El sector inmobiliario español ha registrado una auténtica reconversión obligado por la profunda crisis en la que se precipitó tras el boom. La mayoría de los grandes promotores de la época anterior al colapso han desa­parecido del mapa, algunos de ellos protagonizando quiebras empresariales de las mayores registradas en España. Concursos de acreedores, miles de proyectos paralizados, numerosas desapariciones de empresas e innumerables pérdidas de puestos de trabajo fueron el penoso resultado de una manera de hacer los negocios que demostró tener los pies de barro. La caída del sector, con un frenazo inédito de la actividad, tuvo un durísimo impacto en términos sociales del que más de una década después España aún no se ha recuperado y que ha marcado un antes y un después en la manera de entender la promoción inmobiliaria en España.

Por el largo camino de la crisis se quedaron en el papel muchos grandes proyectos urbanísticos, destinados a mejorar y modernizar las ciudades, imprescindibles para impulsar su desarrollo. Un proceso este cuyo renacimiento ha tenido que enfrentarse a barreras ideológicas y administrativas, pero que es necesario retomar por el bien del país. La puesta en el mercado de suelo finalista, por lo demás, deberá servir para modular unos precios que se empiezan a disparar de nuevo.

Los planes de la capital de España, algunos como el de la operación Chamartín (hoy, Madrid Nuevo Norte), retenido durante 26 años, son el mejor ejemplo de lo que queda por hacer. Un camino despejado, al que no es ajena la favorable predisposición de la nueva Administración municipal, se abre a proyectos que suman no menos de 130.000 viviendas en las dos próximas décadas, con los principales focos de crecimiento situados al norte de la capital –el citado Nuevo Norte–, y los cinco nuevos barrios del desarrollo del sureste. A estos se sumarán importantes núcleos de oficinas y comerciales. En total, un negocio global de más de 30.000 millones de euros.

Otros planes, como el macroproyecto que prevé lanzar Aena para sus terrenos junto a los aeropuertos (principalmente Barajas, en Madrid, y El Prat, en Barcelona), pondrán en marcha desarrollos de no menos de 3,3 millones de metros cuadrados. Son planes, cierto que los más grandes, necesarios para la modernización del país, pero de los que en mayor o menor medida están salpicadas casi todas las ciudades de España. Serán un éxito si se saben llevar adelante sin caer en los errores del pasado. La profesionalización y especialización del nuevo sector inmobiliario juegan en favor de que sea así.

Fuente: Cinco Días