Los drones están demostrando con ataques como el del aeropuerto de Gatwick su capacidad disruptiva… de mala manera. Incluso los riesgos conocidos de las nuevas tecnologías pueden ser difíciles de gestionar.

Aterrizar y desviar a miles de pasajeros es caro. El segundo aeropuerto más concurrido del país tomó esa drástica decisión el miércoles cuando dos drones fueron vistos volando cerca del mismo, en lo que la policía describió como un “acto deliberado” para cerrarlo.

No debería haber sido una sorpresa. En enero, la Autoridad de Aviación Civil británica (CAA) subrayó los peligros de estas máquinas. La principal preocupación, sin embargo, era que un dron colisionara con un avión y causar daños a sus partes vitales. Pero las autoridades parecen haber minusvalorado la interrupción que un dispositivo bien ubicado podría causar sin acercarse a un avión.

Con todo, las aerolíneas han tenido suerte. La CAA confirmó que el incidente se clasificará como “extraordinario”, lo que significa que los pasajeros no tienen derecho a indemnización en virtud de la ley europea. De no haber sido así, empresas como Norwegian Air habrían tenido que pagar 600 euros por pasajero además de pagar transporte y alojamiento alternativos.

El incidente debería sacudir a las aerolíneas. Es la segunda vez que un dron perturba Gatwick en los últimos dos años. Los aeropuertos de Dubai (Emiratos Árabes) y Ottawa (Canadá) también se han visto afectados por estos dispositivos. El caos continuará. Cualquiera (un adolescente aburrido o un terrorista poco sofisticado) puede comprar un dron online por menos de 45 euros. Y hay pocas soluciones fáciles: establecer un sistema de licencias a todos los drones, y no solo a los más grandes, sería costoso y difícil de aplicar.

En última instancia, las compañías aéreas tendrán que pagar la cuenta, ya sea mediante mayores costes de seguridad y tasas de aterrizaje, teniendo que ayudar a los clientes afectados, o incluso perdiendo negocio. Las nuevas tecnologías no tienen que ser sofisticadas para causar estragos.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

Fuente: Cinco Días