Se atribuye a Roy Amara, quien fuera uno de los primeros presidentes del Institute of Future, la ley sobre el impacto de la tecnología que lleva su nombre. En esencia, la ley de Amara defiende que tendemos a sobreponderar el impacto de la tecnología sobre el corto plazo, pero lo infravaloramos en el largo plazo.

Los consultores sabemos mucho del arte de la predicción y por definición rara vez nos equivocamos: nadie se va acordar demasiado de lo que dijimos hace 25 años. Me atreveré por tanto a aventurarme con un vaticinio: la impresión 3D, particularmente el conjunto de tecnologías que conocemos como additive manufacturing, va a representar en los próximos 20 años uno de los mayores elementos de transformación de la industria desde el inicio de la revolución industrial. Dejando al margen lo estrictamente digital, esto es algo que puede afirmarse de muy pocas otras tecnologías habilitadoras.

Como tantas otras innovaciones que en la actualidad están experimentando un fuerte impulso, la impresión 3D no es algo nuevo. Chuck Hull, padre de la estereolitografía y fundador de la pionera 3D Systems, registró sus primeras patentes a finales de los ochenta. No obstante, ha sido en estos últimos cinco años cuando se ha empezado a observar su verdadera eclosión, con múltiples aplicaciones potenciales en la industria más allá del prototipado rápido, y una veloz carrera por mejorar las prestaciones y capacidades.

¿Imprimiremos en el futuro nuestros objetos cotidianos en casa desde una página web?. Esto es altamente improbable, al menos de forma generalizada. La tecnología lo permitirá sin duda en algunos casos, ¿pero hay demanda real para algo así? La mayoría de los seres humanos queremos productos con los que nos identifiquemos, respaldados por una marca que nos de confianza y al mejor precio posible. Queremos que se nos entreguen de forma correcta y con una cierta experiencia de compra. Pedimos que alguien se responsabilice de cualquier fallo si luego está defectuoso. Más allá de algunos nichos en el ámbito del do-it-yourself, ¿estamos realmente dispuestos a cambiar estos hábitos? Sospecho que no.

¿y la industria? Bajo el nuevo paradigma de la impresión aditiva, es posible en teoría producir un componente industrial complejo en destino, directamente a partir de materia prima y sin necesidad de ensamblajes intermedios. La aplicación del additive manufacturing permite concebir piezas con geometrías imposibles, diseñando la ingeniería para una función y mejorando peso, prestaciones y costes. Las ventajas empresariales son notables, existiendo beneficios estimables en costes de fabricación, logística, ahorro energético y consumo de materiales.

Seguirá utilizándose materia prima, pero será diferente. Seguirá siendo necesaria una logística de aprovisionamiento y distribución, pero cambiará lo que se transporta. Se reducirán etapas intermedias y la necesidad de algunos componentes y procesos. La necesidad de utillajes intermedios, moldes, o recambios puede reducirse, porque muchos componentes se podrán imprimir directamente y con inmediatez. Hoy hay piezas que viajan por medio mundo de proceso en proceso antes de ser incorporadas a un producto final. Pueden aparecer nuevas necesidades, en el ámbito del software, la ingeniería o la tecnología industrial. Si su empresa forma parte de esta cadena en cualquier tipo de sector industrial, haría bien en analizar si en el futuro va a seguir siendo imprescindible.

El mayor desafío –y la amenaza realmente transformadora– al que se enfrenta hoy la tecnología de fabricación aditiva es su uso en la producción en serie de piezas finales. Los retos son de orden fundamentalmente económico y de productividad. Existen también fronteras técnicas a superar para poder llegar a fabricar con la precisión, estabilidad y calidad adecuadas. Es algo que están estudiando empresas como Audi o Volkswagen en el automóvil y una realidad ya palpable en ciertas aplicaciones en el sector aeronáutico, los productos de consumo de alta gama o la tecnología médica.

¿Llegaremos algún día a ver coches enteros producidos por impresión 3D? La startup Local Motors ya lo ha empezado a hacer en EE UU y su objetivo es llegar a construir una red de pequeñas fábricas deslocalizadas cerca de los centros de demanda. ¿Podremos trasplantarnos un órgano directamente impreso en un quirófano? Hoy todavía no es posible, pero ya se aplica sin problemas a la impresión de prótesis humanas, como pudimos ver el año pasado en el In3dustry, el salón de referencia en este ámbito que tiene lugar anualmente en Barcelona.

Esta es una carrera en la que la ventaja inicial parte de EE UU, aunque otros como Corea, Japón, Alemania o Inglaterra están realizando fuertes apuestas por situarse en la delantera. En España el sector es todavía incipiente, con una actividad muy concentrada en ingenierías y service bureaus pero pocas empresas de referencia en la parte tecnológica. Conviene por lo tanto ser proactivos en la concienciación del sector industrial, facilitándolo al máximo desde las instituciones dentro de una estrategia decidida de apoyo a la transformación tecnológica de la industria. Esto es especialmente relevante dado el alto peso de la industria auxiliar en sectores clave de nuestro país. Contamos con iniciativas pioneras en clústeres industriales como los de País Vasco, Cataluña, Andalucía o Galicia, que pueden ser una buena base.

Esta semana acudiré de nuevo a mi cita anual con el In3dustry, que se está celebrando en Barcelona. Tengo mucho interés en descubrir qué nos revelarán los expertos que participan este año. Por ahora me temo que tendré que seguir conduciendo un coche no impreso en 3D durante algunos años, pero estoy convencido de que solo es cuestión de tiempo.

Pedro Nueno es socio director de InterBen Consulting

Fuente: Cinco Días