Antes de presidir la Reserva Federal, Janet Yellen (Nueva York, 1946) dijo que no debía dejar de rellenar el bol de ponche de una fiesta hasta que todos los invitados hubiesen llegado. Estaba reformulando una de las metáforas más populares de la política monetaria, popularizada por William M. Martin, patrón de la Fed durante 20 años, que decía que los banqueros centrales son esos tipos que se llevan el ponche cuando la fiesta se está animando, es decir, que retiran los estímulos cuando la economía se está calentando. Era 2012, la Fed había llevado a cabo una expansión monetaria sin precedentes, pero la tasa de paro en Estados Unidos rondaba el 8%. Es decir, que aún faltaba gente por llegar al guateque y, según Yellen, no podía faltar la bebida.

Hoy sábado acaba su mandato al frente de la Reserva Federal y la obsesión por no retirar el ponche antes de tiempo ha resulta la nota más significativa de estos cuatro años. Asumió el cargo en febrero de 2014 con el encargo de devolver la política monetaria a una senda de normalidad. Ella había participado en el diseño de esa artillería como vicepresidenta y mano derecha de Ben Bernanke. El precio del dinero llevaba situado en cero desde la gran debacle financiera, en 2008, no se había aprobado una sola subida de tipos de interés desde 2006 y el balance de activos de renta fija en manos de la institución se había cuadruplicado. Tuvo que llegar diciembre de 2015 para que se atrevieran con la primera subida y desde entonces solo ha habido cuatro más.

Académica reconocida

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Académica muy reconocida, graduada por Brown y criada en el barrio neoyorquino de Brooklyn, sus intervenciones públicas destacaban lo didáctico y lo claro, incluso en el complicado lenguaje que usan los banqueros centrales. Está casada con el Nobel de Economía George A. Akerlof, a quien conoció a finales de los años 70 en la cafetería de la Fed, precisamente, donde ambos trabajaban por aquel entonces. Rueda de prensa tras rueda de prensa, comunicado tras comunicado, Yellen siempre recalcaba que aguardaban a ver señales de una creación de puestos de trabajo sólida y sostenida antes de acelerar en la subida de tipos de interés, desoyendo a quienes alertaban de los riesgos de generar nuevas burbujas en el mercado financiero o a quienes alertaban del peligros inflacionarios.

Las cifras le han dado la razón hoy por hoy: la economía avanza con solidez, el mercado laboral se encuentra en una situación de pleno empleo y la inflación sigue por debajo del objetivo del 2%. Según los cálculos que hizo Heather Long hace unos días en The Washington Post, es la banquera central que más ha visto reducir la tasa de paro durante su mandato, al pasar del 6,7% al 4,1%. Como dice John Cassidy, autor de Por qué quiebran los mercados, Yellen desafió un pensamiento dominante en el momento en que se hizo cargo de la presidencia de la Fed, según el cual, cuando el porcentaje de desempleo queda por debajo del 5%, los precios se calentaban y podía comenzar una espiral inflacionista.

Discípula del economista keynesiano James Tobin, cuando llegó al puesto se la consideró más paloma que halcón, pero sobre todo lo que ha sido es una defensora del objetivo del empleo. Las alabanzas son prácticamente hoy unánimes para Yellen; hay quien ya la considera el mejor presidente de la historia, pero el éxito de un banquero central se mide sobre todo por lo que pasa en la economía años después. Alan Greenspan fue despedido entre alharacas, lo llamaban gurú, oráculo, maestro. Años después, analistas y mercados le acusaron de haber sobrerreaccionado al 11-S con demasiados estímulos y haber contribuido a formar la gran burbuja crediticia. Lo que pase con el legado de Yellen, que ha optado por una retirada de estímulos muy progresiva, estará íntimamente ligado a la gestión de su sucesor, Jerome Powell, que debe proseguir con el proceso de normalización monetaria aunque nadie espera giros bruscos.

La primera mujer que ha tenido la Reserva Federal es también el primer presidente en casi cuatro décadas que no repite mandato por otros cuatro años. Aunque son cargos propuestos por presidentes, los nuevos mandatarios suelen mantenerlos aunque procedan del partido político opuesto. Donald Trump la atacó durante la la campaña electoral americana, la acusaba de estar manteniendo los estímulos económicos para ayudar al éxito de la gestión económica de Barack Obama, quien la había nombrado. Luego, ya vez ya en la Casa Blanca, cambió su opinión e incluso llegó a elogiarla, pero optó finalmente por sustituirla.

Yellen permanecerá en Washington junto a su marido, que está dando clases en Georgetown. Cuando Akerlof recogió el Nobel, en su discurso contó cómo había conocido a Janet, cómo la economía había llenado sus vidas. “Nos gustamos inmediatamente y decidimos casarnos. No solo es que nuestras personalidades encajaran perfectamente, sino que siempre hemos estado de acuerdo sobre la macroeconomía. Nuestro único desacuerdo es que ella apoya un poco más el libre comercio que yo”, dijo. Ahora Yellen se incorporará a la Brookings Institution, uno de los laboratorios de ideas más prestigiosos de EE UU. Allí la espera su colega Bern Bernanke.

Fuente: El País