Con el reciente resurgimiento de las tendencias proteccionistas y los movimientos populistas, que han propiciado el Brexit y la elección de Donald Trump en EE UU, no cabe sino preguntarnos cuáles son las implicaciones para el mercado de trabajo de una mayor integración regional. Un buen ejemplo es la ampliación de la UE a los países de Europa Central y Oriental (PECO) de 2004, la mayor en cuanto a número de países entrantes hasta la fecha. Aunque el comercio de bienes con estos países ya se liberalizó a principios de los noventa con los acuerdos europeos de asociación, con la adhesión plena se liberalizaron los servicios y se abrieron las fronteras a los movimientos de capital y de personas.

Una de las mayores preocupaciones de los países ya miembros de la UE en aquel momento —así como también en el periodo previo a la votación del Brexit— era que una Unión Europea sin fronteras supone para los países entrantes una ventaja en costes salariales con respecto a los antiguos socios comunitarios. Dicha ventaja se materializa además en un incremento de las exportaciones de bienes finales de los PECO al resto de la UE y genera, en teoría, unos efectos negativos sobre la competitividad y el empleo de los países con mayores salarios. Asimismo, las empresas de países como Alemania, cercanos geográficamente a los países entrantes, podrían relocalizar parte de su producción en los nuevos miembros de la UE para beneficiarse de dichas ventajas. ¿Es esto lo que ha sucedido?

Para cuantificar los efectos sobre el empleo de la liberalización comercial, era habitual hasta hace dos décadas utilizar las estadísticas de comercio de productos finales gross trade sin considerar cuál es el valor añadido en cada etapa de la producción de un bien o servicio. Recientemente, sin embargo, las cadenas de valor regionales y globales son una realidad creciente del comercio internacional. El análisis de tablas input-output, propagado por Leontief (1936) y recientemente extendido a la economía internacional (www.wiod.org) permite trazar las entradas —valor añadido— que han contribuido a un producto final en distintos países. Por ejemplo, permiten evaluar la cantidad de trabajadores cualificados de Eslovaquia que contribuyen al valor agregado de un Porsche Cayenne alemán. Utilizando esta información se obtiene que el incremento de las exportaciones en valor añadido que se atribuyen a la ampliación de la UE de 2004 ha generado empleo en todos los países miembros.

A diferencia de las expectativas de preadhesión, la proporción de mano de obra no cualificada utilizada en la producción de bienes y servicios para la exportación disminuyó en los PECO después de la ampliación de la UE, mientras que aumentó la participación del capital y de la mano de obra con cualificación media y alta (Kaplan, Tristan y Martínez-Zarzoso, 2018). Estos datos apuntan a una mejora general de habilidades dentro de las cadenas de valor europeas. El estudio indica que las exportaciones en valor añadido asociadas a la ampliación se han incrementado en media alrededor del 13% en manufacturas y del 10% en servicios. Los mayores aumentos relativos se observan para las exportaciones entre nuevos miembros, mientras que los aumentos del comercio entre el Este y el Oeste son más modestos. Sin embargo, cabe destacar un aumento de las exportaciones de servicios de los antiguos miembros de la UE a los nuevos. Asimismo, esto se traduce en una contribución significativa del factor trabajo a las exportaciones de valor añadido.

La ampliación de la UE de 2004 ha tenido, por tanto, efectos positivos netos para el empleo en todos los países miembros de la UE. La mayoría de los incrementos en el número de trabajadores se han producido en los empleos de cualificación media, aunque también se observa un incremento en la contribución de empleos de alta cualificación en los países UE-15 y una reducción en la contribución de empleos con cualificaciones altas para las exportaciones del Este al Oeste. Los países con mayores incrementos netos de número de trabajadores han sido los del Este, y en particular Eslovaquia, con un 3,3% de creación de empleo asociada a la ampliación. Mientras que los efectos son limitados pero positivos para los socios occidentales, con porcentajes que varían entre el 0,02 (para España) y el 0,11 (para Alemania) asociados a la ampliación. Esto supone 44.000 empleos adicionales para Alemania, uno de los principales beneficiados debido a su proximidad geográfica con los PECO. Por tanto, la subcontratación de tareas poco cualificadas condujo de hecho a una competitividad reforzada de las empresas de los antiguos miembros de la UE que generó puestos de trabajo en los segmentos de cualificación media y alta.

Cabe mencionar, sin embargo, que el comercio y la integración económica, aun teniendo efectos netos positivos sobre el crecimiento y el empleo, es claro que generan ganadores y perdedores. Por ello es importante diseñar políticas europeas o nacionales que compensen y protejan los estratos de población más vulnerables. Ha habido trabajadores en sectores más expuestos a la competencia internacional, como los servicios domésticos o el sector transporte, que han experimentado descensos en sus salarios en países como Alemania o España. Los responsables de la formulación de políticas sociales en Europa Occidental no tuvieron en cuenta en parte a esos ciudadanos y de ahí surgieron en cierta medida las crecientes oleadas de populismo y nacionalismo. Por tanto, para futuras adhesiones es recomendable no descuidar el aspecto social y utilizar la información disponible que permite identificar y compensar a los perdedores de la integración y de la globalización.

Inmaculada Martínez-Zarzoso es catedrática de Economía de la Universidad Jaume I de Castellón y de la Universidad de Gotinga.

Fuente: El País