Pueden hacer lo que cualquier otro taller de coches, pero no cualquier taller es capaz de imitar lo que ellos hacen. Así se resume el trabajo y la razón de ser de los talleres para vehículos exclusivos y de lujo. Se enumeran por decenas a lo largo de toda la geografía española. Algunos cuentan con la certificación de marcas como Jaguar, Ferrari, Maserati o Aston Martin. Otros, sin embargo, se han ganado su reputación por el buen hacer entre la escasa pero acaudalada clientela del país. La mayoría vive de la restauración y mantenimiento de coches de época, aunque no faltan los encargos de modelos actuales.

“Ofrecemos lo mismo que cualquier otro establecimiento, pero además ampliamos el servicio. Somos capaces de poner a punto un coche del que ya no se fabrican piezas, de arreglar un vehículo que no está en el mercado desde hace décadas, de hacer lo que harían en un taller de los años sesenta”, cuenta José Martínez, director del taller JJDLuxeGarage, situado en Alicante. Por eso, los plazos son más amplios y los ritmos de trabajo más lentos. No es lo mismo, señala, encontrar una pieza de Seat de hace 10 años que dar con una de Jaguar de la década de los 40. De la misma forma que nada tiene que ver comprar un capó que a día de hoy sigue fabricándose que construirlo, “consiguiendo las medidas y formas originales para que sean iguales que las del coche en cuestión”.

Otro de estos talleres es el que el concesionario C. de Salamanca tiene abierto en Marbella. La diferencia principal respecto a otros, además de la especialización de los profesionales en cada una de las marcas con las que trabajan, es la atención al cliente. “Una persona que ha comprado un coche de 300.000 o 400.000 euros no es mejor que otra, pero sí tiene requerimientos y necesidades distintas al resto”, apunta Sebastián Carrasco, mecánico y especialista en Bentley y Aston Martin. Por eso, el profesional debe tener una formación técnica “exquisita” que permita explicar cualquier problema que tenga el vehículo. La formación, además, debe ir actualizándose, “porque las tendencias del mercado van cambiando y los coches que van llegando son diferentes a medida que van pasando los años”.

Jaguar Etype, del año 1963. Jaguar Etype, del año 1963.

En este establecimiento, el proceso es algo más rápido. En función de la marca, el coche es revisado por uno u otro mecánico, que “hace un diagnóstico previo. Si el problema es grave, se ingresa el vehículo en el taller y se empieza a ver cómo puede solucionarse”. A partir de ahí, se hace un presupuesto aproximado y, si el cliente acepta, se empieza a trabajar. Como recuerda Carrasco, hay muchas diferencias entre los coches de época y los que llevan pocos años en carretera. “Los problemas más habituales de los nuevos vehículos, que son la mayoría de los que nos entran, son electrónicos. De vez en cuando apetece meterle mano a uno de época, que vienen con menos frecuencia, y sus problemas son mucho más diversos”.

En ello coincide Julio Martínez, propietario del taller GT Stradale, en el barrio madrileño de Vallecas, especializado en Ferrari, “más o menos el 80% de todo lo que hacemos”, y Maserati, Lamborghini y Aston Martin, que ocupan el 20% de los encargos. “El trabajo de coche de época es diferente, porque gran parte de la labor es manual, y cuesta mucho más encontrar las piezas necesarias”. Cuando el coche cumple 10 años, las averías aumentan y la búsqueda de herramientas es mucho más específica.

Así se trabaja en los talleres de los coches más exclusivos

Además de las averías y mantenimiento, los encargos en función de la marca son variados. Los dueños de un Ferrari, cuenta Julio Martínez, la mayoría de las veces quieren darle más sonido al escape. En los coches británicos, añade José Martínez, el cliente suele querer una tapicería e interiores idénticos a los de hace años. “Hay que buscar la madera que había en la época y también las pieles. Hay que respetar los pliegues y los microperforados… Los modelos clásicos obligan a meterse de lleno en la historia de la marca, a entenderla, a buscar información, a ver qué cuadra y qué está fuera de lugar. Técnicamente son más sencillos, pero también son más bonitos”, asegura. Por eso, una de estas reparaciones o puestas a punto pueden llegar a costar incluso 80.000 euros.

Llevar a cabo todas estas tareas no siempre es sencillo. Y es que, los profesionales de este peculiar sector no lo tienen nada fácil a la hora de buscar relevo o ampliar las plantillas. “Nos han llegado muchos aprendices que no estaban a la altura de estos coches. Y no por su culpa, sino porque la enseñanza en mecánica se ha quedado muy obsoleta”, explica Sebastián Carrasco. “Nosotros somos 15 en el taller y hemos querido ampliar, pero no lo hemos podido hacer porque preferimos abarcar menos encargos antes que hacerlo mal”, añade José Martínez.

El cliente, por su parte, sigue siendo muy diverso. La capacidad adquisitiva es muy alta en todos los casos. Y aunque hay mucho usuario español, también abundan los ingleses, franceses, asiáticos y, desde hace menos años, también árabes.

Fuente: El País