Los habitantes de Malealea, un recóndito pueblo al suroeste de Lesoto, cantaban Musi’s Donga, La canción de la erosión, cada vez que veían a Alex Paullin y su equipo llegar a la ciudad. La composición habla de la degradación del suelo, un fenómeno que inutiliza las tierras del país africano. «Es música. Se queda ahí grabada ahí en tu cabeza», dice Paullin, estadounidense de 26 años y fundador de Conservation Music, una asociación sin ánimo de lucro que produce canciones y vídeos con artistas locales para educar en la conservación del entorno y narrar sus problemáticas ambientales. La iniciativa, en marcha desde 2015 y activa en Botsuana, Zambia, Lesoto, Angola, Sudáfrica, Namibia, Suazilandia, Mozambique y Zimbaue, ha llamado este año la atención del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente y su impulsor ha sido nominado a un galardón para jóvenes activistas.

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Músico desde los seis años, Paullin habla por teléfono desde Lesoto, pequeña nación dentro de Sudáfrica que se ha convertido en su base de operaciones. Explica que Conservation Music nació para conjugar sus dos pasiones: las melodías y la naturaleza. «Somos un movimiento de base y a las bases apuntamos», desarrolla. «Queremos empoderar a aquellos que más les afecta el cambio climático, que suelen ser los que menos herramientas tienen para mejorar sus situaciones, y ver qué pueden hacer desde su posición».

El vehículo para lograrlo es la música. Conservation Music contacta con artistas africanos, anónimos y conocidos, y con ellos graba y produce vídeos que hablan de lo que se está torciendo allí donde viven: sequías, inundaciones, erosión, sobrepesca, quema de residuos, abandono de basura, desertificación. El material se comparte en las redes sociales y en su canal de Youtube. «Escogemos lenguajes y estilos con los que los habitantes de cada población se identifiquen», detalla Paullin, «pero a la vez tratamos de crear algo bonito e interesante para el resto del mundo». No es música prefabricada, matiza: son pequeños relatos de la esencia de un pueblo y los problemas que enfrenta, y el mérito reside en hacerlos comprensibles para cualquiera.

Canciones sobre la belleza natural

Ejemplo de ello es Musi’s Donga, una canción compuesta en Lesoto que habla de un hombre que convirtió un paraje seco y agrietado en un terreno fértil en el que crecía la fruta y manaba el agua dulce. El estribillo es ese que los habitantes de Malalea cantan cuando ven a Paullin por la aldea. La forma y el fondo de la canción, y con ello la conciencia de lo que ocurre a su alrededor, ha pasado a estar en boca de todos. «Este es un buen ejemplo de cómo funcionamos», cuenta. «Llegamos y dijimos: ¿qué es lo más serio que está pasando en Lesoto? Probablemente la erosión del suelo. Vamos a reunir a unos cuantos artistas y a hacer algo que hable de ello. Tan simple como eso».

Lo corrobora Pitso Rah Makhula, un músico y poeta que ha puesto su granito de arena en la canción junto al grupo The Sotho Sounds y la vocalista Morena Leraba. «Aquí en Lesoto hay gente con caracteres muy diferentes, algunos más gruñones que otros», explica entre risas. «Pero hemos conseguido implicarlos a todos y hacerles reflexionar acerca de cómo ven su entorno y cómo el cambio climático está afectando a sus vidas». Rah Makhula se encargó de que el mensaje fuese trasladado en la lengua local. El mismo Paullin toca el bajo en algunos temas y Chris, otro miembro del movimiento, la batería. En ellos se mezclan marimbas con arreglos modernos, fraseos que flirtean con el rap, poemas recitados, instrumentos nativos como el sigorogoro. «Muy buenos ingredientes», dice Rah Makhula.

La otra composición oficial de Conservation Music es una oda a la parte más verde de África. Okavango, you’re lovable/Okavango, you’re everlasting/Okavango, you little beauty/Okavango, you’re a way of life. Estas líneas describen la riqueza natural del delta de Okavango, un humedal patrimonio de la UNESCO situado en Botsuana que desde hace un tiempo ha visto como las sequías aumentaban en frecuencia. En Okavango O Moxa (Okavango, You Are Beautiful), Paullin y un grupo de artistas, poetas y fotógrafos condensaron una expedición de 14 días por el delta, un territorio rebosante de vida salvaje. El tema llegó a oídos de Stiga Sola, un virtuoso de la guitarra de cuatro cuerdas muy popular en Botsuana. El músico se prestó a tocar un pasaje de la canción y posteriormente se unió al proyecto. «Lo más importante es que la gente siga con el movimiento al margen de que nosotros estemos o no allí», señala el fundador. «No queremos llegar, hacer una canción e irnos. Queremos hacer algo que enraíce y perviva».

De Ciudad del Cabo al Kilimanjaro

El movimiento, como así prefiere llamarlo Paullin, sigue bullendo y en expansión. El equipo de Conservation Music se embarcará el año que viene en una ruta por 12 ciudades, que comenzará en Ciudad del Cabo –donde las fuentes de agua drenan por el cambio climático– y finalizará en el Kilimanjaro –donde los glaciares se derriten sin pausa–. «Estaremos un mes por población colaborando con ONG para contar qué se está haciendo allí en materia medioambiental», amplía Paullin. «En cada destino haremos una canción y un vídeo y trataremos de crear equipos que mantengan vivo el proyecto». Antes de partir, los músicos compondrán un marco armónico que hará de paraguas de los doce temas que irán surgiendo en el camino.

Además, en colaboración con National Geographic, Conservation Music estrenará en 2018 un documental que cuantificará el valor de la música como vehículo educativo y divulgador en Lesoto. «Hemos hecho encuestas y estudios antes y después de trabajar aquí para evaluar la concienciación sobre los asuntos que tocan las canciones», señala el fundador. «Y el impacto es real y positivo».

Paullin empezó su andadura al más puro estilo cinematográfico: en moto, con la guitarra a la espalda y yendo donde el viento le llevara. En Suazilandia le robaron todas sus posesiones, pero a consecuencia de ello llegó a Zambia. «Cuando te implicas por completo en algo, ocurre que te encuentras en el lugar adecuado en el momento adecuado con mucha frecuencia», dice entre risas, «y suceden cosas». Como aquel grupo de niños de Lusaka que, habiendo visto sus vídeos en internet, le escribieron pidiéndole ayuda para replicar el proyecto en su ciudad. Ahora, dos meses después, ya escriben su primera canción.

Fuente: El País