¿Por qué los inversores se comportan como lo hacen? Tener mayor o menor tolerancia al riesgo depende de lo que los expertos llaman sesgos emocionales, motivados por los sentimientos y las emociones, y los sesgos cognitivos. Entre los primeros están el exceso de confianza, el autocontrol o la aversión al remordimiento y, entre los segundos, la auto atribución, el anclaje o la confirmación.

Así se recoge en el estudio Behavioral Finance: ¿Por qué los inversores se comportan como lo hacen y no como deberían?, elaborado por las profesoras de la Universidad de Zaragoza, Natividad Blasco y Sandra Ferreruela, y publicado por el Servicio de Estudios de BME.

En este informe sobre la psicología aplicada a los mercados financieros (Behavioral Finance) se intenta saber algo más sobre qué es lo que lleva a los inversores a comportarse de una manera o de otra a la hora de tomar sus decisiones de inversión.

“Un sesgo es una predisposición hacia un determinado error de juicio”, explican las autoras en el estudio. Entre los principales sesgos están los que hacen que un inversor tenga una mayor tolerancia al riesgo y los que hacen que tengan más aversión a éste.

  • Exceso de confianza

Entre los primeros, el estudio recoge el exceso de confianza. Durante la presentación del estudio, Natividad Blasco, explicó que “el inversor que tiene sobreconfianza suele sobreestimar la propia habilidad para predecir, valorar activos o tomar decisiones. Pone límites a la diversificación e infravalora los riesgos. El estudio pone el ejemplo de un “principiante afortunado que en sus primeras operaciones se siente incentivado a presumir de su habilidad y a seguir negociando”.

  • Autocontrol

El autocontrol también es un sesgo característico de los inversores más arriesgados. En el estudio, las autoras recogen que los inversores prefieren consumir hoy en lugar de guardar para mañana. Infravaloran los objetivos de largo plazo por falta de disciplina. Ponderan excesivamente en las carteras acciones con dividendos altos para cubrir necesidades de corto plazo. Un ejemplo de ello son las conclusiones de un estudio de Aegon de 2015 en el que la conclusión principal es que solo el 28% de los españoles ahorra para su jubilación de manera habitual.

  • Aversión al remordimiento

La aversión al remordimiento es un sesgo que implica un excesivo conservadurismo de la cartera, lo que lleva a obtener una menor rentabilidad a largo plazo. En este grupo se incluyen los inversores que siguen a pies juntillas el dicho “si no vendo, no pierdo”.

La afinidad es otro sesgo que tienen muchos inversores conservadores. El estudio explica que en este caso, el inversor suele apostar por activos que resultan más familiares o que resultan más conocidos. Este tipo de inversor tiende a invertir excesivamente en activos nacionales y que sepa pronunciar correctamente.

  • Representatividad

En cuanto a los sesgos cognitivos y entre los que implican mayor tolerancia al riesgo está la representatividad que implica basarse excesivamente en estereotipos. Este tipo de inversor hace muchas rotaciones de su cartera y es un fan de acudir a las OPVs sin tener en cuenta que no todas pueden ser interesantes para él.

  • Confirmación y autoatribución

Es otro sesgo cognitivo asociado a la tolerancia al riesgo. Los inversores que tienen este sesgo suelen tener en cuenta sólo la nueva información positiva (la que reafirma ideas previas), obviando la negativa. La autoatribución también es otro sesgo típico de los que no tienen aversión al riesgo. El inversor considera que las ganancias se deben más a su habilidad que a la suerte, mientras que en el caso de las pérdidas son la suerte u otros factores externos los culpables.

  • Anclaje y contabilidad mental

Entre los sesgos cognitivos de los inversores más conservadores está el de anclaje. Los inversores pueden anclarse en un máximo reciente del título. “El precio ha llegado hasta 10 euros, no podemos vender ahora que cotiza a 5”. En este grupo también se incluye el sesgo de contabilidad mental. Estos inversores tratan su dinero de manera diferente dependiendo de su origen y del objetivo que se plantean. El dinero inesperado por un premio de lotería puede invertirse en activos más arriesgados ya que creen que pueden permitirte el lujo de perderlo”, explica Natividad Blasco.

Al margen de los sesgos, el estudio también hace referencia a otros factores que influyen al inversor a la hora de tener un perfil más o menos conservador. «Resulta casi obvio decir que el desarrollo del Behavioral Finance pasa por entenderel proceso de toma de decisiones de los inversores, y esto no es posible, sin tener en cuenta los factores sociales, culturales e históricos» explica el estudio.

Cuestiones pendientes

Entre las conclusiones del estudio, las profesoras de la Universidad de Zaragoza explican que el Behavioral Finance surge en respuesta a las dificultades del paradigma tradicional para explicar algunos hechos básicos que se detectan en los mercados de valores.

Afirman que los inversores no siempre tienen las reacciones que consideramos racionales y predecibles, sino que toman decisiones influidos por sus sesgos cognitivos y sus emociones. Los avances en la psicología cognitiva han permitido desarrollar un ámbito de estudio basado en la racionalidad limitada de los agentes que se describe como el nuevo paradigma de los mercados financieros. La Teoría de las Perspectivas de Kahneman y Tversky, los sesgos, la heurística y los sentimientos son los elementos básicos de las denominadas finanzas conductuales. Estos elementos interaccionan de manera compleja y permiten explicar por qué los inversores no forman carteras tan diversificadas como deberían, alejándose del tradicional equilibrio rentabilidad-riesgo, y por qué los precios de los activos se desvían de sus valores fundamentales. Incluso los sesgos cognitivos y emocionales pueden explicar el comportamiento y los resultados de las empresas, permitiendo al Behavioral Finance entrar en el terreno de las finanzas corporativas.

Explican que «queda pendiente el acercamiento de BF a lo que, quizá sin mucho acierto, se ha traducido como finanzas sociales, es decir, a las finanzas que tienen en cuenta el entorno económico, social y cultural en el que se desenvuelven los individuos y que, sin duda, es un factor clave en la toma de decisiones. Este acercamiento favorecerá el estudio de cómo los mercados agregan a inversores inicialmente heterogéneos en su manera de procesar la información, de sentir y de actuar».

Fuente: El País