El ministro de Economía, Luis de Guindos —y con él, España— está ante un serio dilema europeo: optar de nuevo por la presidencia del Eurogrupo (los ministros económicos de la eurozona) o aspirar a una plaza relevante (la vicepresidencia) en el Consejo del Banco Central Europeo (BCE).

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Ambos puestos son importantes, influyentes, apetecibles. Y apetecidos. El próximo jueves, día 30, concluye el periodo para presentar candidatura al Eurogrupo, al acabar el mandato del polémico holandés Jeroen Dijsselbloem. La votación es el 4 de diciembre.

Guindos afronta dos obstáculos: uno, de imagen histórica, pues ya fracasó en el intento de sustituirle. Dos, el hecho de que tres de las cuatro poltronas de oro de la UE las ostenten conservadores: el Consejo Europeo (Donald Tusk), la Comisión (Jean-Claude Juncker) y el Parlamento (Antonio Tajani).

Sería poco digerible para la socialdemocracia que la cuarta fuese a otro rival (el cesante Dijsselbloem dice ser laborista, aunque no lo parezca). Y también chocaría con el “equilibrio institucional” siempre deseado en la UE.

Pero Guindos dispone de buenas bazas. Del apoyo de los herederos del democristiano alemán Wolfgang Schäuble; del eventual sostén francés (una eventual candidatura de su gouverneur de la Banque de France, François Villeroy de Galhau, para encabezar el BCE, buscaría granjearse a España); del grueso de los Gobiernos del PPE; y del socialista portugués Mario Centeno (apoyo mutuo y recíproco a cualquiera de ambos que se presente).

La izquierda exhibe dos buenos candidatos, el propio Centeno y el italiano Pier Carlo Padoan, así como del —menos conocido— checo, el súper ortodoxo Peter Kazimir. Quedan en cierta ambigüedad los votos liberales belga, luxemburgués y holandés. Pero “si España levanta el dedo, esta vez le toca”, afirman con distintas variantes varios protagonistas.

El puesto tiene enjundia formal: la próxima es la última presidencia no permanente del Eurogrupo (hoy hay doblete de ministro nacional, actuando también como presidente), institución apenas institucionalizada pese a su importancia. Pero quien pilote la transición podría optar a ser jefe permanente.

Y mucho interés de contenido: para un país del Sur como España la palanca del Eurogrupo es clave a efectos de impulsar una unión bancaria completa (garantía de depósitos) la mutualización de riesgos (FME y/o eurobonos) y un ministerio de Hacienda común. El español, el más veterano del grupo, o casi, ha defendido todo eso, mientras actuaba de fiel escudero de Schäuble.

La otra hoja de la margarita por deshojar (pese a la expectativa, Guindos mantiene un silencio hábil), es la vicepresidencia del BCE.

Son fuertes precandidatos a la presidencia el alemán Jens Weidmann y el francés Villeroy: si ese puesto es para un país grande, el de vice —ya en liza, pues el portugués Vítor Constancio lo deja en primavera— debería ir a uno pequeño, plaza para la que se califica el irlandés Philip R. Lane. Y a pocos les gusta que un político, un ministro en ejercicio, acceda directamente a una poltrona tan independiente. Hagan juego: De Guindos y España.

Fuente: El País