No queremos ser menos que nuestros vecinos. Pero tampoco que nos igualen perdiendo la autonomía para decidir en qué ámbitos queremos ser mejores y qué sacrificios estamos dispuestos a realizar para conseguirlo.

Si la lógica de vecindario se aplica a lo territorial, el recelo hacia el vecino se llamará agravio comparativo. Y la tensión entre igualdad y autonomía se hará más evidente. La uniformidad puede ser un billete directo hacia la igualdad, pero casa mal con el principio de autonomía política de los territorios.

En España, cada vez que se publican datos comparados entre comunidades autónomas reaparece el debate sobre autonomía y desigualdad. Es evidente que existen diferencias importantes entre regiones: listas de espera, horarios de apertura comercial, inversión extranjera o carrera profesional de funcionarios. La cuestión es: ¿cuánta de esta heterogeneidad es fuente de desigualdad y cuánta de esa desigualdad es aceptable en un país descentralizado?

Un primer apunte en este debate es que las diferencias entre regiones no son siempre un problema, pues permiten la innovación y la difusión de buenas prácticas y que las políticas se adapten a las preferencias de los ciudadanos en cada territorio.

Segundo, una parte de la diversidad autonómica puede verse como un problema técnico cuando genera ineficiencias. Pero solucionarlas pasa por una mejor coordinación entre regiones.

Tercero, lo que no tiene naturaleza técnica, sino política, es definir qué es desigualdad (y no diversidad) y cuánta desigualdad debe aceptarse.

La principal fuente de desigualdad no se encuentra en cómo gastan las regiones (resultado de su autonomía), sino en cuánto pueden gastar. En concreto, en las diferencias en financiación per capita entre las comunidades de régimen foral y el resto. El acuerdo político ha sido, de momento, permitirlas.

Si escribe al consejero para quejarse de lo mal que compara su región con el resto, ponga en copia a Rajoy. Porque la financiación es la principal fuente de desigualdad, y su próxima reforma, una oportunidad para debatir sobre cuánta desigualdad es admisible. @sandraleon_

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Fuente: El País