Ocurrió en Hungría, con el fallido e ilegal referéndum de Orbán sobre las cuotas impuestas por la Unión para los refugiados, y ha sucedido de nuevo en Polonia con la reforma judicial de Kaczynski, una ominosa vulneración de la separación de poderes. Fue Timmermans, vicepresidente del ejecutivo comunitario, quien nos advirtió: las prácticas institucionales que infringen las reglas establecidas no son más que un abuso del poder político. El reto actual consistiría en el control de los excesos institucionales en defensa de aquel ideal liberal que ordena que disciplinen su quehacer.
Curiosamente, nuestras deficiencias democráticas se explican por cómo se está reestructurando el poder. El descontento surge al comprobar la obvia migración de las instancias de poder institucional hacia otras esferas. La financiera sería la más obvia, pero hay otras menos visibles, como las grandes empresas tecnológicas que eluden sus obligaciones fiscales escapándose, sin coste aparente, de la jurisdicción territorial. El abuso de poder ocurre cuando este esquiva los mecanismos capaces de disciplinarlo. El resultado son fenómenos tan dispares como la precariedad laboral, la nueva geopolítica de la fuerza, y —¡Oh, sorpresa!— el acoso sexual, una clara manifestación del abuso del poder masculino.
Por eso el movimiento #MeToo no va de libertad ni de puritanismo, sino de la denuncia de una injusticia omnipresente en la sociedad y cuya eficacia se construye sobre el silencio de quienes la padecen. Sólo al romper esa cultura de la ocultación tomamos conciencia de la magnitud del problema, gracias en parte a la audaz conexión de innumerables yoes virtuales expresados en un pronombre personal (me) y unidos mediante una aserción colectiva (too). La iniciativa representa el lugar donde se comparten experiencias, mensajes y palabras de ánimo con todas las mujeres que, cuando decidían hablar, eran cuestionadas; y utiliza el poder de la empatía social para expulsar de una vez el pudor de la víctima. Ahí reside lo más fascinante: porque el poder sólo se limita cuando se lo confronta con otro poder. @MariamMartinezB
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Fuente: El País