Bruselas, el BCE y el FMI llevan años recetando reformas laborales que en la práctica han quitado poder de negociación a los sindicatos y provocaron fuertes devaluaciones internas en el Sur de Europa: caídas de los costes laborales con el objetivo de recuperar competitividad. En Grecia, la troika llegó a prohibir la negociación colectiva. Los tiempos están cambiando: el jefe del BCE, Mario Draghi, lleva meses reclamando subidas salariales ante la constatación de que la inflación no termina de recuperarse a pesar de toda la munición monetaria. «La mejoría en los mercados laborales aún debe traducirse en subidas salariales», ha dicho el italiano, que llegó a reclamar dar prioridad a los incrementos de sueldo respecto a las demandas sindicales de seguridad en el trabajo.

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La recuperación se asienta. Draghi ha explicado que el PIB de la eurozona se recuperó a tasas del 2,5% en el segundo trimestre. Europa ha creado cuatro millones de empleos desde 2014: 16 de los 19 países del euro han experimentado aumentos en el empleo desde mediados de 2014, y en el 60% de los sectores. Pero las grandes crisis tienen estas cosas. La inflación no llega ni con la lluvia de liquidez sobre los mercados del Eurobanco, ni con los mayores ritmos de crecimiento en un decenio. Draghi cree que una parte del problema es que los agentes sociales han incorporado a las expectativas (los animal spirits keynesianos) el largo periodo de inflación cero —a la japonesa—, incluso de riesgo de deflación en el que se ha metido la economía europea.

«La recuperación de la eurozona es una historia de éxito», ha dicho Draghi, que culpa al multimillonario programa de compra de deuda (la versión europea del QE) de la mayor parte de la situación. Draghi no ve riesgos sistémicos para la estabilidad financiera: no ve una segunda Gran Recesión, a pesar de que avista burbujas hipotecarias en algunos mercados locales. Pero advierte de que la enfermedad económica europea sigue ahí, en algunas macrocifras: las dificultades de la inflación para subir obligan al BCE a una larga salida del QE y a dejar los tipos de interés en la zona 0% o incluso en negativo aún durante años.

La política monetaria no puede hacer mucho más. Europa sigue negándose a acompañar a Draghi con estímulos fiscales. La última bala son las políticas de rentas: subidas salariales nada fáciles de imponer, porque dependen de la evolución de la productividad y su fijación, de los agentes sociales. Draghi ha explicado que durante la crisis la prioridad de los trabajadores ha sido asegurar la seguridad en el mercado laboral por la destrucción de empleo. Y pidió a sindicatos y patronos que pongan el acento en las subidas salariales. «La recuperación va por buen camino y la inflación ya llegará», apunta ahora.

España es uno de los países en los que las reformas laborales de los últimos años han dejado bajos —o nulos, o incluso negativos— incrementos salariales. Draghi, aun así, ha aplaudido las reformas españolas, que han perdido ganar competitividad exterior. Paradojas del BCE. O no: el mensaje de Draghi y los salarios va más dirigido al Norte que al Sur de Europa.

Fuente: El País