En la reunión del BCE de esta semana se esperaba algún tipo de reacción política ante el débil tono de la economía europea —que tarda en dar señales de recuperación—, sobre todo después del tono más bajista de miembros del Consejo del BCE. Mario Draghi sorprendió aprobando medidas que estaban claramente en el radar de analistas y mercados, pero que se adelantaron respecto al calendario previsto.

El BCE dio tres señales claras de relajación. Por un lado, señaló un retraso de las subidas de tipos de interés de referencia, que permanecerán sin cambios al menos hasta diciembre de 2019 (en vez de septiembre). No es una gran sorpresa y, de hecho, lo más probable es que los vuelva a retrasar en algún momento hasta mediados de 2020. En segundo lugar, aprobó una nueva ronda de provisión de liquidez para las entidades bancarias que sustituirá progresivamente a las lanzadas en 2016 (conocidas como TLTRO), facilitando así una transición de los fuertes vencimientos de las entidades financieras en los próximos años. A falta de detalles concretos, el coste de esta financiación previsiblemente no será tan favorable como el de la anterior ronda, pero las cantidades por las que podrán aplicar las entidades son generosas.

Por último, el BCE recortó sus previsiones de crecimiento de manera significativa, sobre todo para 2019, para el que se espera un avance de la actividad del 1,1%, frente al 1,7% estimado hace tres meses. El BCE sigue esperando una recuperación en 2020 (1,6%), y Draghi señaló que la debilidad es más externa (a través de exportaciones) que interna. Pero el hecho de que el BCE siga mencionando riesgos a la baja (a pesar de la revisión) parece indicar que no las tiene todas consigo. Las previsiones de inflación también se han recortado, por lo que todas estas señales han enviado en su conjunto un mensaje de debilidad sobre el entorno europeo, que probablemente ha influido en la mala reacción de los mercados ante unas medidas que, no lo olvidemos, son acomodaticias.

En este entorno, en los próximos meses habrá que estar atentos a dos temas. Por un lado, cuáles son los detalles técnicos de la nueva provisión de liquidez, que condicionará la utilización de esta vía de financiación por parte de los bancos. Y por otro, y más importante, cómo evoluciona la economía de la zona euro, esto es, si la debilidad revierte —tal y como espera el BCE— o no. Si los factores temporales que han llevado a la desaceleración —problemas en algunos sectores, incertidumbre sobre el proteccionismo y el Brexit, menor demanda desde Asia— persisten, en la segunda parte del año nos podríamos encontrar con un panorama bastante peor de lo previsto.

Miguel Jiménez y Sonsoles Castillo, de BBVA Research.

Fuente: El País