El presidente francés, Emmanuel Macron, se puso este lunes el traje de vendedor-en-jefe y, en una reunión insólita en Versalles, convocó a decenas de titanes de la economía mundial para venderles las virtudes de la marca Francia. Quería explicarles, en vísperas del foro de Davos, que, gracias a sus reformas sociales y económicas y a sus rebajas fiscales, este país vuelve a ser un lugar óptimo para hacer negocios.

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Acusado de ser el presidente de los ricos, demasiado próximo a la patronal y peligrosamente liberal para la tradición autóctona, Macron sostiene que convertir Francia en un destino business friendly acabará creando empleo y relanzando la economía. Por la mañana, antes de desplazarse a Versalles, el presidente visitó una fábrica de Toyota en el norte de Francia, donde el fabricante de automóviles japonés ha anunciado una inversión de 300 millones de euros y la creación de 700 empleos. 

El marco del encuentro era intencionado. El Palacio de Versalles es el símbolo de una Francia que irradiaba su poder en todo el planeta. La ocasión, también. La semana de Davos —el foro en suizo donde una vez al año se reúnen las élites del planeta— permitía al presidente francés reunir un elenco de nombres que raramente coinciden. Todo, a puerta cerrada, lejos de las cámaras y los reporteros.

En Versalles, bajo el epígrafe Choose France! (en inglés: elijan Francia), se reunieron Macron, su primer ministro Édouard Philippe y 16 ministros con 140 líderes empresariales de sectores que van desde el automóvil a la banca, pasando por las nuevas tecnologías, las farmacéuticas y la alimentación. Entre los nombres más destacados figuraban Sundar Pichai, de Google; Sheryl Sandberg, de Facebook; Lloyd Blankfein, de Goldman Sachs; James Quincey de Coca-Cola; o Shunichi Miyanaga, de Mitsubishi. Facebook tenía previsto anunciar una inversión de 10 millones de euros en su centro de inteligencia artificial en París.

Para Macron, que llegó al poder con la bandera del liberalismo y la globalización, se trataba de aprovechar el impulso de Francia tras su victoria electoral el mayo ante Marine Le Pen, candidata del repliegue proteccionista y el rechazo a la globalización. Para las élites de Davos, el resultado en Francia fue un alivio en el contexto de las victorias recientes del Brexit en Reino Unido y Donald Trump en EE UU.

Los primeros pasos de Macron en el poder han confirmado los augurios: la reforma laboral, que facilita la contratación y el despido, la rebaja del impuesto sobre las sociedades o la supresión parcial del impuesto sobre las fortunas, la mayoría medidas deben contribuir a hacer Francia más atractiva a los inversores.

Desde la elevada deuda pública a la debilidad de las exportaciones, las dudas sobre la economía francesa no se han disipado. Y está por ver cómo afectarán las reformas a los franceses de a pie: si con una mayor precarización laboral, como advierten algunos críticos, o con más empleos y oportunidades como cree el Gobierno.

La incertidumbre, desde septiembre, sobre el nuevo gobierno en Alemania, y los efectos de la salida de la UE para la economía británica subrayan por contraste la estabilidad de la Francia de Macron. A esto se añade una recuperación económica ya palpable, tras años de estancamiento y de una tendencia a despreciar el potencial económico de este país. Y, sobre todo, la propia habilidad del presidente francés —antes que jefe de Estado fue ministro de Economía, y aun antes, banquero de inversión— para vender la marca Francia. El mejor anuncio en los mercados internacionales es el propio Emmanuel Macron.

Fuente: El País