¿Sabe qué compra exactamente cuando le ofrecen un producto financiero? La fiebre de las preferentes en 2009, con rentabilidades que llegaron al 9%, terminó con una parte de los ahorradores llorando amargamente. La directiva europea para proteger a los pequeños inversores que entró en vigor a finales de 2007 (Mifid, por sus siglas en inglés) tenía como misión evitar la venta a granel de productos poco adecuados a los minoristas. Pero sirvió de (muy) poco.

En los últimos 10 años ha habido una avalancha de artículos tóxicos que se han colocado sin problemas: bonos convertibles, estructurados de gran riesgo, deuda subordinada o acciones de bancos posteriormente quebrados (Popular o Caja Mediterráneo)…

La gran crisis hizo saltar las alarmas y Europa diseñó nuevas normas para proteger más y mejor a los particulares. La segunda edición de Mifid, en vigor desde inicios de este año, exige múltiples controles a la banca.

Las alertas para los ahorradores se han multiplicado, con indicadores de riesgo de todo tipo y numerosos papeles que deben leer con cuidado (casi estudiar), responder a retahílas de preguntas y firmar e incluso escribir avisos de su puño y letra. Pero las burbujas seguirán naciendo, creciendo y reproduciéndose (véase el bitcóin). Los clientes y las entidades deben cumplir un protocolo para adquirir y vender, respectivamente, un producto financiero con máximas garantías. 

  • 1 Objetivos. No se puede entrar en una entidad financiera “a ver qué hay”. No es una frutería, ni una pescadería, ni una tienda de regalos. Antes de rellenar ningún test, el potencial inversor debe determinar por sí mismo el riesgo que está dispuesto a asumir. Hay que informarse de qué ofrece cada entidad antes de ir. Los productos son muy diferentes.
  • 2 Conocimientos. La entidad financiera le realizará en la mayoría de los casos un test de conveniencia. Este es el cuestionario más básico para que el banco evalúe los conocimientos y la experiencia del futuro inversor. El objetivo último es que al cliente no se le vendan productos que no entiende o con cuyo funcionamiento no está familiarizado.
  • 3 Preguntas. La entidad preguntará si el usuario conoce diferentes productos considerados sencillos (no complejos, en el lenguaje regulatorio), como los depósitos, las acciones, los fondos de inversión clásicos, los garantizados y los cotizados (ETF) y más, y otros complejos (futuros, opciones, contratos por diferencias (CFD) o warrants.
  • 4 Examen. La entidad no solo hará preguntas sobre si conoce o no un producto, también realizará una suerte de control de conocimientos para tener pruebas de que el cliente realmente sabe. “¿Qué implicaciones puede tener para un inversor la inversión en instrumentos financieros OTC? ¿Qué diferencia hay entre un warrant de tipo americano y un warrant de tipo europeo?”. Son preguntas reales de un test de conveniencia reforzado conforme a las exigencias de Mifid 2. Los cuestionarios son diseñados por las entidades, aunque su supervisión es responsabilidad de la CNMV.
  • 5 Productos. A partir del resultado del test, el banco estará autorizado a vender los productos que aparezcan como aptos. El cliente puede solicitar al banco el inventario de artículos que le son convenientes y no convenientes. Los productos con carta blanca podrán ser vendidos sin mayores problemas. Pero aquí entran en juego los diferentes indicadores de riesgo.
  • 6 Alertas. Antes de que entrara en vigor Mifid 2, ya funcionaban varios indicadores de riesgo que van colgados de los diferentes productos. Los fondos de inversión llevan uno que va desde el 1 (menor riesgo) al 7 (máximo riesgo). El fondo Santander Small Caps España, famoso por una intensa campaña televisiva, exhibe un 6 de manera muy visible. Hay otros dos termómetros en los que la filosofía es similar; cuanto más alto sea el número, más peligroso es el producto. El creado por el Ministerio de Economía a inicios de 2016 clasifica los planes de pensiones, determinados seguros de ahorro, los depósitos, los bonos convertibles, las acciones y la deuda privada. Queda excluida la deuda pública, pues es considerada ultrasegura. Los productos vinculados a un subyacente, como los fondos cotizados (ETF), los derivados (CFD, warrants, swaps y opciones), los depósitos estructurados y los seguros con componente de inversión (unit linked) llevan su propio kit con otro indicador del 1 al 7 y cuatro escenarios de evolución de la inversión (favorable, moderado, desfavorable y de tensión) en los que se muestran las ganancias y las pérdidas potenciales.
  • 7 Inconveniencia. Los productos que sean no convenientes podrán contratarse siempre que el inversor acepte determinadas advertencias. Ojo aquí. De acuerdo a los resultados del examen, el inversor desconoce los riesgos reales de esos productos. Incluso deberá escribir de su puño y letra lo siguiente: “Este producto es complejo y se considera no conveniente para mí”. En los CFD, las opciones binarias y los productos apalancados sobre el mercado de divisas, el inversor deberá ir un paso más allá y escribirá : “Este producto es complejo y la CNMV considera que no es conveniente para mí”.
  • 8 Idoneidad. Cuando la entidad ofrezca asesoramiento (ocurrirá en la mayoría de los casos en los que se ofrezcan fondos de inversión), el cliente deberá contestar a un test más amplio que el de conveniencia. Es más completo, pues en él se incluyen aspectos de la situación financiera personal, como el patrimonio, el sueldo o la pensión. También se hacen preguntas sobre los objetivos de inversión: las necesidades de liquidez, si el dinero es para imprevistos, para complementar los ingresos periódicos o tiene el único objetivo de elevar el patrimonio, además de chequear la tolerancia a las pérdidas. Aquí se asignará una clasificación, entre muy conservador y agresivo pasando por dinámico. En función de esa etiqueta se ofrecerán depósitos a los más prudentes y fondos de Bolsa a los más intrépidos. Este es el modelo de Santander, CaixaBank, Bankia y Sabadell.
  •  9 Otros productos. Cuando la entidad no dé asesoramiento y, por lo tanto, no realice test de idoneidad, lo común será que ofrezca fondos de terceras firmas. BBVA ya ha puesto en marcha un supermercado con fondos de inversión de gestoras extranjeras. El cliente podrá seleccionar así entre una gama más amplia.
  • 10 Comisiones. La entidad está obligada a ofrecer el producto con los ­costes más bajos. Si existe un mismo fondo con varias clases, el banco debe ofrecer el más barato al que pueda acceder el cliente. Por ejemplo, si existe uno con una comisión de gestión del 1% si se invierten 10 euros, del 0,75% si se apuestan 1.000 y del 0,5% para 100.000, debe dar el más barato en función del patrimonio.
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Fuente: El País