El expresidente del banco de Bilbao, José Ángel Sánchez Asiaín, junto al expresidente del banco de Vizcaya, Pedro Toledo, en una foto tomada para ilustrar el proceso de fusión entre las dos entidades aprobado el 27 de enero de 1988.El expresidente del banco de Bilbao, José Ángel Sánchez Asiaín, junto al expresidente del banco de Vizcaya, Pedro Toledo, en una foto tomada para ilustrar el proceso de fusión entre las dos entidades aprobado el 27 de enero de 1988.

«Mirando al pasado, es más fácil sacar conclusiones del presente y del futuro», afirmó el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos durante la presentación de la Guía de Archivos Históricos de la Banca en España. En este mismo libro, ideado para facilitar la tarea de los investigadores interesados en temas relacionados con el sector financiero español, el académico de la Real Academia de la Historia, Pedro Tedde de Lorca, lanza una experta mirada al pasado de los bancos en España que puede ser de ayuda a la hora de entender la actualidad.   

Cuando se revisa la historia del sector bancario, una de las principales conclusiones a las que se puede llegar es que las preocupaciones que actualmente rodean al sistema financiero, no son en absoluto nada nuevo. Así, las críticas ante el poder de la banca, el miedo a crisis que pudieran tumbar entidades enteras o el temor a la formación de oligopolios ya estuvieron muy presentes a lo largo del pasado siglo.

«El sistema bancario español experimentó una transformación decisiva durante el primer tercio del siglo XX», comienza relatando Tedde de Lorca. Durante esta etapa, el experto destaca la tremenda importancia que por aquel entonces ya tenía el Banco de España, única entidad autorizada para emitir billetes desde 1874. Hasta el año 1962, el Banco de España estuvo constituido en forma de sociedad por acciones, todas ellas de propiedad privada. Más allá de la generación de la moneda, entre las funciones que el Banco de España tenía a comienzos del siglo XX, destacaban el ser prestamista del Tesoro Público y el operar con el sector privado. Por aquel entonces, la entidad ofrecía préstamos y la posibilidad de albergar cuentas corrientes y depósitos de particulares.

Un cambio de política que buscaba reducir la dependencia del Gobierno de las compras de deuda que realizaba el Banco de España en busca de lograr una estabilización económica llevó a la entidad a centrarse en su rama comercial durante un período. Tedde de Lorca pone datos: mientras que en 1902 el 44,5% de los activos totales del Banco de España era deuda pública española y el 18,3% crédito al sector privado, en 1914, sólo el 19,4% de los activos era deuda pública y el 29,9% era crédito privado.

Con la llegada de la Ley de Ordenación Bancaria en 1921, el Banco de España comienza a dejar de lado su actividad como «banco comercial» para pasar a centrarse todavía más en ejercer funciones de «banco de bancos» o como se conoce en la jerga, prestamista de última instancia. «A partir de 1913, el Banco comenzó a ejercer de prestamista de última instancia. En dicho año, el Banco Hispanoamericano, entidad madrileña de reciente creación, sufrió fuertes perturbaciones derivadas de la revolución en México, país con el que tenía estrechos vínculos empresariales», escribe Tedde de Lorca. Tanto en el caso del Hispanoamericano como en el de los problemas que tuvo el vizcaíno Crédito de la Unión Minera al año siguiente, el Banco de España rescató a las entidades que posteriormente pudieron recuperarse.

Además de cambiar las funciones del Banco de España, la Ley de Ordenación Bancaria del 21 proyectaba el nombramiento de un comisario por parte del Gobierno que presidiría el Consejo Superior Bancario, una organización a la que los banqueros privados se podían adherir voluntariamente. «A sus miembros se les fijaba el capital mínimo, la proporción entre recursos propios y cuentas acreedoras, los tipos de interés y la relación entre activo realizable y obligaciones exigibles», detalla Tedde de Lorca. A cambio de unirse a la organización, los bancos obtenían bonificaciones en los tipos de interés que les ofrecía el Banco de España. «Además, se establecieron condiciones especiales para la pignoración de deuda pública en el instituto emisor, medidas que constituían un reclamo atrayente para los bancos, al suponer una fuente de liquidez potencial muy valiosa en caso de apuro financiero», explica el experto.

Durante el primer tercio del siglo XX la banca privada también fue evolucionando. «El número de banqueros particulares se incrementó en los primeros decenios del siglo XX, desde 241 en 1900 hasta un máximo de 296 en 1925», profundiza Tedde de Lorca. En ésta época, aparecen los bancos mixtos, caracterizados por ofrecer créditos de diversa duración y por participar directamente en empresas industriales y de servicios con los recursos de los ahorradores.

Por otro lado, también nacen otro tipo de entidades diferentes: los bancos oficiales. Estos bancos, de titularidad privada, tenían un objetivo público y cuentan con misiones muy concretas. Algunos ejemplos serían el Banco de Crédito Industrial, cuya misión era financiar la expansión del sector secundario o el Banco Hipotecario de España, pensado para ofrecer ese tipo de créditos. También, otro tipo de entidad financiera de esta época eran las cajas de ahorro, nacidas en el siglo XIX y configurándose como entidades de crédito y depósito creadas sin ánimo de lucro para introducir en el circuito financiero a personas con poco recursos económicos.

Ya terminando el repaso sobre el primer tercio del siglo XX, Tedde de Lorca desvela que los créditos bancarios en 1929 suponían alrededor de un 60% del PIB español. Aunque el experto evita hacer mención al periodo de la guerra civil en su retrospectiva histórica sobre la banca, fruto de la guerra surgieron dos bancos centrales, uno para cada bando.

Fuente: Cinco Días