Proust tenía un mal día. Su primer impulso fue rechazar el té, que le ofrecía su madre. Pero accedió y se fue a comprar una magdalena. Amazon no lo sabe, Spotify tampoco, Netflix ni lo sospecha. Pero la madre de Proust sabía lo que hacía. El bollo empapado en té resultó ser algo más que eso: fue un viaje a un domingo de la infancia. «Hay conexiones en el cerebro que funcionan de una forma un tanto irracional, no tan explícita», señala Iskra Velitchkova, especialista en Visual Thinking.

Hay algoritmos que son capaces de encontrar espacios donde los datos se entienden de una forma rara

Este momento de En busca del tiempo perdido (1913) es la clave del último proyecto de BBVA Data & Analytics. «Hay algoritmos que son capaces de encontrar espacios donde los datos se entienden de una forma rara. Es algo que no existe, pero es la forma en que nos estamos imaginando lo que algún día harán las máquinas», explica Velitchkova. En estos espacios convivirían todas nuestras interacciones -con libros, personas, lugares-, las emociones asociadas a ellas y las relaciones no tan lógicas como la que une a la magdalena con la infancia.

  • Lo que de verdad quiere Proust

Un sistema de recomendación como los que actualmente emplean tiendas online y plataformas de consumo de contenidos habría registrado la estupenda valoración que Proust hacía de su magdalena y le habría recomendado algo parecido. Por ejemplo, otros alimentos propios del desayuno. «Una mermelada», sugiere la experta en Visual Thinking. Los algoritmos del futuro seguirán otros caminos: «Le enviarán un enlace a Amazon para que se compre un juguete de su infancia, porque ese es el momento en que se encuentra», añade.

Los datos o las recetas no son tan importantes, lo decisivo son las relaciones

¿Quién conoce el enigma de estas relaciones que entre sensaciones, recuerdos y emociones? Nadie. Y todo el mundo. En el Celler de Can Roca, Héloïse Vilaseca y sus hermanos se centran en contar historias utilizando todos los sentidos. «En el postre llamado ‘Gol de Messi’, Jordi buscaba la manera de transmitir la euforia que sintió en ese momento. Este es su intento de algoritmo. Y solo tiene sentido si tratamos al comensal con empatía», explica. Aunque las emociones de quien va a un restaurante con tres estrellas Michelín difieren de las que experimenta cualquiera en su visita al banco, Velitchkova está convencida de que el proceso es el mismo: «Los datos o las recetas no son tan importantes, lo decisivo son las relaciones», precisa.

  • De la pantalla a la patata

En el gremio cinematográfico, Alain Bainée, hace lo propio con luces, colores, objetos… «Creamos universos invisibles que permiten al espectador conectarse visualmente con cosas personales, sin saberlo. Detrás de un vaso, un espacio, una ventana, conectamos con una emoción universal», explica el productor artístico que se llevó un Goya por Blancanieves (2012).

La capacidad para dibujar estas sensaciones distingue a los directores de arte del resto de los mortales y, especialmente, de los científicos de datos. «Nosotros miramos a la calle y vemos coches, personas, árboles, edificios y ya. Detrás de eso hay millones de historias que no se ven. Esa capacidad de englobar una realidad y darle contexto es lo que intentamos hacer. Nos hacen falta personas con esa visión global», explica la experta en Visual Thinking.

Viaje al futuro

«Con la introducción de nuevas tecnologías y sus capacidades para registrar incluso más datos, tendremos a nuestro alcance datos más granulados», promete el ensayo que acompaña al proyecto. ¿Qué productos derivarán de esto? BBVA Data & Analytics imagina sistemas de recomendaciones que exceden el mero acto de consumo:

  1. «Bárbara ha tenido un día duro en el trabajo. Ayudaría mucho llevarla a ver su película favorita, Lo que el viento se llevó, a las 8.00 pm». Los datos que vertimos en las aplicaciones en las que se materializan nuestras relaciones sociales servirían para crear notificaciones como esta, que generarían «recomendaciones integradas en nuestras interacciones sociales del día a día».
  2. «Te recomendamos que no vayas a ver una película con Robert. Hay un 82% de posibilidades de que Dave te invite a salir en la próxima hora». Menos películas y restaurantes y más consejos para la vida en forma de un servicio digital que ayude con nuestras «microdecisiones diarias».
  3. «Hemos detectado un aumento en tus niveles de colesterol. ¿Tal vez es hora de probar algunas opciones más sanas?». Según explica el documento, un conocimiento más amplio y profundo del cliente permitiría ejercer una mayor responsabilidad sobre su bienestar.
  4. «Conmutador de puntos de vista. Mira el mundo digital desde los ojos de un millenial urbano». Para escapar de la burbuja que creamos regodeándonos exclusivamente en nuestras preferencias necesitaremos mecanismos que nos expongan a puntos de vista distintos del nuestro.
  5. «Jonathan está buscando entre nuestros últimos estrenos estamos a punto de recomendarle The Emoji Movie, pero no estamos 100% seguros. ¿Crees que le gustará?«. Un poco de fact-check con tu círculo de amigos podría salvarte de ver una película que cualquiera que te conoce sabe que vas a odiar.

«Si falla la peli no pasa nada. Si jugamos con tu dinero, sí. Si somos capaces de darnos cuenta de cómo funciona esto, podemos pararlo», admite Velitchkova. Para desmitificar estos algoritmos -y los que vendrán- y acercarlos a los usuarios, el estudio se acompaña de una visualización en forma de cuento que detalla funcionamiento de los sistemas de recomendación.

A través de la búsqueda de un restaurante se van desgranando las informaciones que alimentan los algoritmos actuales y las que podrían integrar las fuentes de datos del futuro. «Si la sociedad está un poco más informada, ella misma frenará», asegura.

Fuente: El País