El mundo arde con el cambio climático y España exporta su modelo para sofocarlo

España es el país desarrollado con un generoso manto arbóreo que más tiempo lleva sufriendo incendios forestales. También es el que atesora la experiencia para atajarlos de forma “profesional, organizada y con modernas tecnologías”, afirma Enrico Carraro, consejero delegado de la compañía aérea Elitellina.

La alarma social que provocan las quemas boscosas descontroladas, retransmitidas por televisión en directo cada verano, ha acelerado la maduración en España de un sector de apagafuegos con una rápida concentración en tres empresas: Babcock, Faasa y Habock.

Faasa tiene su origen en la localidad cordobesa de Palma del Río. Fue creada como operadora de fumigación agrícola en 1966 por el militar y acróbata aéreo Sebastián Almagro. Hoy cuenta con una flota de 102 helicópteros y aviones, con una plantilla de 500 personas y con filiales en España, Chile, Italia, Uruguay y Perú. Ha creado el centro tecnológico Seilaf de simulación antiincendios, una escuela de pilotos y tiene centros de mantenimiento en varios países. Más de 185.000 horas de vuelo dedicadas a emergencias sanitarias, protección civil, transporte de pasajeros y carga. Explota contratos de extinción de incendios en Andalucía, Castilla-La Mancha, Castilla y León y el Ministerio de Agricultura.

Juan Carlos Sánchez, piloto y responsable operativo de Faasa, conoce la radical transformación experimentada en extinción de fuegos en los últimos años. “La aplicación de sanciones y el aumento de la conciencia ha reducido los incendios pequeños”. Por el contrario, crecen exponencialmente las grandes catástrofes. «Por comunidad y temporada, antes había a lo sumo tres incendios de nivel 2 (que exigen medios nacionales para su extinción). Ahora no bajan de 15 o 16. En julio de 2017, con la quema en Albacete, estuvimos a punto de que se declarara por primera vez en España un incendio de nivel 3, que exige el concurso de medios internacionales para apagarlo”, señala. 

¿Por qué son cada vez más habituales los grandes incendios? Sánchez no tiene dudas: “Es el cambio climático que suma el aumento de temperatura a los estragos de las sequías y la proliferación de ventarrones. Los fuegos se vuelven explosivos e incontrolables por encima de 30 grados, con una velocidad del viento superior a 30 kilómetros hora y una humedad ambiente por debajo del 30%”.

“Entrenamiento en simulador y contratos por disponibilidad”

El mundo arde con el cambio climático y España exporta su modelo para sofocarlo

Miguel Angel Tamarit, vicepresidente de Faasa

Con dos décadas de exigente experiencia apagaincendios, Miguel Ángel Tamarit, vicepresidente y responsable internacional de Faasa, afirma que “se puede hablar de un modelo español de extinción que es reconocido por su eficacia en los países asolados por estas catástrofes” y que “nos ayuda en la expansión más allá de nuestras fronteras”.

¿De qué modelo hablamos?
Los brigadistas son, en sentido estricto, quienes apagan los incendios y para ser eficaces tienen que estar adiestrados, ser profesionales y utilizar maquinaria pesada. El papel de las aeronaves se relaciona con la vigilancia y ofrece la posibilidad de una intervención rápida con el traslado inmediato de los bomberos. El vertido de agua y retardantes tiene como objetivo aplacar la virulencia y perfilar el perímetro del incendio.

Para ambas funciones helicópteros ligeros que se utilizan en Italia o Portugal tienen escasa eficacia. En el modelo español se combina el uso de aviones, que son más rápidos, con el de los helicópteros pesados y semipesados, con mayor capacidad y versatilidad.

¿Qué particularidad tienen los contratos con las Administraciones?
Los contratos de apagafuegos en España son de disponibilidad. Se paga el 90% del precio pactado por tener un número de medios aéreos a disposición. Solo el 10% del incentivo económico es variable y está diseñado para cubrir el coste de la hora volada. Nos pagan por estar y no por volar. Otra exigencia es la coordinación de medios sobre el fuego.

¿Van a entrar en Portugal?
Faasa se va a licitar en Portugal a través de Elitellina. El país vecino necesita para la campaña de este mismo verano unos 50 helicópteros y no dispone más que de 32.

Las autoridades portuguesas, tras el desastre del año pasado, han emprendido una importante reforma de sus dispositivos antiincendio. Estudian los modelos apagafuegos de Galicia y Andalucía. Han lanzado varias licitaciones que han quedado desiertas, excepto una que se ha adjudicado una empresa local con la que Elitellina tiene un acuerdo de colaboración.

El agravamiento del cambio climático no solo afecta a España. Son cada vez más los países en riesgo de desertización. Italia, Grecia, Croacia, Rumanía o Portugal aún hoy apagan sus quemas boscosas con el miedo de los afectados, la buena voluntad de unos bomberos voluntarios, alguna microempresa de helicópteros y unidades aéreas del Ejército. La virulencia de los incendios desborda a las primeras de cambio este precario dispositivo. Francia y Alemania se consideraban a salvo de la plaga, pero ya han visto las orejas al lobo.

En este escenario, España ha hecho de la necesidad virtud y ha convertido la ventaja de su larga experiencia en sufrir grandes fuegos (“¡… maldita ventaja!”), en la base de su internacionalización.

Faasa fue la primera española del sector en cruzar el charco”, explica Juan Carlos Sánchez, piloto de Faasa que cada año actúa de cuatro a seis meses en la extinción de incendios en Chile. “En 2005 creamos la filial Faasa Chile por pura necesidad. Con el 85% del negocio de antiincendios necesitábamos una contratemporada en el hemisferio austral; una compañía con medio año sin actividad está muerta”.

Chile
La cordobesa comenzó como subcontratista de tres helicópteros para un operador chileno. Hoy tiene dos filiales: Faasa Chile, con sede en Concepción, y Calquin, en Santiago. Su aventura desplaza cada temporada a 60 pilotos y suma 41 helicópteros (se transportan desde España en contenedores por vía marítima) y aviones (saltan el Atlántico volando). Sus clientes principales son Conaf (el instituto forestal chileno), el Ministerio de Agricultura y Arauco, la mayor maderera privada.

Sánchez detalla las características de la actividad de Faasa para la industria maderera. “En cada siniestro se juega mucho dinero y actúan de inmediato con aviones y helicópteros para contener la dimensión del incendio. Fiscalizan el operativo y penalizan cualquier fallo”.

En Uruguay la filial Foresval se dedica a la extinción de incendios. Perú no está asolado por el fuego y la actividad se centra en trabajos aéreos, carga externa y apoyo a la minería.
Para entrar en Italia Faasa tomó una participación mayoritaria en Elitellina, un operador aéreo de la región de Lombardía. Cuenta con 40 años de experiencia, actividad apagafuegos, apoyo a instalaciones eléctricas, ocio alpino, transmisión de televisión. Su consejero delegado, Enrico Carraro, explica que “la consecución de una masa crítica era imprescindible para mantener una presencia en Italia y afrontar la internacionalización”.

Italia
El objetivo se conseguía con la compra del 65% por Faasa que concretó en febrero de 2017. Elitellina tiene 11 helicópteros y va a incorporar cuatro. De sus 45 trabajadores, 11 son pilotos. Tiene contratos de extinción de fuegos en Lombardía, Cerdeña, Sicilia, Toscana y Calabria. Ha comprado a su competidor Eliwork.

El modelo apagafuego es diferente en Italia. En este país solo se utiliza helicópteros ligeros con una capacidad de echar agua de 1.000 litros por pasada frente a los 3.000 litros de los que se usan en España. El contrato con las Administraciones en Italia no incluye el transporte aéreo de brigadistas y se desconoce el concepto de la coordinación de medios sobre el escenario del fuego. “El modelo italiano es ineficaz frente al español”, sentencia Carraro.

Tecnología que apaga incendios
Seilaf. El Sistema de Entrenamiento Integrado de Lucha Antiincendios Forestales, fruto de una joint venture entre Faasa e Indra, es una plataforma tecnológica diseñada para entrenar en vuelo y en tierra todas las actividades profesionales que intervienen en la extinción de un incendio forestal; desde retenes o directores técnicos hasta pilotos de helicópteros y mandos.

Para recrear esta realidad del fuego utiliza novedosas tecnologías de representación táctica, aeronáutica y meteorológica. José Sánchez Corbera, director de simulación en Indra y uno de los creadores de Seilaf, asegura que “se trata probablemente del único simulador de lucha contraincendios del mundo. Permite el entrenamiento conjunto de todos los roles que intervienen en la gestión de un incendio para coordinar actuaciones complejas en incendios de grandes dimensiones, que requieren el despliegue de numerosos recursos que hay que gestionar”.

Ataque preciso. El centro creado para el sistema de simulación Seilaf se ubica en Sevilla. Sus instalaciones acogen a bomberos, policías y profesionales de protección civil de todo el mundo con el objetivo de recibir adiestramiento en situaciones catastróficas en relación con el fuego. Allí han ido a entrenarse profesionales chilenos, italianos, sudafricanos, uruguayos, bolivianos, bomberos argentinos, guardias urbanos chinos. Faasa ha explotado los beneficios de la utilización de la tecnología en otros desarrollos. El proyecto Monif incorpora una pantalla de cámaras infrarrojas en la cabina del avión o helicóptero y permite al piloto detectar la intensidad de la llama en imágenes en tiempo real y atinar en el momento de la descarga sobre el corazón del incendio. El proyecto Foam aporta un dispositivo adosado en los helicópteros, con el que el piloto inyecta más o menos espumógeno en el agua de la descarga.

Riesgo. Juan Carlos Sánchez, el piloto de Faasa, reconoce que “el incendio es escenario propicio para accidentes”. “El intenso calor reduce la potencia del rotor hasta en un 20%. Por ello siempre vamos a tope”. “El helicóptero lleva colgando un cable con el bambi (recipiente para transportar el agua) y puede chocar contra cualquier cable aéreo, nuestros mayores enemigos”. “La gran cantidad de aeronaves que operan en muy poco espacio encima del fuego, multiplica el riesgo de colisión”.

Fuente: Cinco Días