El 29 de mayo de 2012, un Boeing 737 de Turkish Airways tomaba tierra en el aeropuerto de Bilbao. Con la operación, la aerolínea turca conectaba a la mayor ciudad del País Vasco —y centro de una zona de captación que incluye también parte del sudoeste de Francia— con Estambul y de allí, con su malla global de vuelos. Poco a poco, las tendencias internacionales de la expansión del mercado aéreo están llegando a España. Pero el apabullante predominio de Aena en el mercado aeroportuario español (en comparación con la liberalización y la fragmentación de países como Reino Unido) hacen que los beneficios de la competición entre aeropuertos no sean tan marcados como en otros países europeos.
El operador, el mayor gestor aeroportuario del mundo por número de pasajeros, administra todos menos tres de los aeródromos con servicio comercial de pasajeros funcionando en España: el de Castellón – Costa del Azahar (operado por una empresa francesa) y los de Lleida – Pirineus y Andorra – La Seu de Urgell, propiedad de la Generalitat de Catalunya y que entre ambos no llegan a los 40.000 pasajeros anuales.
Sin embargo, el músculo financiero del gigante español hace que las terminales españolas tengan una cosa que en gran parte del resto de Europa aún está por lograr: capacidad física para absorber el crecimiento previsto del mercado.
El 11 de febrero de 2015, salía a Bolsa el 49% de la nueva Aena, S. A., la culminación de un proceso que había comenzado en 1991, con la creación de la Aena original, acrónimo de Aeropuertos y Navegación Aérea. «El primer cambio se hizo porque estaba claro que los reguladores y gestores no podían estar juntos», explica Javier Marín, director general de negocio regulado de Aena. «Y surgió la necesidad de dar más agilidad a los servicios». La segunda fase, la separación específica del negocio aeroportuario, se produciría en 2011. En los dos años y medio desde su salida al mercado, el precio de la acción casi se ha triplicado, subiendo de los 58 euros de su precio de salida a los 160 euros con los que cerró este viernes.
La capitalización extra es, desde luego, bienvenida. Pero según Marín, la empresa ya ha se ha adelantado a sus rivales europeos en capacidad instalada. «Entre 2000 y 2010 se llevó a cabo un plan de expansión enorme, en el que se invirtieron 18.000 millones de euros», recuerda Marín. «El problema es que eso nos generó un endeudamiento que, durante la crisis, nos obligó a reestructurarnos». En 2012, Aena pactó la salida de 1.600 trabajadores, algo más del 10% de la plantilla.
Sin embargo, el proceso de expansión y contracción ha dejado secuelas. «Los recortes de plantilla han afectado al servicio», considera el diputado socialista Miguel Ángel Heredia. Los sindicatos también se declaran preocupados por los efectos de la tecnificación en el empleo y con las malas condiciones en la subcontratación. «Hay empresas que han pujado por debajo de la masa salarial», denuncian desde CC OO.
Con la recuperación de la demanda gracias, entre otras cosas, al boom turístico —hasta septiembre, entraron por las fronteras españolas un 10% de visitantes que en el año anterior, en el que ya se batieron récords—, el grupo español se declara, en palabras de su director general, «en una situación ideal, con infraestructuras de buena calidad y eficientes que permiten acomodar todo tipo de tráfico, sea de empresas tradicionales como low cost«. En los nueve primeros meses del año, la empresa facturó 3.099 millones de euros, de los que dos terceras partes proceden del negocio aeroportuario, un porcentaje alto con respecto a otras firmas del sector.
Sin embargo, el predominio del operador despierta críticas. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) ha sido implacable exigiendo la reducción de las tarifas aeroportuarias para abaratar el transporte y compensar la posición dominante.
Las alternativas a Aena no han conseguido despegar hasta ahora como aeropuertos para viajeros, pero no significa que el mercado sea un erial. El caso más notable de éxito es el aeropuerto de Teruel, operado por un consorcio formado por el Ayuntamiento y el Gobierno aragonés, que se ha ganado una posición como plataforma logística y centro de desarrollo aeroespacial.
Fuente: El País