Si el coche eléctrico es el futuro, entonces el futuro está a las puertas. Pese a que de momento estos vehículos solo representan un 1% del mercado mundial, todas las miradas del sector automovilístico están puestas en ellos. Las cifras de inversión que ha anunciado la industria mundial permiten vislumbrar la magnitud del fenómeno que se avecina: más de 70.000 millones de euros en el desarrollo de nuevos modelos y baterías de recarga en diez años. Todos los grandes grupos han anunciado potentes desembolsos y diseñado planes estratégicos para adelantarse en una carrera de la que nadie quiere –ni puede– estar ausente.

Ford ha hecho público en la feria de Detroit que duplicará su plan de inversiones en vehículos eléctricos, unos 9.300 millones de euros, en un total de 40 modelos hasta 2022. Más fuerte aún es la apuesta de Volkswagen, que invertirá 40.000 millones de dólares hasta 2030. Otros tantos proyectos tienen General Motors, PSA, Daimler o Alianza Renault Nissan Mitsubishi, entre otras marcas. La referencia a batir en este terreno es, de momento, Tesla, porque, como reconocen desde el propio sector, “ha despertado a la industria”. Pese a ello, y dado que la penetración en el mercado europeo todavía es lenta, Asia aparece en el horizonte como el gran mercado al que derivarán las inversiones de los fabricantes. No en vano, China, cuyos problemas mediambientales exigen soluciones rápidas y limpias, ha establecido ya cuotas obligatorias de fabricación.

El nuevo paradigma de movilidad eléctrica transformará las marcas y el mercado, pero también la industria de ensamblaje, que tiene ante sí un reto sin precedentes como parte de una revolución creciente que exigirá flexibilidad y eficiencia. Entre los desafíos que afronta España, cuya industria del motor ha demostrado en los últimos años una capacidad de sacrificio y recuperación extraordinaria que ha traído consigo un aumento notable de competitvidad, figura el ensamblaje de este nuevo tipo de vehículo, que tiene con sus propias caractéristicas. Para competir en ese horizonte es necesario que el sector, primero, y los poderes públicos, después, trabajen codo con codo para tomar posiciones en la mesa de juego antes que se repartan las mejores cartas.

Fuente: Cinco Días