Del cielo al infierno en un suspiro. Facebook vive una auténtica pesadilla tras conocerse que la consultora política Cambridge Analytica utilizó 50 millones de perfiles de la red social para llevar a Trump a la Casa Blanca. El asunto es extremadamente grave, pues ha puesto en entredicho las medidas utilizadas por Facebook para proteger los datos de sus usuarios. Pero lo que sorprende a estas alturas es la falta de una comparecencia pública del fundador y consejero delegado de la una de las empresas más valiosas y poderosas del mundo. No debería bastar un post en su cuenta personal de Facebook. Mark Zuckerberg debía saber como dice Nacho de Pinedo, presidente del instituto superior para el desarrollo de internet (ISDI), que cuando un negocio adquiere escala planetaria, cualquier opinión, fallo o investigación que se abra a la compañía tiene un impacto proporcional en la opinión pública. Y Facebook tiene 2.000 millones de usuarios en el mundo.

Las palabras por escrito de ayer de Zuckerberg no van a evitar las críticas a la red social por no estar sabiendo gestionar el escándalo. Y las preguntas siguen agolpándose: ¿Supondrá el caso Cambridge Analytica un antes y un después para Facebook y para el resto de redes sociales? ¿Impactará esta crisis en el negocio de la compañía? ¿Abandonarán de forma masiva sus usuarios la plataforma? ¿Qué ha fallado?

Aunque parece claro que en este caso hay que separar la actuación de Cambridge Analytica de la de Facebook (la primera se ha revelado como una empresa con pocos escrúpulos), también es evidente que lo que ha fallado en Facebook es la falta de mecanismos técnicos para detectar la situación ocurrida y bloquearla en el momento, y también de diligencia a la hora de denunciar la situación y exigir el borrado inmediato una vez comprobó la existencia del problema. Facebook debió igualmente avisar a sus usuarios de la masiva fuga de datos, pues aunque no sean su fuente directa de ingresos, su información es la que permite a la red social amasar su fortuna.

Con todo, los expertos no creen que esta fuga ilegal de datos vaya a suponer en ningún caso un abandono masivo de usuarios de Facebook (aunque sí habrá una pérdida de confianza). “Nadie va a renunciar a todas las ventajas de esta plataforma, lo que sí puede despertarse es una mayor concienciación de la importancia de la información que compartimos en esa red”, sostiene De Pinedo.

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Tampoco se espera una fuga de anunciantes por esta causa, pues es muy difícil que prescindan de esta impresionante herramienta de marketing, aunque probablemente, y como advierte este experto, si este acontecimiento deviene en una limitación de las funcionalidades o capacidad de microsegmentación de Facebook esto se traduzca en cierta reducción de los ingresos publicitarios.

Lo que realmente va a activar este caso es una llamada al legislador y a todas las plataformas sociales a reforzar urgentemente sus controles en la privacidad de datos y a limitar el uso de las mismas para objetivos relacionados profundamente con las creencias personales, según avanza De Pinedo. Todo un espaldarazo para la aplicación de la nueva legislación GDPR (actualmente en fase de elaboración) que permite al ciudadano exigir información sobre los datos privados que la plataforma tiene de nosotros y la obliga a borrarlos si así lo desea.

Pero, como apuntan algunos expertos, el peligro que corremos es que nos pasemos de frenada y se exijan condiciones tan restrictivas para el uso de datos que inhabiliten muchas de las virtudes de personalización inherentes a estas plataformas, llegando a afectar profundamente tanto a su modelo de negocio como a la propuesta de valor para el usuario.

La actual crisis de Facebook no parece que vaya a poner en cuarentena a todas las redes sociales y al modelo de negocio, basado en el poder de los datos, pero hará que los usuarios y las autoridades políticas estén más atentas a su forma de operar. Como dice De Pinedo, demonizar a las redes sociales y sus modelos de negocio por este caso sería comparable a denostar la publicidad y la propaganda por haber permitido a Hitler llegar al poder o a las matemáticas por emplearse para calcular las parábolas de las trayectorias balísticas. “Este caso simplemente evidencia que hay que poner mejores controles para asegurar la privacidad del dato y el uso de las plataformas especialmente para todo aquello referido a la opinión política, religiosa o de otras índoles personales”, asegura el presidente de ISDI.

Pero sobre todo deja muy claro que hay que educar mejor a la población para que entienda que los contenidos que comparte mediante el uso de las plataformas se convierten en datos susceptibles de uso por terceros y que sea capaz de interpretar la información que le llega por las redes sociales con un mayor sentido crítico.

Hay que establecer límites en esta época de sobreexposición. Y preguntarse algo importante: ¿cuántos más casos de este tipo [similar al de Cambridge Analytica] hay escondidos? ¿Cuántas aplicaciones similares se han estado usando durante los últimos años para recopilar información de los usuarios sin estos saberlos? Algunos expertos, como Ismael El-Qudsi, de Internet República, lo tiene claro: “No creo que sea un caso aislado”. Igual Zuckerberg nos lo aclara de viva voz en los próximos días.

Fuente: Cinco Días