Francia sabe un par de cosas sobre inversores entrometidos. El Gobierno mete regularmente las narices en los asuntos de la industria privada. Magnates como Vincent Bolloré llevan mucho tiempo luciéndose por los consejos tanto en el país como en el extranjero. Pero pocas grandes empresas francesas han sufrido la matraca que sacude regularmente a sus primos americanos. Pernod Ricard, el grupo de bebidas alcohólicas, se ha hecho una idea hace poco con la entrada de Elliott Advisors con una participación del 2,5%. Habrá más casos.

Los ejecutivos de las empresas incluidas en el índice de referencia CAC-40 pueden culpar en parte al presidente Emmanuel Macron de su creciente preocupación por el activismo. Como ministro de Economía en 2015, el exbanquero de Rothschild ordenó un aumento furtivo de la participación del Estado en el fabricante de automóviles Renault para duplicar los derechos de voto del Gobierno. Eso no sólo legitimó las maniobras típicas de los fondos de cobertura en los mercados de capitales parisinos. También sentó las bases para el actual enfrentamiento con Nissan, en el que Renault posee una gran participación.

Del mismo modo, los intentos de Vivendi de tomar el control de Telecom Italia este año no solo han fracasado, sino que señalaron la vulnerabilidad de la cadena de mando. Bolloré posee el 25% del conglomerado de medios de comunicación, que puede valer alrededor de un 30% menos que la suma de sus partes. Una división del grupo podría desbloquear ese descuento.

Los inversores también podrían ganar presionando a Renault para que venda su participación del 43% en Nissan. El valor de la participación es de 16.000 millones de dólares (14.000 millones de euros), casi tanto como la capitalización de mercado total de Renault, 20.000 millones de dólares (17.600 millones de euros). El arresto del presidente y consejero delegado, Carlos Ghosn, en Tokio ha puesto de manifiesto la disparidad en la gobernanza entre los dos socios. En caso de que esto conduzca a una ruptura de la alianza de ambos fabricantes de automóviles, los inversores presionarán a Renault para que libere dinero inmovilizado en Nissan.

Luego está Danone. El gigante del yogur de 44.000 millones de euros no tiene ningún accionista de control y ha tenido un rendimiento inferior al de sus rivales Unilever y PepsiCo –su otrora depredador– durante cinco años consecutivos. O el fabricante de materiales de construcción Saint-Gobain, cuyas acciones llevan yendo a la zaga de las de la japonesa Asahi Glass la última media década. A finales de noviembre, el grupo de 18.000 millones de euros lanzó un plan para acelerar la venta de activos y el ahorro de costes, una señal reveladora de la agitación del consejo.

En el pasado, el establishment francés ha cerrado filas para proteger a los campeones nacionales de intrusos extranjeros no deseados. Sin embargo, ya sea en vidrio, automóviles, música o productos lácteos, la Francia corporativa debe prepararse para un activismo que no se parece a su variedad autóctona.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

Fuente: Cinco Días