Siente que no ha hecho más que empezar. Mientras, asume la responsabilidad que conlleva recibir las llaves de Miami, la ciudad a la que llegó de la mano de Facebook y en la que comienza a ver cómo sus planes se hacen realidad. Laura González-Estéfani (Madrid, 1976) pasó de su ciudad natal a Silicon Valley de la mano de Facebook. En solo tres años llegó a la capital latina para unir la red social con el mundo hispano. Varios acuerdos después y superada la barrera de los 1.500 millones de usuarios, decidió dar el paso más importante y arriesgado de su vida, crear The Venture City, un ambicioso proyecto con visión transversal, desde la formación —a través de un acuerdo con la Universidad de Miami Dade— al corporate venture y dos programas estrella de incubación y aceleración con plazos flexibles y sin dramas en caso de ruptura.
Ahora tiene una obsesión: crear una fábrica de iguanacornios, un animal ficticio que une a los unicornios, como llaman en el argot a las compañías valoradas en más de mil millones de dólares, con las típicas iguanas de Florida.
Fuiste la primera empleada de Facebook en España pero pronto pasaste a la sede central de Menlo Park, ¿cómo fueron aquellos tiempos?
Fui la country manager cuando Facebook abrió en España. Era la única, después se añadió Portugal y Holanda. Más tarde, en 2008, ya se creó equipo desde Dublín y Reino Unido. En aquel momento no había anuncios, ni páginas, ni newsfeed. Apenas solo fotos. Mi responsabilidad era muy distinta: mi función era hacer que se entendiera bien qué era Facebook en una época en la que las redes sociales estaba demonizadas. Establecimos relaciones con líderes de opinión, con La 2 Noticias hicimos el primer telediario social del mundo, emitimos el primer Real Madrid – Barça mucho antes que Twitter… España se posicionó como un país disruptor. Fue una época muy divertida, fuimos mucho más lejos de lo que imaginamos.
¿Qué recuerdos tienes?
Muchos clientes me pedían que nos reuniéramos en las oficinas de Facebook y yo no sabía ni qué decir. Iba de café en café con mi ordenador. Todos los medios y empresas nos abrieron las puertas: los clubes de fútbol, el propio gobierno, el mundo de las artes, los partidos políticos. Facebook había nacido como una comunidad universitaria, pero ya ayudaba a que otras compañías hicieran negocios en una sociedad conectada. Ahora bien, también hubo quien, por ignorancia seguramente, nos cerraba puertas. Estábamos por todo el mundo y no teníamos miedo a aprender algo nuevo. Cuando explicaba a mi madre que me iba de eBay —que para ella era como una casa de apuestas— a un sitio de publicidad que no entendía, se preguntaba qué había hecho mal conmigo.
En Europa se sigue pensando que el éxito consiste en monetizar»
Apostaste por una empresa de gran crecimiento pero de la que muchos dudaron. Hoy es incuestionable su poder y solidez, ¿qué es lo que te convenció?
Lo que me convenció fue el efecto viral. Un día eran 10.000 usuarios, la semana siguiente 50.000 y la otra 150.000. Ese crecimiento exponencial era increíble. No estábamos monetizando, pero sí veías el interés en el producto. Lo más difícil era eso, que vinieran. Con ese interés lo de menos era monetizar. Sin embargo, en Europa y países emergentes, se pensaba que la métrica era el dinero que generaba. Durante muchos años se puso en duda la capacidad de monetizar de Facebook. No entendían que los unicornios tienen una capacidad brutal de crecimiento sin tener que pagar por marketing.
Pasaste de Silicon Valley a Miami, con la vista puesta en América Latina, ¿qué descubriste al llegar allí? ¿Qué te enamoró?
Me ofrecieron Latinoamérica desde Silicon Valley, en el equipo de Javier Oliván. Fue fascinante. Tenía la responsabilidad de hacer crecer a países como Brasil y México haciendo entender el valor de internet. Fue un aprendizaje brutal. El móvil era la prioridad absoluta, pero con red 2G.
¿Y Cuba?
Cuando el presidente Barack Obama levantó las restricciones fue un momento muy especial, histórico para ambos países. Esa fue una de mis últimas misiones: lidiar con el país menos conectado del mundo. Cuba nunca nos bloqueó, tuvimos una relación muy saludable con desarrolladores, universidades y las casas que empezaban a ofrecer alojamiento… La inteligencia colectiva cubana es impresionante, tienen un gran ingenio. Pero aún queda más por hacer.
¿Es fácil irse de Facebook?
No, siempre decimos en tono de broma que es más fácil entrar que irse de Facebook. Como todas las compañías grandes americanas te retienen con proyectos ambiciosos, no con dinero. Hacen que te comprometas con una misión y su impacto. Lo de Cuba era algo histórico y no me lo quería perder. Ha sido un privilegio formar parte de ello. Ahí he dejado amigos para toda la vida. Muchos son ahora mentores en The Venture City. Nos apoyan y muchos han invertido. Desde Eduardo Montes, que fue mi jefe en Siemens, a Laurence Fontinoy que lo fue en eBay, a Javier Oliván, que fue mi jefe de Facebook. Siempre están ahí para darme una mano.
¿Cómo es la relación con Facebook?
Excelente. Cuando te vas, lo primero que te dicen es que vuelvas cuando quieras. Eso es un orgullo. Tenemos partnership con ellos para España y Europa. Me da seguridad, sé que si me pego una castaña, tanto yo como la gente mi equipo, podemos repensar qué queremos hacer después.
¿Cómo es el ambiente tecnológico en Miami?
Muy nuevo y prometedor. Apenas tiene tres años de vida, pero ya tiene unicornios como Magic Leap o Ultimate Software, Modern Medicine, también Care Cloud. Y casi todas las tecnológicas tienen aquí su ancla para América Latina y la costa Este. La densidad de la inversión es alta. Ya no hace falta estar en Silicon Valley, Nueva York o Tel Aviv para hacer un gran producto. Yo he elegido Miami para montar The Venture City por la apertura de miras que he encontrado, tanto en gobierno y en compañías tradicionales como en la gente.
¿Cómo es el equipo de The Venture City?
De lo más diverso. Somos de nueve nacionalidades y se hablan 11 idiomas. Tenemos una gran diversidad de amores, de colores y sabores. El talento del futuro tiene que ser abierto de miras.
En The Venture City queréis reinventar o renovar la forma en que se invierte en startups, ¿por qué? ¿Qué consideras que se puede mejorar?
Nunca ha sido tan fácil hacer una compañía como ahora. Nosotros en The Venture City queremos ayudar en ese aspecto. En estos siete meses se han invertido más de 20 millones de dólares. Ya tenemos un iguanacornio, como es Cabify. Hemos invertido en Optimus Ride, que es puntera en coche sin conductor, salida del MIT Lab. Hemos invertido en RecargaPay, PlayGround, Pixlee, Woom, Hoguru… Son de diferentes lugares pero todas con gran proyección. Aún así, muchos emprendedores no necesitan tanto dinero como ayuda con producto e ingeniería. Y ahí podemos jugar un papel crucial.
Uno de los puntos que llama la atención es la evolución de dos conceptos cada vez más gastados, la incubación y aceleración. ¿Cómo es vuestra visión al respecto y cómo queréis cambiarlo?
Tenemos programas Fellowship. Tanto Garden, para empresas de entre seis y nueve meses con buenas métricas de crecimiento y alcance, pero necesitan talento de los que ya lo hicieron, como Greenhouse, que ya tienen más de año y medio. Ofrecemos asesoramiento y compromiso de perfiles que vienen de Facebook, de Google, de WhatsApp, eBay… Todos vienen de compañías que han experimentado hipercrecimiento en momentos iniciales. Son perfiles que entienden y disfrutan involucrándose. Con práctica y conocimiento adquirido.
¿En qué consiste Studio?
Es una propuesta que nos ilusiona muchísimo por el impacto que va a tener. Consiste en ayudar a las compañías tradicionales. Ya hemos tenido varias peticiones. Nos quieren para que aportemos el ángulo disruptivo de cómo cambiar el transporte, la salud, la banca, los seguros… Es un corporate venture, pero muy práctico. Nos comprometemos a ir al menos una vez al mes para ayudar a entender qué pasa o qué adquisiciones convienen. Ayudamos a operar de manera más ágil.
¿Qué límites os ponéis?
Pocos, pero sí uno claro: no vamos a invertir en más de siete compañías al año. Queremos dedicarles de verdad tiempo de calidad, con curación detallada.
También resulta innovador el hecho de poder romper la relación de una manera amistosa, poco visto en el sector. ¿Cómo se planteó esa posibilidad?
Andrés Areitio, que es quien lidera el fondo, sabe lo que es ser emprendedor muy bien. Los programas de aceleración no han cambiado apenas en los últimos 20 años. Son maravillosos y gracias a ellos los emprendedores han llegado lejos. Pero también, cuando hablas con emprendedores ves cómo sienten que no es justo dar un 7% de la compañía por adelantado cuando no saben si les va a ir bien o mal, o cómo será el camino. Intentamos que sea más de ganarlo mes a mes. Tanto por nuestro lado como el del emprendedor. Lo vemos como un juego de construcción en el que cooperamos. Es maleable. Vamos juntos en el proceso. Creo que esa visión falta en la industria.
¿Cómo ves el ecosistema en España?
Un poco rancio desde el lado del inversor. Es una pena que los fondos sigan apostando por compañías para que montenicen desde el día uno. Eso significa que en lugar de poner los recursos en crecer, los ponen en monetizar, algo que por ende les está costando el crecimiento. Los fondos tradicionales en España están poniendo condiciones leoninas, haciendo que los emprendedores se jueguen bienes personales o reservándose el derecho a admitir nuevos inversores en las rondas. En Estados Unidos es al contrario. Si de verdad queremos tener un hub desarrollado hay que poner fe en los emprendedores y ayudarlos. El importante es el que tiene la visión, el emprendedor.
¿Es tan grave?
Sí, es lo que yo llamo la muerte peluda. Es cuando tu crecimiento se ve interrumpido por el propio inversor. El que tenía que ayudar, te cierra puertas.
El ecosistema de inversión en España es un poco rancio»
¿Qué tipo de empresa se busca?
Nos interesa todo lo que sean tecnologías aplicadas a la salud, la inteligencia artificial… Va a haber gran disrupción en educación, fintech y seguros. Y queremos estar en ese terreno. También en el transporte, por eso el interés en Optimus Drive y Cabify. Los servicios como Hogaru o 1Doc3 me enamoran también. El entretenimiento, con el vídeo por bandera, también va a cambiar con realidad aumentada y realidad virtual.
¿Qué es lo que más llama la atención al seleccionar las startups?
Siempre me fijo en el fundador y en la visión que tiene. Siempre. El 80% de tu inversión es el fundador, que percibas que tiene resortes, que cuando se caiga se levante rápido.
Y al contrario, ¿con qué carencias suelen llegar?
Suelen tener carencias financieras y operativas. Es súper cool tener una startup y meterse en tecnología, está muy de moda, pero al final esto son negocios. Los pilares son los numeritos básicos. A veces no entienden cómo maximizar lo que levantan. Suelen empezar a levantar tarde. De media se tarda cuatro meses en levantar una ronda pero hay que planificar mucho antes.
¿Qué esperan los inversores de The Venture City?
Tener acceso a oportunidades más interesantes en tecnología y, evidentemente, el equipo somos de la industria. Somos una mezcla entre financiero, para tener una rentabilidad superior a la media, y otros que venimos de la industria y sabemos qué métricas mirar y qué mejorar dentro de producto, ingeniería y crecimiento. Ayudamos a discernir.
Y, además, madre de tres hijos, ¿te consideras una wonderwoman?
No, en absoluto. Hay muchas mujeres con muchos menos recursos haciendo malabarismos para salir adelante. En mi caso, desde pequeña, he tenido muy claro que siempre estaré aprendiendo. Tengo un marido maravilloso también emprendedor y nos apoyamos mutuamente. Mis hijos saben a qué me dedico y lo entienden. A veces hasta dan buenas ideas. He tenido la suerte de ser hija de la primera generación de madres que trabajó. Mi padre, por desgracia murió muy joven, con 47 años y luchó para que mi hermana y yo fuéramos muy independientes.
¿Qué considerarías un éxito cuando dentro de cinco años eches la vista atrás?
Me encantaría que hubiera, al menos, cinco iguanacornios o cinco unicornios de puntos emergentes, bien reconocidos, donde los fundadores sean brillantes. El éxito de The Venture City será poner al mismo nivel a los emprendedores que triunfan en Silicon Valley, en el Silicon Alley de Nueva York o en Tel Aviv con los de otros países.
Fuente: El País