«Lo más esencial es que las sedes de las empresas estén en el territorio: a medio plazo, más vale tener sedes sin fábricas que fábricas sin sedes». Esta conclusión pertenece al economista y maestro de microeconomistas Andreu Mas-Colell, que fue consejero de Economía y Finanzas en el Gobierno nacionalista de la Generalitat.

Pertenece a un texto ya añejo, La mundialització dels mercats: algunes implicacions, publicado en 1994 en la Revista Econòmica de Catalunya. Un texto que ilumina las falacias con que algunos de sus excolegas de la política han minimizado el desastre que para Cataluña supondrá el éxodo de sedes sociales y fiscales. Y que se inserta en los estudios más avanzados de economía regional.

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¿Por qué las sedes son, según Mas-Colell, «consideración central para la calidad económica de un país» en la era de los mercados globales? Porque «la fabricación requiere gente disciplinada y que sabe leer y seguir instrucciones» mientras que «las sedes necesitan gente dotada de creatividad»; porque concitan en su entorno «unidades de investigación con personal muy cualificado y poco sustituible» y porque «dan mayor estabilidad a la estructura productiva de un territorio».

En efecto, la «atracción de sedes contribuye a la demanda de servicios y de capital humano de alto nivel para la ciudad/región, con sus correspondientes efectos multiplicadores», redobla Xavier Vives, el economista español que más ha investigado el asunto (Centres de decisió empresarial i activitat econòmica, Papers d’Economia industrial, Generalitat de Catalunya, 2002).

La rebaja de los costes de transporte es clave en la última globalización. Facilita la separación entre sede social y lugar de fabricación. No es algo nuevo: la SEAT tuvo durante décadas dirección en Madrid y factorías en Barcelona. Lo nuevo es su intensidad. ¿Con qué resultado?

«El resultado es una separación entre ciudades y grandes regiones especializadas en proporcionar servicios a las sedes de las empresas y en ser centros donde se innova y se producen ideas; y ciudades y regiones más pequeñas especializadas en la producción», registra Vives.

Los estudios sobre empresas norteamericanas demuestran la interrelación entre mayor renta per cápita y diversidad y número de sedes. De las 5.000 compañías que cotizaban en Bolsa en 1999 un 40% se ubicaban en solo 20 counties: tecnologías y servicios empresariales en el oeste; finanzas en el este, energía en sureste.

Luego, la localización se ha orientado según parámetros más que sectoriales, de otro tipo, como el climático: el cinturón del sol aventaja a los centros fabriles tradicionales. Los beneficios de la cercanía a empresas afines o a clústers con centros educativos y tecnológicos ya se ha cuantificado: un aumento del 10% en la acumulación de sedes de empresas de ámbito conexo incrementa su producción entre un 2,05% y un 5,25% (Why and where do headquarters move, V. Strauss-Kahn y X. Vives, IESE, WP 650, 2006).

Por eso los gobiernos municipales, regionales y nacionales se afanan en atraer sedes, con infinitos apoyos indirectos y enormes subvenciones directas. ¿Todos? bueno, la mayoría.

Fuente: El País