La presión diplomática ha surtido efecto y finalmente EE UU no impondrá aranceles a la importación de aluminio y acero a la Unión Europea, tal y como había amenazado en las dos últimas semanas. Las negociaciones con la Comisión Europea han surtido efecto y finalmente ningún país europeo verá encarecidas con recargos sus ventas al mercado estadounidense.

Ha sido el propio presidente Trump quién ha confirmado hace unos minutos ese extremo. También se libran Australia, Argentina, Brasil y Corea del Sur. La misma suerte correrán México y Canadá, con los que EE UU se encuentra en plena renegociacion del tratado de libre comercio que derriba las barreras comerciales entre los tres países, conocido como NAFTA por sus siglas en inglés. De esta manera, EE UU pone el dedo acusador en Japón y China. A este último le impondrá impondrá, tal y como ha anunciado Trump, aranceles por valor de hasta 60.000 millones de dólares anuales por supuestas afrentas a la propiedad intelectual estadounidense.

El argumentario oficial responsabiliza directamente a China de ser el causante de que EE UU tenga el mayor déficit comercial del mundo, por encima del medio billón de dólares. De ellos, 375.000 millones son el resultado de las masivas compras de tecnología y productos de consumo a China. Sin embargo hay otros tres países (México, Japón y Alemania), cuyas ingentes exportaciones a EE UU también son los culpables del abultado desfase comercial, con resultados diferentes. México y Alemania quedan eximidos de los aranceles, mientras que Japón, que tiene un saldo excedentario con EE UU de 68.800 millones de dólares (el tercero más alto por detrás de México), sí se verá afectado. Trump pedirá a China que «reduzca en unos 100.000 millones de dólares el déficit comercial que tiene Estados Unidos» y anunció que solicitará el inicio de las negociaciones lo antes posible.

El Ejecutivo estadounidense ha recurrido al artículo 301 de la Ley de Comercio Exterior, en vigor desde 1974, para iniciar una investigación sobre el supuesto robo de propiedad intelectual estadounidense y la transferencia forzada de tecnología por parte de China. Las primeras estimaciones hablan de un perjuicio cercano al billón de dólares, lo que habría servido como base para el inicio de las hostilidades. Michael Kagan, gestor de Clearbridge, filial de Legg Mason, precisa que esa norma deja margen a las autoridades estadounidenses más allá de los aranceles. “Podría bloquear cualquier inversión china en su territorio, restringir la capacidad de las empresas chinas para hacer negocios en EE UU, colaborar con otros socios comerciales para aislar al país asiático y limitar el acceso a suelo estadounidense de los ciudadanos chinos mediante la concesión limitada de visados”, remarca.

La oficina del representante estadounidense de Comercio Exterior, Robert Lighthizer, tendrá ahora 15 días para publicar una lista de productos afectados por los aranceles que, según fuentes de la Casa Blanca, podrían afectar a unos 1.300 tipos de bienes, que pueden oscilar desde zapatos y ropa hasta aparatos de tecnología punta. Una vez publicada esa lista, habrá un período de comentarios públicos de 30 días antes de que los aranceles entren en vigor, según la Casa Blanca. Por otra parte, Trump dará 60 días al Departamento del Tesoro para decidir cómo restringir la inversión china en Estados Unidos debido a sus prácticas de «distorsión del mercado», en palabras de Peter Navarro, asesor comercial del presidente estadounidense.

Kagan resalta que una guerra comercial con China perjudicaría a más empresas cotizadas estadounidenses de las que beneficiaría. “El sector aeronáutico, el automovilístico, el de los cultivos agrícolas, el de los semiconductores y el de productos químicos serían algunas de las industrias que resultarían perjudicadas en caso de que se diese una guerra comercial con China”. En el otro lado, acero, aluminio, telecomunicaciones, mobiliario y el textil serían algunas de las industrias que se verían impulsadas por una reducción de las importaciones chinas.

Fuente: Cinco Días