El sindicato agrario COAG ha puesto esta mañana cifras al proceso imparable de uberización que sufre la agricultura y la ganadería en España. “Han surgido oligopolios que convierten a los agricultores en meros intermediarios que no tienen ningún control sobre la producción y sobre los precios”, ha resaltado Miguel Blanco, secretario general de COAG, en la presentación delinforme La evolución del modelo social y profesional de la agricultura.

El sindicato denuncia el elevado proceso de concentración que se ha producido entre los proveedores de materias primas, con las fusiones de Monsanto y Bayer, Dow y Dupont o Syngenta y ChemChina. “Solo la facturación conjunta de Bayer y Monsanto supera el valor de la producción agraria en España e incluso el valor de lo exportado”, ha remarcado Blanco, que ha denunciado que seis grandes grupos controlan el 56% de la producción. Una doble concentración que amenaza 350.000 empleos en España, que podrían desaparecer en breve.

El informe incluye cuatro casos de estudio. El más relevante es el de la uva de mesa, en el que el 66% de la producción y el 68% de la exportación se concentran en una sola comunidad autónoma (Murcia) y en tres grupos empresariales (Moyca, El Ciruelo y Frutas Esther). Iria Costela, responsable técnica de ganadería de COAG, ha destacado que existe un importante riesgo de deslocalización en dos de esas empresas. “Moyca ya está produciendo en Argentina y El Ciruelo ha dado los primeros pasos para entrar en Brasil. La entrada en vigor del acuerdo comercial de Mercosur [que liberaliza los intercambios comerciales de la UE con esos dos países] puede ser el principio del fin de la salida.

Costela también ha resaltado la entrada de fondos de capital riesgo en esas empresas.: Proa Capital participa desde 2017 en Moyca y Miura Private Equity entró este año en el capital de Frutas Esther. “El modelo de negocio es incompatible con el de las explotaciones tradicionales. Entran y buscan un beneficio rápido, siempre a costa de los márgenes del agricultor”, ha señalado.

Fuente: Cinco Días