Facebook habla, y medios de todo el mundo entramos en efervescencia indisimulada. “Zuckerberg lanza una criptomoneda descentralizada basada en blockchain que abaratará las transacciones y bancarizará a 1.700 millones de personas”, exclamamos. Pero la euforia es más bien el producto del humo de una campaña de comunicación con palabras cuquis como blockchain o criptomoneda.

En primer lugar, Libra no usa realmente blockchain, no encripta transacciones ni las mete en bloques encadenados entre sí. Tampoco es una criptomoneda como bitcoin, creada por mineros mediante prueba de trabajo, sino dinero fiat referenciado a deuda y… dinero fiat de toda la vida.

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Llegamos al segundo punto: Libra no es un sistema descentralizado. Cuenta con un regulador central privado y 24 socios que han puesto diez millones por barba por ser los nodos que validan las transacciones, y no permite nodos externos (por ahora).

Transferir dinero entre países es caro. Pero no solo por las comisiones. También debido a cuestiones regulatorias o políticas. ¿Va a ser capaz Libra de cobrar menos que Transferwise, Revolut o la mismísima PayPal (miembro de Libra)? Tampoco parece que la solución para bancarizar no bancarizados sea tecnológica. Educación, o solventar problemas sociales y administrativos son mucho más importantes.

“Que nos libren del dinero / Los verdes y los morados / Miro eso como un veneno / Que lo aparten de mi lado”.

Rosalía, Dios nos libre del dinero.

Lo que lleva a plantearnos para qué […] se ha creado Libra. Y debemos confiar en que no sea un intento de crear una nueva Reserva Federal y de ganar control sobre la oferta monetaria por parte de una compañía que, según muchos, ya tiene demasiado poder. Y si es cuestión de confianza, ¿por qué deberíamos confiar en Facebook?

Fuente: El País