Las manifestaciones sobre el rescate bancario de 2012 del exvicepresidente de la Comisión Europea, Joaquín Almunia, han caído como una bomba en los medios financieros. En el décimo aniversario del fondo de rescate (FROB), Almunia manifestó: “En 2012 y 2013, se nos escapó el Banco Popular. Quizá no hubiera pasado con un supervisor único europeo. Recuerdo algunos análisis de entonces para ver si tenía que pasar por reestructuración y no lo hizo porque pudo presentar un balance de forma que parecía mejor de lo que era”.

Las concisas palabras del ex alto mandatario europeo, siempre muy prudente en sus comentarios, tienen una gran trascendencia para comprender las raíces de la crisis financiera que más daño ha causado de nuestra historia. La primera apreciación es que rompe el dogma, interesadamente establecido, de que la crisis financiera en España era un asunto circunscrito a las cajas de ahorro. Y de que las causas de este comportamiento eran debidas a la politización de las cajas. Era una manera perfecta de echar pelotas fuera del sector y no ir al fondo del asunto. Ya sabíamos que los bancos no eran ajenos a lo ocurrido como había quedado patente con los rescates del Banco de Valencia y Banco Gallego, que precisaron ayudas conjuntas superiores a 6.500 millones de euros. No sabemos todavía lo que nos costará al final el Popular.

La segunda observación de Almunia es más relevante aún porque mira al futuro. Se refiere al déficit existente entonces por la falta de un supervisor único europeo. Una deficiencia que continúa peligrosamente hoy día por la incapacidad de completar la unión bancaria. Aristóbulo de Juan, el mejor experto en supervisión bancaria, ha reiterado su preocupación por las carencias del Banco Central Europeo (BCE), que supervisa el 90% de los activos bancarios en España. A De Juan le inquieta que el BCE “parece ceder a los lobbies, tendiendo a que sean los auditores quienes revisen los números”, como advirtió hace unos meses en este periódico.

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Cualquier análisis sobre los riesgos financieros debe adoptar una perspectiva como mínimo europea. Estos días asistimos a la tremenda crisis que padece el gigantesco Deutsche Bank, que en 2012 ya precisó un banco malo de 125.000 millones de euros para deshacerse de su basura. Ahora prepara de otro similar de 50.000 millones, como ha señalado Financial Times. Esto ocurre en un país en que las cooperativas de crédito y las cajas de ahorro, que no priorizan la búsqueda de beneficios, están sosteniendo gran parte de la financiación de las familias y empresas.

Habrá que examinar de nuevo las verdaderas causas de nuestra crisis. El Banco de España acaba de advertir de que las entidades españolas son las menos solventes de Europa y recomienda que moderen el reparto de beneficios. Las antiguas cajas, hoy convertidas en bancos, destinaron el año pasado más de 800 millones a obra social. No deberían ser tan malas.

Fuente: El País