Las llamas de un incendio declarado en la fábrica de Ence asomaban a la carretera que bordea la ría de Pontevedra este miércoles. Pese a su espectacularidad, se extinguió en media hora y el asunto no fue a más. Del mismo modo, las apuestas fallidas de la compañía también se han extinguido –y han hecho reflexionar– al gran productor de celulosa de eucalipto y energía renovable con biomasa. Su nuevo plan estratégico 2019-2023 apunta a dos direcciones: diversificar la producción y reducir costes, pero con procesos que serán muy graduales y que suman una inversión total de 1.200 millones de euros.

La baza del grupo papelero está en el buen momento que vive el mercado internacional de la celulosa. El índice europeo NBSK, de referencia, se ha revalorizado un 20% este año, con precios por tonelada métrica de pulpa que superan los mil euros, frente a un coste de producción reconocido por la compañía de 325 euros. Por eso sus previsiones destilan optimismo: proyectan que en 2023 su resultado de explotación casi se duplique para ese producto y pase de los 245 millones actuales a 400. En energía, el Ebitda pasaría de 45 millones actuales a 150. “No vamos a jugarnos esta cifra a una sola carta, ni vamos a invertir todo de golpe. La estrategia es hacerlo poco a poco. Si vienen mal dadas o se tuerce, siempre podemos frenar o parar”, expone Ignacio de Colmenares, vicepresidente y consejero delegado.

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Ence ha aprendido que los proyectos faraónicos no son la mejor manera de afrontar el futuro. El más importante de su historia estuvo a punto de dar al traste con la compañía en 2008, cuando puso en marcha de una factoría en Uruguay con la que contrajo una deuda de 1.075 millones y que tuvo que liquidar ante la inviabilidad del proyecto. Unos barros que no han terminado en lodo. Ence ha aprendido que los proyectos faraónicos no son la mejor manera de afrontar el futuro. El más importante de su historia estuvo a punto de dar al traste con la compañía en 2008, cuando puso en marcha una factoría en Uruguay con la que contrajo una deuda de 1.075 millones y que tuvo que liquidar ante la inviabilidad del proyecto. Unos barros que no han terminado en lodo. Con más de 1.000 empleados en la actualidad, en 2017 la cifra de facturación alcanzó 740 millones de euros, con un beneficio neto de 119 millones. Hasta el pasado octubre las ventas han sido de 619 millones y el beneficio, de 92 millones.

El grueso de las inversiones va a ir a parar a mejorar la producción de sus plantas de Navia (Asturias) y Pontevedra. También destinarán entre 60 y 115 millones para evitar la salida del vapor de agua y mejorar las emisiones de ruido y olores. Ence arrastra desde hace décadas denuncias por el impacto de sus fábricas y esta misma semana, tras el incendio, la Asociación por la defensa de la Ría de Pontevedra pedía el fin de su actividad, “por el peligro que supone para la población convivir con una fábrica contaminante que destruye recursos económicos”.

Empezarán a producir viscosa para textil y celulosa para productos de higiene

Mercado de la higiene

“La demanda mundial crece alrededor de 1,5 millones de toneladas cada año, debido al aumento de la población y a un mayor consumo de pañales, absorbentes… Pero sobre todo crece en Asia, donde las clases medias urbanas aumentan exponencialmente y donde la población rural al llegar a la ciudad demanda pañales, papel higiénico o compran los alimentos envasados”, expone De Colmenares. Una demanda a la que China no puede dar cobertura porque es deficitaria en madera (materia prima de la que se obtiene la celulosa). “Por tanto, va a seguir creciendo y la oferta está estancada. Además, en la actualidad, solo hay una fábrica de celulosa en construcción en Chile que estará operativa a mediados de 2021”.

En la factoría de Navia se van a invertir 305 millones, entre 2019 y 2021, para adaptarla a la nueva producción de higiénicos absorbentes; la ampliación en 80.000 toneladas de producción de celulosa, además de la diversificación en viscosa, un material textil natural procedente de la madera que desde hace tiempo le viene comiendo el terreno al algodón, con un consumo plano desde hace más de 15 años. Mientras, Pontevedra recibirá 195 millones para ampliar su capacidad en más de 120.000 toneladas.

Aunque se vean beneficiados por el tirón global de la demanda procedente de China, por ahora sus mercados seguirán estando en Europa. Con una capacidad de producción de 1,07 millones de toneladas al año, la compañía copa el 11% de cuota del mercado europeo, al que destina el 90% de su producción.

Para la patronal del sector papelero, “la industria española de la celulosa en general y la de Ence en particular tienen una buena posición en el contexto europeo, con unas perspectivas positivas, sobre todo en productos de alta calidad como los absorbentes, el tisú o los papeles especiales (para suelos y mobiliario), con una demanda al alza”, afirma Carlos Reinoso, director general de Aspapel.

A su vez, el plan de la española ha sido bien recibido por los analistas de Bankinter, Caixabank, GVC Gaesco-Beka, y de forma más escéptica por los del Sabadell. Este último diagnóstico considera muy optimistas las proyecciones de los precios de la celulosa y le da un 50% de posibilidades a que la producción de pulpa para productos higiénicos absorbentes esté, como dice la empresa, en marcha en 2020. Según Íñigo Recio, de GVC Gaesco-Beka, “hasta 2020 es probable que los precios incluso suban a 1.100 dólares, pero es posible que a partir de 2022 bajen a 900”. Una desviación que, para De Colmenares, no les supondría ningún problema, “incluso así, nuestro apalancamiento estaría controlado y seguiríamos adelante con el plan”. La compañía garantiza así que mantendría un reparto del 50% del beneficio en dividendos siguiendo con la deuda por debajo del resultado de explotación durante todo el periodo.

Junto a la celulosa, Ence apuesta por el negocio de la generación eléctrica con una inversión de hasta 615 millones de euros (en biomasa, termosolar y fotovoltaica). A la construcción de una factoría de biomasa en Huelva y la compra hace un año de otra en Puertollano (Ciudad Real), se une la reciente adquisición, en esta misma localidad, de una termosolar propiedad de Iberdrola Renovables por 140 millones. Entre 2019 y 2023 pondrán en marcha una nueva planta de biomasa en Almería, con una inversión de 125 millones. “Es el lugar ideal para gestionar los residuos que salen de los cultivos bajo plástico y que ahora se queman”.

Es otra forma de diversificar el negocio. “La celulosa es cíclica frente a esta [energía] que es estable y regulada. Con ella podemos contar con un flujo permanente de caja y limar los vaivenes de la celulosa”. Un negocio que la empresa fomentará. “Es una apuesta segura porque [la biomasa] no depende ni del sol, ni del viento. Y cuando se cierren las térmicas de carbón y las nucleares hará falta un apoyo energético. Además tiene un impacto positivo en las áreas rurales: crea trabajo, cuida el monte, aumenta la población…”, dice De Colmenares.

Fuente: El País