Santander está a punto de decir adiós al scrip dividend, una estrategia de retribución al accionista inaugurada por el banco en 2009, bajo la batuta de Emilio Botín. Sin incluir el de noviembre de 2018, la entidad ha puesto en marcha 21 dividendos elección a través de los cuales ha emitido 4.063,7 millones de acciones nuevas. Es decir, por medio de esta fórmula el banco ha ampliado capital en un 25,18%.
Este porcentaje no dista mucho del logrado a través de las tres ampliaciones efectuadas desde el estallido de la crisis en 2008. Con estas operaciones (dos de ellas bajo la presidencia de Ana Botín), Santander ha captado 21.700 millones de euros y ha puesto en circulación 4.270,6 millones de acciones de nuevo cuño, representativas del 26,46% del capital. Fruto de estas estrategias (ampliaciones propiamente dichas y scrip dividend) en los últimos diez años el número de acciones del banco se ha duplicado, pasando de los cerca de 8.000 millones de títulos a cierre de 2008 hasta los 16.136 millones actuales.
Santander fue la primera cotizada que trajo al mercado español el scrip dividend. En un momento en el que muchas compañías se vieron obligadas a recortar e incluso suprimir la retribución al accionista, la entidad decidió mantener estable el pago a cambio de sustituir el dinero en efectivo por esta fórmula. El dividendo elección no es otra cosa que una ampliación de capital en la que el accionista debe elegir entre cobrar el importe en efectivo (lo que equivale el dividendo tradicional), optar por las nuevas acciones o vender los derechos de suscripción preferente en el mercado.
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La estrategia implementada en noviembre de 2009 fue ganando presencia de manera paulatina. En 2010 dos de los pagos se realizaron a través de esta fórmula; en 2011, tres y cuatro ya en 2012. Esta cuota se mantuvo inalterable hasta 2015, año en el que la actual presidenta Ana Botín dio un giro de 180 grados a la política de retribución. A cambio de recortar en un 66,6% el dividendo con cargo a los resultados de ese ejercicio (pasó de los 0,6 euros por acción a los 0,2 euros por título), la cotizada redujo a uno los pagos vía dividendo elección. El de noviembre de 2018 es ya el último que efectúa bajo el paraguas de esta fórmula. A partir de 2019 los cuatro cupones se abonarán en dinero contante y sonante.
El scrip dividend ha permitido a Santander reducir de manera considerable el desembolso de dinero que representaría el pago en efectivo del dividendo tradicional, especialmente durante el periodo 2012-2014. Esto obedece a que la mayor parte de los accionistas se quedaban con las acciones, opción que emplean por defecto las cotizadas y que tras la reforma fiscal de Cristóbal Montoro era la única alternativa exenta de tributación. No obstante, medidas fiscales aparte, en el caso de Santander el porcentaje de inversores que se han decantado por recibir los títulos de nuevos se ha situado entorno al 80%.
Los que han pagado la factura del scrip dividend han sido los propios accionistas. Todos aquellos que no optaban por los títulos nuevos diluían el peso de su participación. Por tanto, si el objetivo era mantener un determinado porcentaje de acciones en su mano, se veían abocados a sacrificar el efectivo por los nuevos títulos.
Los efectos negativos de esta fórmula no quedan ahí. En los últimos nueve años, el mercado ha asistido a la erosión del beneficio por acción, una ratio resultante de dividir las ganancias por el número de acciones en circulación. Así, el beneficio por acción ha pasado de los 1,22 euros en 2008 a los 0,42 euros de los últimos 12 meses según cálculos de Bloomberg.
El cambio en la política de retribución de Santander se dejó sentir en la rentabilidad por dividendo, que bajó del 8,8% que ostentaba hasta enero de 2015 al 5,16% actual. Un dato inferior, pero más ajustado pues la mayor parte es en efectivo.
Fuente: El País