La hora se adelantó. En París se cuenta que Vincent Bolloré, la decimosegunda fortuna de Francia, tiene un reloj que muestra el tiempo que queda hasta el 17 de febrero de 2022. Ese día, poco antes de su 70º cumpleaños, se celebrará el bicentenario de la empresa familiar que este parisiense de nacimiento, pero de ascendencia bretona de la que gusta presumir, heredó en 1981 cuando solo era una fábrica de papel al borde de la quiebra y que acabó convirtiendo, en menos de cuatro décadas, en un influyente imperio multisectorial e internacional que incluye participadas como Vivendi. Era, sobre todo, la fecha elegida por Bolloré para anunciar su retirada del mundo de los negocios, en los que se ha labrado un nombre poderoso, aunque a menudo pronunciado con temor o resquemor —o las dos cosas a la vez— debido a sus brutales métodos de adquisición, que él mismo ha llegado a comparar con la forma en que una boa acaba con sus presas.

La sorpresa llegó el pasado marzo, cuando Bolloré (Boulogne-sur-Seine, 1952) anunció, casi cuatro años antes de la famosa fecha, su retirada del grupo que lleva su nombre y que ha presidido durante los últimos 38 años. ¿El fin de la leyenda de Bolloré? Ni mucho menos.

Paleta de colores

Hace tres años, en una entrevista con el Financial Times, Bolloré describía su estrategia en Vivendi como la de un pintor. “Puede que no sepas por qué hay una gota azul o un trazo marrón, pero al final verás que estamos pintando algo relevante”. Parte de ese cuadro final parece ser su paso a un segundo plano, que no a una jubilación plena. Cierto es que su hijo menor, Cyrille, de 33 años, quedó en marzo al frente del Grupo Bolloré y que también ha pasado a ocupar el puesto de su padre en el consejo de administración de Vivendi, el buque insignia del grupo Bolloré con marcas tan reconocidas como Canal Plus, Universal Music, Havas, Dailymotion o Gameloft y enfrentado ahora con otro poderoso empresario, el italiano Silvio Berlusconi, por la fusión de las filiales en Italia y España de Mediaset. Vivendi —dirigida desde hace un año por otro de sus hijos, Yannick, de 39 años— es el segundo mayor accionista de Mediaset Italia, solo superado por Il Cavaliere.

Es lo que el diario Le Monde considera la culminación de una “sucesión dinástica” para “garantizar la perennidad familiar” en el complejo conglomerado que va desde el mundo de la información y multimedia a la fabricación de baterías eléctricas para coches, aceite de palma o la concesión de la gestión de varios puertos en África. Los problemas con la justicia que tiene por sospechas de corrupción en sus negocios portuarios africanos desde el año pasado —algo que la defensa de Bolloré niega fehacientemente— serían, según varios medios (aunque no hay confirmación oficial), uno de los motivos de que haya preferido dar un paso atrás antes de lo previsto este hombre poderoso y amigo de poderosos como Nicolas Sarkozy, a quien prestó su yate para unas vacaciones nada más ser elegido presidente en 2007.

Pese a su retirada de la primera línea, que Bolloré padre sigue manejando con firmeza los hilos de su imperio es algo que ha dejado claro el pulso que mantiene con Berlusconi. Y es que no solo sigue siendo una potente sombra en Vivendi, al haberse asegurado un puesto como “censor” o miembro no ejecutivo del consejo de administración. Además, al mismo tiempo que dejaba la cabeza del grupo familiar, se reafirmó como presidente de Financière de l’Odet, que controla el 64% del capital del grupo Bolloré y que, a su vez, pertenece en un 90% a la familia.

Los nombramientos familiares “no cambian nada en la realidad de quién ostenta el poder”, decía a la revista Challenges una fuente del entorno de los Bolloré bajo condición de anonimato. Aunque solo constataba una evidencia, el no hallar fuentes dispuestas a dar la cara es algo que pasa a menudo cuando los periodistas hurgan en los negocios de Bolloré.

Bien lo sabe Nicolas Vescovacci. El periodista francés es coautor de Vincent, tout-puissant (Vincent, todopoderoso), que le ha valido una demanda de más de 700.000 euros que el empresario le interpuso cuando ni siquiera había publicado el libro sobre la manera de hacer negocios de Bolloré y la forma en la que, afirma, logró impedir —censurar, lo llama él— en 2015 que se emitiera un reportaje sobre los negocios dudosos de un banco dirigido por un amigo en la cadena Canal Plus, que acababa de adquirir. “Es un patrono criticado por sus pares, pocos lo aprecian. Pero nadie lo dirá abiertamente porque ese hombre da miedo, su poder da miedo y dirige sus empresas con una cierta dosis de terror, él mismo lo reivindica”, señala en una entrevista telefónica.

Una boa sangrienta

En su libro, Vescovacci evoca la imagen de la boa. En 1999, Bolloré le mostró a una periodista de Libération una foto que guardaba en su oficina de una boa rodeando el cuerpo de un hombre ensangrentado. “Es la realidad. Ese hombre tuvo la mala suerte de dormirse en el bosque y fue engullido”, comentó el empresario. Él no se duerme, él es la boa, venía a decir. “Siempre he conseguido conservar el 51% de los derechos de voto de mi sociedad”, agregó en referencia a lo que amigos y enemigos reconocen como el “método Bolloré”: desembarcar sin aviso previo en la empresa que le interesa, hacerse con suficientes acciones como para entrar en el consejo, desestabilizar a su directiva y tomar el control de la empresa, o bien vender su parte con beneficios, como hizo con una de sus acciones más sonadas, Bouygues.

Lo que su entorno define como una estrategia ganadora de un empresario visionario y táctico es, para rivales como Martin Bouygues, una traición pura y dura. El patrón del conglomerado industrial y de telecomunicaciones del que Bolloré, amigo suyo desde el colegio, quiso hacerse con el control a finales de los años noventa, en una de sus operaciones de adquisición más sonadas, no le ha perdonado su intento de destronarlo. Cuando su sobrina Chloé se casó en 2006 con Yannick Bolloré, Martin Bouygues no acudió a la ceremonia. “Vincent Bolloré se comportó como un matón. Me lio, me engañó, me humilló. ¡No lo olvidaré jamás!”, prometía aún años después Bouygues.

Pulso de altos vuelos

Silvio Berlusconi quiere reorganizar su imperio mediante la creación de una entidad con sede en Holanda llamada MediaforEurope que aúne las actividades de Mediaset en Italia y España. En su camino, sin embargo, se ha interpuesto Vincent Bolloré. Vivendi, su conglomerado, es el segundo accionista de la matriz de Mediaset en Italia (28,8% del capital) y se opone a la operación. Para ello ha emprendido una doble acción judicial en España y Holanda. De momento, el Juzgado de lo Mercantil número 2 de Madrid ha suspendido de forma cautelar los acuerdos de la junta de Mediaset España en la que se aprobó la fusión. Bolloré argumenta, entre otras cosas, que la ecuación de canje (2,33 acciones de la italiana por una de la española) no refleja el verdadero valor del negocio en nuestro país.

Fuente: El País