A finales de los noventa, los productores de la ribera del Xúquer, en Valencia, le quitaron a la variedad de caqui que crecía de forma natural en su zona la astringencia que la caracterizaba, y convirtieron lo que hasta entonces había sido una producción testimonial en un éxito internacional. Ahora su desafío no es botánico sino ambiental: el cambio climático.
Una granizada destruyó gran parte de la cosecha de 2017 y en julio pasado, otro temporal afectó a 3.500 hectáreas dedicadas a este cultivo en la comarca, que ya habían sufrido las consecuencias de las heladas de febrero y marzo.
Cirilo Arnandis, presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Kaki Ribera del Xúquer, reconoce que el último fenómeno climatológico ha provocado una merma de cerca del 40% de la producción para este año, por lo que “es posible que no podamos satisfacer toda la demanda”. “Lo peor es el descenso de trabajo que acarrea en la zona, ya que muchas familias dependen de las campañas agrícolas”, comenta.
En 2017 los productores de la DO recolectaron más de 150.000 toneladas y este año la estimación más favorable es de 100.000. El mayor problema es que el cambio climático amenaza con intensificar y aumentar la frecuencia de tormentas como la del pasado domingo 1 de julio.
Esta campaña se espera una merma del 40% y alcanzar en el mejor de los casos las 100.000 toneladas
Arnandis acepta que a corto plazo es complicado tomar medidas que ayuden a prevenir o minimizar los riesgos climatológicos. “Lo que sí se puede hacer es seguir potenciando el seguro agrario, que garantiza que ante situaciones como la vivida este año, el agricultor tenga cubierto su trabajo y sus ingresos”, afirma.
En cuanto a la pérdida de empleos, informa que el consejo regulador ha trabajado este año con las Administraciones para encontrar salidas laborales para todas aquellas personas que viven de la campaña del caqui y de otros productos agrícolas.
El caqui se cultiva en la comarca desde mediados de los cincuenta, pero hasta finales de los noventa estaba limitado a pequeñas cantidades. La variedad autóctona rojo brillante tenía un sabor amargo, lo que obligaba a venderla cuando estaba excesivamente madura, es decir, con una consistencia blanda y gelatinosa, lo que dificultaba su comercialización.
A mediados de los noventa, el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA) y cooperativas de la ribera adoptaron una técnica japonesa para eliminar los taninos de la fruta antes de que madurase demasiado, de modo que se pudiera consumir con una textura firme, similar a la de una manzana o melocotón.
En 1997 salieron al mercado los primeros caquis duros de esta variedad y desde entonces el crecimiento ha sido espectacular. De producir apenas 7.000 toneladas se pasó a 160.000 en 2012, volumen que situó a España como el quinto productor mundial, muy cerca de Japón (253.000), de gran tradición en el cultivo de caqui.
La denominación de origen, que se creó en 1998, agrupa a 15 cooperativas y dos empresas que generan alrededor de 5.000 empleos y exportan el 80% de su producción por un valor que supera los 200 millones de euros.
Carne firme y crujiente
Para ayudar al consumidor a distinguir los caquis rojo brillante, de consistencia firme y carne crujiente, de los blandos y gelatinosos, la DO registró en 2011 la marca comercial Persimon. Sus principales mercados son Alemania, Francia, Italia y Suiza.
La feria de Ifema dedicará al caqui uno de sus tres congresos. El II Simposio Internacional Kaki Attraction se celebrará hoy de 15.30 a 17.30 en el pabellón 10. El programa incluye una ponencia de Marisa Badenes (IVIA) y Edgardo Giordani (Universidad de Florencia) sobre la variedad rojo brillante.
Los otros dos congresos se celebrarán mañana y se enfocarán en la uva de mesa sin semilla (Grape Attraction, de 9.30 a 14.30 en el pabellón 10) y frescos orgánicos (Biofruit Congress, de 16 a 19 en el pabellón 6).
Fuente: Cinco Días