La guerra comercial EE UU-China es hoy la mayor incertidumbre que aqueja a los mercados. Desatada por Donald Trump como medida defensiva para las empresas estadounidenses, los vaivenes del mandatario al aplicar sus políticas inyectan más preocupación en los inversores e impactan directamente en las economías de terceros. La consecuencia más notable de esa guerra arancelaria está en una severa caída del comercio internacional, certificada ya por la Organización Mundial del Comercio (OMC) con una alerta de frenazo para el tercer trimestre. Alemania, una economía eminentemente exportadora y de elevada fortaleza industrial, tiene su principal cliente en EE UU, de ahí que el neoproteccionismo de Trump sea causa directa de que la locomotora europea bordee la recesión, con las nefastas consecuencias que eso tiene para toda la UE.

Es difícil saber qué hay en la cabeza de Trump y por dónde saldrá su próximo tuit, pero un hecho reciente puede inocular algún cambio –o por lo menos alguna duda– en su fiebre por poner barreras. El CEO de Apple, Tim Cook, le ha explicado en persona que la principal razón por la que el gigante empresarial más prestigioso y rico de EE UU está perdiendo cuota de mercado frente a Samsung es la guerra comercial. Claro que hay otras razones, entre ellas algún error de Apple, pero ese es un lenguaje que entiende bien Trump. Cook le expresó su preocupación por que la surcoreana Samsung, su gran competidora, no esté sujeta a aranceles al importar sus productos a EE UU, lo que le genera pérdida de competitividad a la compañía creada por Steve Jobs. Apple se verá afectada por los nuevos aranceles porque fabrica la mayoría de sus dispositivos en China antes de importarlos a EE UU. Mientras, Samsung lo hace, además de en China y Corea del Sur, en países como Vietnam. Eso significa que su impacto arancelario será mucho menor.

Es obvio que esto no es nada nuevo, pero Trump ha considerado el argumento de Cook “muy convincente”. La aplicación de nuevos aranceles, sobre todo a productos tecnológicos, se ha aplazado tres meses, hasta el 15 de diciembre, para ciertos artículos, incluidos móviles y portátiles. Además, EE UU acaba de anunciar otra prórroga de 90 días en la moratoria que permite a sus empresas hacer negocios con el gigante chino Huawei.

Por sorprendente que parezca, todo indica que el argumento de Cook, sin ser nuevo, puede provocar algún tipo de reacción y bajar la tensión en una indeseada guerra comercial que empezó por proteger un acero y un aluminio por los que las empresas de EE UU deben ahora pagar más. Trump sabe que restricciones y aranceles nunca han servido para aumentar la competitividad, sino al contrario.

Fuente: Cinco Días