Pivote de riego circular monitorizado por los sensores de BQ. Pivote de riego circular monitorizado por los sensores de BQ.

Ni la nube tiene por qué ser un objeto visible y concreto ni el acrónimo inglés IoT significa necesariamente internet de las cosas. Eso, por lo menos, es lo que piensan en el departamento de agricultura de Bosch, en el que prefieren hablar del internet of trees, la red de los árboles, y la nube son los datos que esta puede almacenar. Junto con el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (Irnas, un centro de investigación del CSIC), esta empresa de electrónica alemana está testando en una finca de olivares, en Utrera, un sensor que pretende ir un paso más allá en la penetración de lo digital en el campo.

Pegado a una hoja, este tensiómetro mide en tiempo real su turgencia, que depende de la cantidad de agua en el suelo, la situación atmosférica y la fisiología del olivo. De esta forma, la planta se convierte en “un verdadero biosensor que proporciona una información muy valiosa”, explica José Enrique Fernández, investigador del Irnas.

Tras recoger este dato, el sensor lo transmite vía radio a un ordenador de campo y este, a su vez, lo traslada a la nube a través del sistema GPRS de telefonía móvil. Unos algoritmos lo interpretan y actúan directamente sobre la electroválvula del sistema de riego, para que se abra y cierre de forma automática. El ahorro de agua conseguido con esta metodología de precisión es del 55%, detalla Fernández.

En las pruebas llevadas a cabo hasta ahora, “la producción cayó en un 30%, pero la calidad aumentó mucho”, subraya. Y apostilla: “Si a esto le añadimos la reducción de los gastos de energía, de poda y el menor impacto de las enfermedades fúngicas, el beneficio neto para el agricultor es superior al que se llevaría con el riego tradicional”.

El ahorro de este recurso alcanza en algunos casos  el 55%

En el país del aceite de oliva, donde se estima que alrededor de un 40% del agua no se utiliza de forma eficiente, el potencial de estos tensiómetros en el olivar de regadío –que representa un 30% de las hectáreas dedicadas a este cultivo– es “enorme”, resalta el presidente de Bosch España, Javier González. El directivo asegura que una versión asequible del sensor saldrá a la venta este año.

El papel del explotador

El agricultor podría desear esta misma precisión en las mediciones, pero un nivel menor de automatización. Estar en el campo y tomar personalmente las decisiones sobre el riego sigue siendo muy importante para muchos explotadores. Por ello, existen empresas que se encargan del análisis de los datos registrados por los sensores y almacenados en la nube, con el objetivo de hacerles llegar unas sugerencias para regar en el momento más oportuno y con la cantidad de agua más adecuada.

Es lo que hace, entre otras, BQ con su Proyecto Gaia, “un sistema que puede coger cualquier dato del mundo agrícola, también de sensores de otros fabricantes, y aplicar fórmulas para que el agricultor utilice los resultados”, señala el director de innovación agraria de esta empresa de electrónica española, Jorge Luis Loza. Una de sus actividades es la instalación de sensores en pivotes de riego circulares para detectar rápidamente las averías. Se evita así el consiguiente estrés hídrico que, según el directivo, puede causar una merma de hasta un 30% del cultivo.

Con el Proyecto Gaia, BQ gestiona también la climatología en el cultivo del champiñón, a través de la elaboración en la nube de grandes cantidades de datos sobre temperatura, humedad, posición de la Luna o previsiones meteorológicas, entre otros. El hecho de conocer en detalle la necesidad hídrica del cultivo en cada momento y poder ajustar el riego lleva a un ahorro de agua que alcanza “fácilmente el 50%”, afirma Loza.

Para el ingeniero agrónomo José Manuel Delgado, por lo menos en un cultivo extensivo como los frutales, esta economía llega al 20%. “La eficiencia en la aplicación de agua en el riego de precisión depende mucho de la tipología de los cultivos, ya que en determinados momentos del año algunos de ellos no sufren por recibir la cantidad mínima de agua, pero otros sí”, detalla. “Aun así, el ahorro es notable”, admite el también director del área de proyectos de Indefa Ingenieros, una firma valenciana que, a través del internet de las cosas, lleva la monitorización y las programaciones de tres comunidades de regantes que en conjunto ocupan una superficie total de 35.000 hectáreas.

“De los tres compo­nentes del ahorro del agua –cómo se recaba, cómo se distribuye y cómo se aplica–, los dos primeros dependen de la mejora de las infraestructuras, lo cual es ya muy urgente, y solo el último del explotador”, explica Delgado.

De acuerdo con los expertos consultados, el internet de las cosas, por medio de los sensores y los sistemas que explotan los datos obtenidos a partir de las imágenes que capturan los satélites y los drones, introduce en el campo aquellas buenas prácticas que valorizan el papel del agricultor en el uso más eficiente de un recurso tan fundamental –y tan despilfarrado– como el agua.

Drones

Riego Proyecto Gaya.

Proveedores. Parrots, Ebee y DJI son las marcas de drones más usadas en agricultura, según Antidio Viguria, jefe de aviónica del Centro Avanzado de Tecnologías Aeroespaciales.

Funciones. Los drones miden el estrés hídrico del cultivo a partir de datos sobre la temperatura recogidos con cámaras infrarrojas.
Ventajas. A diferencia de los satélites, los drones pueden capturar imágenes con tiempo nublado y usarse en el momento más oportuno. “Además, ofrecen una resolución mucho más alta, fundamental para algunos tipos de cultivos”, subraya. Viguria.

Fuente: Cinco Días