Ha sido muy significativo que el primer viaje de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, haya sido a Adís Abeba (Etiopía) para reunirse con Moussa Faki Mahamat, líder de la Comisión de la Unión Africana. El mensaje oficial es que África es una prioridad para abordar el cambio climático, la emigración y la seguridad. La verdad, sin embargo, es que Europa está perdiendo influencia en el continente ante el aumento del papel económico y político y de seguridad desempeñado, sobre todo, por China. El comercio entre el país asiático y el continente africano se ha multiplicado, al pasar de 10.000 millones de dólares en 2000 a 120.000 millones en 2018, según el FMI.

Europa continúa en el primer puesto por volumen de intercambios, con 160.000 millones. Y en inversiones extranjeras, las antiguas colonias como Francia y Reino Unido, superan todavía claramente a China, según Bruegel. Pero las distancias se acortan. África está en ebullición. Lo reflejan el crecimiento de su población, que en 2050 superará los 2.000 millones de habitantes, el doble que hoy, y la elevación de la esperanza de vida hasta los 65 años. Sin embargo, el número de personas que viven en la extrema pobreza no cesa de aumentar y, si no cambia nada, podría albergar el 90% de los pobres del mundo en 2030, según el Banco Mundial.

La realidad es que Europa ha sido muy poco consecuente con el papel que debía desempeñar en África, según la anticipadora visión del ministro de Asuntos Exteriores francés Robert Schuman. El próximo mayo se cumplen 70 años de la Declaración Schuman, la primera iniciativa de crear una institución europea que propuso someter la producción de acero y carbón bajo una autoridad común. Se trataba de que los países compartieran la producción de los materiales básicos para fabricar armas y evitar las guerras que habían asolado Europa. En la Declaración Schuman había una referencia premonitoria al desarrollo de África: “Dicha producción (de carbón y acero) se ofrecerá a todo el mundo sin distinción ni exclusión, para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz. Europa podrá, con mayores medios, proseguir la realización de una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano”.

Europa incumplió aquella humanista promesa y perdió una gran oportunidad. Hoy África tiene otros socios que intensifican sus relaciones como China, India, Japón y Rusia. Además, Europa ya no puede mirar al continente del sur pensando solo en su desarrollo. La Europa envejecida también necesita a los africanos. Alemania, por ejemplo, precisará más de seis millones de inmigrantes hasta 2030 para sus industrias y para poder pagar sus pensiones.

El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, acaba de subrayar la necesidad de millones de inmigrantes para el futuro de España y Europa. Solo desde la ignorancia se puede negar la conveniencia de la inmigración y la cooperación en pie de absoluta igualdad.

Fuente: El País