Conocemos por las autoridades los elevados costes económicos que ha supuesto la última debacle financiera. Periódicamente se publican las cifras, cada vez más elevadas, relativas a las decenas de miles millones de euros empleados en rescatar entidades que ya se dan por perdidos. También sabemos de las cuantiosas ayudas fiscales que han supuesto una notable caída de la recaudación. Igualmente comprobamos como el parón económico causado por la debacle financiera ha generado una montaña de deuda pública de difícil devolución.

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En definitiva conocemos bien los efectos económicos de la crisis, pero han sido mucho menos divulgadas las consecuencias directas para la vida de las personas. Los fraudes financieros han tenido serias repercusiones para la salud de las personas afectadas. Existen estudios sobre los daños a la salud causados por los esquemas piramidales que acabaron con los ahorros de muchas personas en Oregón, (Estados Unidos); las depresiones sufridas por las víctimas del caso Madoff en Nueva York o los sufrimientos psicológicos de los empleados que perdieron las pensiones en el Grupo Maxwell en el Reino Unido.

En España se empiezan a estudiar estos asuntos. La revista científica International Journal of Enviromental Research and Public Health acaba de publicar el artículo, Fraude financiero, salud mental y calidad de vida: Un estudio sobre la población de la ciudad de Madrid, España, en que se abordan esta problemática. El análisis ha sido realizado por investigadores de la UNED y del Instituto de Salud Carlos III, a través del Instituto Mixto de Investigación–Escuela Nacional de Salud, (IMIENS).

La investigación, que tomó como base de la Encuesta de Salud de la Ciudad de Madrid en 2017, revela que un 10,8% de los entrevistados sufrieron fraudes financieros. La pérdida de los ahorros estaba relacionada con las participaciones preferentes en un 17%. Un 19 % de los que tenían hipotecas estaban afectados por cláusulas suelo y otro 16,4% por préstamos multidivisas. Un 3% habían sufrido desahucios. Las profesoras Encarnación Sarriá y Patricia Recio, que forman parte del equipo de investigación señalan que los ciudadanos que han sufrido una pérdida de ahorros o situación de endeudamiento por haber sido víctimas de un fraude financiero, más allá de la pérdida económica, pueden sufrir problemas de salud mental y ver disminuida su calidad de vida.

El documento cita otro trabajo que señala que “la gente que perdió sus ahorros en participaciones preferentes o había firmado hipotecas multidivisas tenía peor salud física y mental y peor calidad de vida que la población general de las mismas características”. Ambas investigaciones han sido impulsadas por la Fundación Finsalud.

Los daños causados por las malas prácticas a tantas personas están en la raíz de la pérdida de reputación de la banca, lo que constituye uno de sus principales desafíos, según el gobernador del Banco de España Pablo Hernández de Cos. Algunas entidades empiezan a tomar conciencia de que tienen que desterrar los malos hábitos y establecer verdaderas relaciones de confianza de sus clientes. Lo exige la UE.

Fuente: El País