A menudo se lee en los diarios que tal startup ha levantado uno o veinte millones en su última ronda de financiación. Mientras que en paralelo se publica que 9 de cada 10 fracasan en sus primeros cuatro años de vida. Esta paradoja es el resultado de situar el foco a nivel empresarial en el lugar equivocado.

El éxito de una compañía no radica en captar financiación, sino en qué hace para que su negocio sea rentable. ¿Cuántos puestos de empleo genera? ¿Ha superado el punto de equilibrio? Y… ¿ha conseguido cerrar el año con ganancias?

La captación de fondos no significa nada si los euros acaban en bolsillo roto. De hecho, a lo único a lo que contribuye es a inflar una burbuja cada vez más susceptible de pincharse. Este humo es generalmente el resultado de las ideas revolucionarias, las que nacen con el fin de alterar el paradigma hasta ahora conocido. Son el producto de la frase: “No hay nada igual en el mercado”.

Lo más probable es que no exista nada similar porque no se sostenía el modelo, porque el mercado no estaba preparado o, posiblemente, por un error muy común en el que caen los nuevos emprendedores: son ideas incapaces de monetizar.

Así surge la falsa creencia entre muchos de los nuevos emprendedores de que el éxito reside en captar fondos. Un pensamiento cuyo oscuro trasfondo es que cuando algo es insostenible se triunfa colocándole un lazo y enamorando a cuatro multimillonarios para que aflojen

Y desde luego que hay ideas disruptivas e innovadoras que merecen todo el crédito del mercado. Pero para emprender con éxito no se necesita dar con la panacea, sino labrarse un hueco donde uno sea único e innovador… y desde esa posición sepa dar al cliente lo que exige. Así de sencillo y de complejo. El tablero ha cambiado, las reglas del juego no.

El Financial Times publicaba que únicamente el 1% de las compañías logra satisfacer las expectativas de sus clientes. Añadía, además, que casi 9 de cada 10 usuarios estarían dispuestos a abonar más por un producto o servicio a cambio de una mejor experiencia. Estos datos, demoledores, reflejan con números una verdad: al cliente no se le da lo que pide, a pesar de que esté dispuesto a pagar más por ello.

¿Para emprender hace falta descubrir América? No. Es hora de olvidar el humo, de abandonar la cultura del pelotazo, de dejar a un lado las ideas revolucionarias que se cimentan sobre muros de paja… es hora de hacerse con un hueco y dar al cliente lo que pide: ahí reside el éxito verdadero del emprendimiento. El tablero ha cambiado, las reglas del juego no.

Álvaro Esteban Keogh es socio director en Eureka PR

Fuente: Cinco Días