Europa ha vuelto a ponerse en marcha. La recuperación económica es sólida. El crecimiento es el más elevado de la última década.

Pero no podemos caer en la autocomplacencia. Aunque la moneda única ha sido un éxito, aún existen lagunas en el sistema. La unión monetaria sigue estando incompleta.

Europa no cuenta aún con un verdadero mercado común para los servicios bancarios, lo que la hace vulnerable a las perturbaciones económicas. Cuando estas se presentan, los mercados financieros se fragmentan siguiendo las fronteras nacionales. En consecuencia, las perturbaciones se ven exacerbadas por las fragilidades nacionales preexistentes, en lugar de verse mitigadas por un mercado común fuerte en el que los inversores privados comparten los riesgos.

Una de las causas de esta intensificación es la tendencia de los bancos a mantener un exceso de bonos públicos emitidos por su gobierno. Este sesgo nacional vincula la estabilidad de las entidades a la situación de los gobiernos y viceversa.

Hace más de cinco años, los gobiernos se comprometieron a cortar este nudo gordiano, que agravó la crisis financiera de la que Europa se está aún recuperando. No obstante, los progresos han sido limitados. Se necesitan nuevas ideas para que Europa siga avanzando.

Durante los 18 últimos meses, he presidido un grupo de trabajo de la Junta Europea de Riesgo Sistémico. Hemos explorado una vía prometedora para cortar este nudo creando un nuevo tipo de activo: títulos respaldados por bonos soberanos. Estos títulos reagruparían carteras de bonos soberanos —de países con capacidad para emitir deuda para inversores privados— en instrumentos con distintos niveles de riesgo, y se beneficiarían de la diversificación entre países. Por otra parte, el segmento sénior tendría la protección de los títulos junior, que son los primeros que se utilizan para absorber pérdidas. Estos títulos con mayor riesgo estarían en manos de inversores no bancarios que buscan rendimientos más altos y tienen capacidad para soportar el riesgo adicional. Todo esto se logra con un contrato de diseño sencillo, no con alquimia.

Es importante destacar que la creación de estos títulos no requeriría que los países compartan riesgos soberanos. Cada uno de los gobiernos nacionales seguiría siendo responsable del servicio de su deuda. En cambio, los títulos facilitarían la distribución de riesgos privada y voluntaria, lo que mejora la eficiencia de los mercados financieros y su capacidad para respaldar el crecimiento.

Para entender este proceso, imaginen que un comerciante desea conseguir los mejores vinos jóvenes. El enfoque regional consistiría en cerrar un acuerdo con su bodega más cercana. Pero el clima de la región a veces decepciona, y al comerciante podría convenirle que bodegas de varias zonas se unieran para suministrarle sus mejores vinos. Algunos años el valle del Loira produce las mejores uvas, otros las del Rin son más dulces. Sus clientes podrían disfrutar siempre de los mejores vinos jóvenes, independientemente del tiempo que haga.

Los bancos son como una tienda de vinos. Actualmente compran activos de su zona, pero mejorarían su servicio si pudieran adquirir los nuevos títulos, que les protegen frente a las decepciones locales. Al mismo tiempo, los gobiernos, como las bodegas, mantendrían su independencia y las responsabilidades que esta conlleva.

Hoy mi grupo de trabajo publica su estudio de viabilidad. El informe de dos volúmenes y 300 páginas que ponemos a disposición de los gobiernos y los analistas de mercado servirá de fundamento técnico para un debate público informado.

Nuestra principal conclusión es que estos títulos no existen aún porque recibirían un tratamiento regulatorio más severo que la deuda pública. Para que el mercado comience a funcionar, los reguladores deben aceptar que el título sénior sería al menos tan seguro como la deuda pública de bajo riesgo, y darle un tratamiento acorde. Paralelamente, el tratamiento de los títulos júnior debería reflejar su mayor nivel de riesgo. Con esta premisa, la Comisión Europea está estudiando una propuesta para eliminar las barreras regulatorias existentes.

Asimismo, es evidente que la demanda de títulos sénior aumentaría si se aplicaran reformas más amplias que animaran a los bancos a ajustar sus actuales carteras de deuda pública. No obstante, existe disparidad de opiniones respecto a si tales reformas son efectivamente necesarias.

Una vez aprobadas las modificaciones normativas precisas, la demanda de los inversores podría propiciar el desarrollo gradual de un mercado profundo y líquido. El título sénior podría convertirse en un activo de bajo riesgo de referencia, algo que actualmente no existe en el conjunto de la zona del euro.

Los bancos podrían ser más sólidos y los mercados de capitales, más eficientes. Ello apoyaría el crecimiento a largo plazo sin debilitar la disciplina de mercado ni dar pasos hacia una mutualización del riesgo soberano. Estos títulos son un avance pragmático que ayudaría a Europa a aprovechar todo su potencial. Después de todo, Europa se asienta sobre pilares sólidos —y produce vinos de talla mundial—. 

Philip R. Lane es presidente del grupo de trabajo de Alto Nivel de la JERS sobre Activos Seguros y Gobernador del Banco Central de Irlanda. 

Fuente: El País