El cambio global de la colaboración al aislamiento está ocurriendo en miniatura en Wall Street. Citi, Morgan Stanley y UBS se han retirado de un acuerdo firmado por casi todo el sector para no demandarse mutuamente cuando los corredores de Bolsa abandonan el barco por el de su rival. Bank of America, por ahora, se queda dentro. Los accionistas no echarán de menos el llamado protocolo de brókeres, pero estos claramente sí lo harán.

El acuerdo supuso en la práctica un alto el fuego entre las grandes firmas, en 2004. Cuando los brókeres se iban de un compañía a otra, podían llevarse datos básicos de sus clientes y contactarlos sin ser demandados, en teoría. Para las compañías, que constantemente pierden y contratan personal, lo que se perdía de un lado se ganaba de otro. Los clientes estaban contentos, porque podían moverse con su asesor sin tener que llenar un montón de nuevos documentos.

MÁS INFORMACIÓN

Cambiaron dos cosas. El protocolo ha beneficiado principalmente a los empleadores más activos, y la mayoría de las grandes empresas están ahora más centradas en retener al personal que en incorporar a otros a sus filas. UBS, Wells Fargo y Morgan Stanley han reducido su número de asesores financieros en términos netos en los últimos cinco años, según los analistas de UBS.

Mientras, las reglas se iban llevando al límite. JPMorgan sostenía, por ejemplo, que sus empleados no contaban como brókeres a efectos del protocolo. Los asesores financieros que se marcharon por su cuenta provocaron un nuevo dolor de cabeza: al suscribir inmediatamente el protocolo, podían llevarse consigo a sus clientes.

Para un accionista, el probable desmantelamiento del protocolo no es malo. Habrá demandas, pero debería de haber más contención salarial. Las nóminas alcanzaron en algunos casos el equivalente a tres años de ingresos de un bróker. El margen de la gestión patrimonial de Morgan Stanley antes de impuestos podría crecer 2,5 puntos porcentuales si abandona el acuerdo, según UBS.

Para los brókeres es más inquietante. No solo será más difícil que les cacen o que establezcan su propia firma. Las grandes empresas también se volverá más asertivas respecto a los sueldos y a lo que su personal puede vender y a quién.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Elisa Castillo Nieto, es responsabilidad de CincoDías.

Fuente: Cinco Días