“Fue un genio, un tirano y se convirtió en una leyenda”. Con estas pocas palabras el periódico Bild, resumió en su edición de este martes, las características que marcaron la vida profesional de Ferdinand Piëch, el famoso y polémico expresidente de Volkswagen, que murió el sábado pasado en un hospital de Rosenheim, después de sufrir un ataque al corazón fulminante mientras cenaba, junto a su esposa, en un restaurante de la ciudad bávara.

“Era un técnico brillante y dominaba el arte de Maquiavelo. Cuando era niño, Ferdinand Piëch era considerado un fracasado, pero se abrió camino y logró crear un imperio automovilístico mundial”, señaló la revista Der Spiegel en su edición digital, al hacerse eco de la muerte del ingeniero austriaco de 82 años, por cuyas venas, se decía, corría gasolina en lugar de sangre.

Ferdinand Piëch era eso y mucho más. Después de sufrir las burlas de su propia familia a causa de su dislexia, Piëch fue enviado a un internado en Suiza donde descubríó una virtud que marcaría su vida: se dio cuenta que se podían lograr cosas, siempre y cuando las intentara alcanzar por si solo. “Es imposible confiar en los demás”, escribió en su autobiografía Auto.Biographie.

MÁS INFORMACIÓN

Después de obtener el título de ingeniero mecánico, Piëch llegó a la fábrica de Porsche para desarrollar los coches de competición de la legendaria marca creada por su abuelo, Ferdinand Porsche. Pero la envidia y el desprecio de sus primos, convenció a Piëch de buscar un nuevo camino en Audi, una decisión que marcó el comienzo de una carrera que le convertiría en el hombre más poderoso de la industria automotriz de Alemania. Se convirtió en una leyenda.

“Yo soy un jabalí y vosotros sois cerdos domésticos”, les dijo a sus primos antes de marcharse. Después de innovar con la marca Audi y llevarla por el sendero del éxito, Piëch llegó a Wolfsburg en 1993 para dirigir al gigante enfermo que en ese entonces era Volkswagen. “No estoy seguro si en dos meses podremos pagar el sueldo a los trabajadores”, le confesó a su esposa Ursula. Pero cuando Piëch llegó a Wolfsburg, el nieto del famoso inventor del Volkswagen Escarabajo, se propuso una tarea descomunal que resumió en una frase que aún se recuerda y con la que quiso justificar su nombramiento: “Enfrentados a la alternativa de elegirme a mí o ser arrinconados por los japoneses, optaron por elegirme a mí”, dijo. “Estamos enfrentados a una guerra económica y si Volkswagen no logra, en un plazo prudente salir de su actual miseria, habrá llegado el fin de la industria automovilística europea y nuestros puestos serán ocupados por japoneses”, añadió.

Volkswagen salió de su miseria y bajo la dirección de Piëch, el grupo creció de cuatro a doce marcas con una gama de modelos que se extiende desde un motor de tres litros hasta el Bugatti Veyron. Durante los nueve años como consejero delegado de Volkswagen, Piëch luchó con todas sus fuerzas para emerger como el triunfador de la batalla con la industria japonesa y cuando dejó su cargo para convertirse en el presidente del Consejo de Supervisión, en 2002, le dejó a su sucesor una empresa saneada y con hambre de conquistar el mundo.

Pero Piëch también tenía otro sueño: dirigir una empresa más grande que la que dirigió su abuelo para demostrar a sus primos que llevan el apellido Porsche, que él era el mejor. Lo consiguió en 2009 cuando logró convertir el grupo Porsche, compuesto en partes iguales por la familia Piëch y la familia Porsche, en propietario del 50,7% de las acciones de Volkswagen.

Cuando todo parecía marchar literalmente sobre ruedas para Volkswagen (el gigante alemán había obtenido en 2014 ganancias netas de 10.800 millones de euros gracias la venta de 10,14 millones de vehículos), Piëch pronunció una frase a comienzos de 2015 que acabó con su carrera. “Me he distanciado de Winterkorn”, dijo en una breve y fulminante declaración de guerra en contra del consejero delegado de Volkswagen Martin Winteríorn, quien había sido su discípulo de toda la vida.

Aun nadie sabe el origen de esa frase, pero Piëch perdió la guerra y renunció poco después a su cargo de presidente de Consejo de Supervisión del grupo. Poco después estalló el famoso Dieselgate en Volkswagen, un escándalo que no manchó la imagen de Piëch, aunque aun existe la duda si el famoso patriarca estaba enterado de la manipulación que llevó a cabo el grupo para falsificar las emisiones de gases tóxicos de sus vehículos diésel.

“Desde los años 60, Ferdinand Piëch ha desempeñado un papel decisivo en el desarrollo del automóvil, la industria y, sobre todo, de Volkswagen en un grupo de movilidad global” dijo Hans Dieter Pötsch, presidente del Consejo de Supervisión, al recordar la exitosa gestión de Piëch. “La empresa y sus 660.000 empleados le deben mucho. Ferdinand Piëch ha escrito la historia del automóvil, como un gerente apasionado, un ingeniero ingenioso y un empresario visionario”.

Fuente: El País