Somos el lugar donde vivimos? Hasta ahora se creía que el factor determinante de la segregación económica en las ciudades era el lugar de residencia. Un estudio del MIT Media Lab y la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) liderado por el español Esteban Moro lo desmiente: la distribución de perfiles diferentes está condicionada en un 50% por nuestras acciones diarias. Es decir, que gran parte de la segregación está embebida en nuestro comportamiento. “Es una buena noticia porque significa que se puede cambiar”, afirma Moro.

El estudio, que se publicará en las próximas semanas, es fruto de una investigación que comenzó hace más de un año, cuyos resultados preliminares se presentaron en la Fundación BBVA. Para llevarla a cabo, los investigadores del MIT han usado datos de 4,5 millones de usuarios de teléfonos móviles en EEUU, representativos de una población de 83 millones de personas en 11 áreas metropolitanas (incluidas Nueva York, San Francisco, Boston, Los Ángeles o Miami, entre otras).

Dichos datos -basados en servicios de localización como consultas del tiempo, recomendaciones de restaurantes, etc.-, fueron cedidos por el programa Data for good de la empresa Cuebiq. Esta recoge todas las ubicaciones de cada usuario y las agrega de forma anónima. Para conocer el nivel de renta de cada persona, los investigadores del MIT analizaron dónde pasaba cada cual la mayoría de las noches -para inferir su lugar de residencia- y después contrastaron cada ubicación con el censo, que proporciona información sobre el estrato económico de cada bloque censal (compuesto por 1.000 personas).

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  • Puntos de encuentro

El propósito inicial este proyecto, denominado El atlas de la desigualdad, era estudiar el fenómeno del crecimiento de la desigualdad en las ciudades, entendiendo esta como la ausencia de rentas diversas en un mismo lugar. La premisa: cada vez vivimos más separados. “Queríamos saber dónde se encuentran personas de diferente condición económica”, comenta Moro.

El científico puntualiza que, si bien encontrarse no significa necesariamente interactuar, lo que es seguro es que la interacción con personas diferentes a nivel económico no se dará si nunca se produce tal encuentro. “El 30% de las relaciones que hacemos en nuestra vida surgen con personas que están en sitios a los que vamos. Lo que queríamos ver es si hay a priori en las ciudades una barrera que no permita el encuentro de gente diversa”, añade.

¿Y qué hallaron? Que el 75% de las personas que se encuentran vive muy lejos entre sí. “Si se segregan es porque quieren, no por dónde viven”. También que el factor precio tampoco es determinante como causa de la segregación, al igual que no lo es tanto la ubicación. “Hemos encontrado sitios muy diversos al lado de sitios desiguales”, asegura Moro. El investigador explica que, cuando se trata de un restaurante, lo determinante es el tipo de comida, y también las valoraciones (cuanto mejor valorado, más diverso). “Cerca del MIT hay un local de comida rápida mexicana donde te encuentras gente de todas las rentas y justo al lado hay un restaurante vegetariano de precio similar pero muy segregado”, comenta.

Los sitios más desiguales, según el estudio, son las escuelas y las iglesias, en este caso por razones de ubicación, ya que cumplen un papel local. Los lugares menos segregados son aeropuertos, museos, exhibiciones, centros comerciales y espacios de entretenimiento. ¿Qué hay del lugar de trabajo? “El trabajo ha sido usualmente un factor de miscibilidad pero cada vez está más segregado”, apunta Moro.

Pantallazo del ‘Atlas de la desigualdad’
  • Frentes de cambio

Para la siguiente fase del proyecto, ya en marcha, los investigadores están trabajando directamente con los usuarios para conocer cómo está segregada cada persona. Quieren conocer el nivel de segregación individual, qué sitios influyen más en ello y cómo es cada cual de representativo de la población global de su zona. Con ello buscan que los usuarios sean conscientes de que las acciones individuales que toman son parte importante -dice Moro- de la desigualdad que experimentamos a lo largo de nuestro día a día. “Solo con cambiar de acera puede variar mucho el tipo de gente con que te relacionas”, afirma.

Otro de sus objetivos es empezar a trabajar con empresas y con decisores políticos para usar todo el conocimiento obtenido para reducir la desigualdad. “No puedo cambiar dónde vives ni comprarte una casa pero sí cómo te mueves, qué te recomiendo, etc.”, dice Moro. Buscan trabajar con diferentes organizaciones y con las autoridades locales para, por ejemplo, abrir nuevas líneas de transporte público, implementar campañas que incentiven a visitar lugares diferentes o modificar aplicaciones de recomendación que, entre dos lugares similares en cuanto a valoración y ubicación, muestren al usuario aquella más diferente de su nivel de renta.

“Las empresas y la Administración pueden realizar este tipo de acciones de forma muy sencilla”, asegura Moro. Otra utilidad obvia para el sector privado es la de conocer qué tipo de grupos de renta visitan sus locales o qué efecto tendría abrir un negocio en una zona específica, dónde podría funcionar y dónde no. Es tan fácil como echar un vistazo al mapa que los investigadores han desarrollado junto con la startup española CARTO. En él se aprecia a simple vista los resultados del estudio en la ciudad de Boston. Próximamente -dice Moro- publicarán los mapas del resto de ciudades.

Fuente: El País