El anuncio de Vodafone sobre la compra de las filiales de Liberty Global en Alemania, Rumanía, Hungría y República Checa, una operación que supera los 18.400 millones de euros y la de mayor envergadura realizada por la teleco desde que compró Mannesmann en 2000, constituye un movimiento clave de concentración en el tablero de las telecos europeas, el más importante en una década. La compra supone un órdago para Deutsche Telekom en el conjunto de Europa Central y para Telefónica en Alemania, un extremo que confirmaba ayer expresamente la propia Vodafone al asegurar que el nuevo grupo tiene como objetivo llevar conexiones de 1 Gbps a cerca de 25 millones de hogares alemanes. Pese a que la teleco británica pretende obtener sinergias por un valor considerable, la adquisición supone un importante esfuerzo financiero para la compañía, la cual deberá abordarlo con su caja actual, nuevas emisiones de deuda, colocación de híbridos y cerca de 3.000 millones en bonos convertibles.

El interés estratégico y de negocio que la adquisición tiene para Vodafone es evidente, pero no ocurre lo mismo con la calificación que esta puede tener a efectos de competencia. A la espera de que se pronuncien las autoridades europeas, Deutsche Telekom y Telefónica ya han calificado como «monopolio» y de atentar contra la competencia el posible resultado de la adquisición en Alemania. Ahora le toca a Bruselas examinar la operación y hacerlo con el mismo escrutinio y rigor que aplicó, por ejemplo, a la venta de O2, filial británica de Telefónica, a la china Hutchison, que finalmente impidió por considerar que la operación hubiera dejado reducidos a dos los operadores de redes móviles en Reino Unido y que las contrapartidas ofrecidas para remediar sus preocupaciones no eran «suficientes». Aquella decisión, en la que interfirieron también motivaciones políticas –se produjo a pocos días del referéndum sobre el brexit– sentó un precedente y unos criterios que deberán aplicarse también a esta compra de Vodafone. De no ser así, no solo se pondría en cuestión la competencia del mercado de telecos en Alemania, sino la propia independencia de Bruselas.

Fuente: Cinco Días