puede privar a los accionistas de Commerzbank de una oferta mejor.

Considérense algunas de las ventajas que la institución dirigida por Martin Zielke podría ofrecer a un nuevo dueño. Sus 1.000 sucursales y unos 500.000 millones en activos la convierten en la cuarta entidad financiera más grande de la mayor economía de la zona euro. Commerzbank tiene una sólida base entre las pymes que constituyen la columna vertebral de la industria alemana. Financia un tercio del comercio exterior alemán y presta servicios a 70.000 clientes corporativos.

Luego están los atractivos específicos para los diferentes compradores potenciales. Por ejemplo, ING, el mayor banco holandés, cuya incursión en gran medida online lo ha convertido en uno de los 10 principales actores de Alemania, con casi 150.000 millones en depósitos. Por tanto, un acuerdo ofrecería algunos ahorros de costes –si no en la cuantía de una venta a Deutsche– y situaría el combo en el segundo lugar entre los bancos del país.

Además, si ING trasladara su sede de Ámsterdam a Francfort, podría eludir las normas de retribución más restrictivas de la UE. La ley holandesa limita los bonus en las empresas de servicios financieros al 20% de la remuneración fija. En teoría, la redomiciliación permitiría al CEO, Ralph Hamers, y a sus ejecutivos obtener bonus de hasta el 200% de sus salarios, tal y como permite la legislación de la UE. La misma lógica se aplica a su rival holandés ABN Amro, cuyo valor de mercado, 9.800 millones, está a la par del de Commerzbank.

Además de Deutsche, Unicredit es la que más puede ganar con Commerzbank. El banco con sede en Milán ya es dueño del quinto mayor prestamista de Alemania, HypoVereinsbank, con unos 300.000 millones en activos. Si ambos pudieran encontrar 1.000 millones de ahorro anual, equivalentes a un 15% de los gastos de explotación de Commerzbank en 2018, podrían crear hasta 7.000 millones de valor actual neto. Esto deja un margen sustancial para que el banco italiano ofrezca una prima elevada a los accionistas de Commerzbank.

Y hay otro beneficio posible –aunque no cuantificable ahora mismo– en caso de que Unicredit decida mudar su oficina central: menores costes de financiación. Los bancos italianos sufren cuando la deuda soberana, que determina el coste de préstamo para todas las entidades italianas, es tratado como paria por los inversores en bonos. Italia paga unos 260 puntos básicos más que Alemania por dinero a 10 años para compensar el mayor riesgo de impago percibido.

El traslado de la sede central no permitiría inmediatamente a Unicredit pedir prestado en Alemania y prestar en Italia: los reguladores locales disuaden de trasladar capital y liquidez a través de las fronteras. Pero esas reglas podrían relajarse con el tiempo. Es un beneficio que Santander también podría considerar, aunque el coste de acceso a los mercados de crédito del Gobierno español es solo unos 100 puntos básicos mayor que el de Alemania.

Otro banco que podría considerar una compra es BNP Paribas, cuyo valor de mercado, 56.000 millones, es casi tres veces superior al de Deutsche. Y aunque el mayor prestamista de Francia cotiza a solo la mitad de su valor contable, es el doble del múltiplo de Commerzbank. Esto haría más atractiva una compra por su parte que por la de Deutsche, que cotiza en torno al 25% de su valor contable.

La institución parisina se promociona como “banco líder en la zona euro”. Sin embargo, sin una posición fuerte en la economía que representa un tercio de la economía del bloque, BNP no está a la altura de su propia facturación.

Ninguna de estas permutaciones está exenta de riesgo. Podría haber choques culturales, por ejemplo. Los ahorros prometidos podrían ser más difíciles de capitalizar a través de las fronteras. Después de todo, la situación actual de Deutsche debe mucho a su fallida campaña de dos décadas para competir con los bancos de inversión de Wall Street.

Pero los responsables políticos suelen hablar de la creación de abanderados paneuropeos capaces de competir con americanos y asiáticos. Si insisten en una consolidación que favorezca a los débiles, eso nunca se materializará.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

Fuente: Cinco Días