La primera pregunta a Robert del Naja hubiera sido evidente: ¿Es usted Banksy? Se ha hablado hasta la saciedad sobre la identidad secreta de Banksy, el artista callejero británico más misterioso, capaz de destruir su obra Girl With Balloon (Niña con globo), tras conseguir el pasado octubre cerca de dos millones de euros en la subasta de Sotheby’s.

Una de las especulaciones recurrentes señala a Robert del Naja, de Massive Attack, esa banda que en los 90 hizo de la fusión de la música electrónica, el reggae, el soul y el hip hop algo nuevo llamado trip hop, como el verdadero Banksy.  

Pero del Naja no ha venido al Sónar+D, para hablar de Banksy. Su conferencia no está pensada para deshacer bulos. Del Naja quiere hablar de los nuevos caminos de la música. Unos derroteros que, en su opinión, pasan por el apoyo de la Inteligencia Artificial (IA) en la creación. «La parte más interesante de la IA en la música no son sus aciertos sino sus errores», dice Del Naja. «Uno no quiere, como compositor, que la audiencia tenga una versión perfecta del audio original. Prefiere que surjan nuevas combinaciones del bajo con los demás instrumentos, con las voces y el ritmo. Que la composición musical, en ese momento, sea algo único e irrepetible».

Junto a Andrew Melchior, consejero áulico de Massive Attack, presente en la conversación, Del Naja ha dado en Sónar +D un paso más allá, hablando de sus experiencias con el ADN -sí, el ADN, el código de la vida- como agente musical, buscando nuevas formas de crear samplers y de reproducir el resultado.

«Resulta muy sugerente codificar tu trabajo siguiendo las secuencias del ADN -un código cuaternario- y meterlo en un spray, como los utilizados en la pintura callejera. Si almacenas algo en un medio diferente lo cambias. Con el ADN, como código, es como si lo recompusieras a un nivel molecular y tuvieras algo diferente».

Dicho así suena esotérico. Pero lo cierto es que Melchior, el colaborador de Del Naja, ha sido el encargado de contactar con el científico suizo Robert Grass, profesor de Laboratorio de Materiales de Zurich, donde se viene trabajando en una técnica revolucionaria para codificar libros y música mediante la lógica del ADN. Grass toma los cuatro componentes del código genético contenido en el ácido desoxirribonucleico (ADN) -adenina, citosina, guanina y timina- y los utiliza en un código semejante al binario, con esos cuatro elementos como base. El resultado es una creación almacenada en algo semejante a la doble hélice de la vida.

Hacia finales de 2018, Massive Attack utilizó el proceso de Grass para procesar y almacenar miles de copias de Mezzanine (1998) -el disco más emblemático de la banda-, codificados en silicona líquida, contenida en esos sprays de pintura callejera a la que antes se refería Del Naja. Esa silicona de colores está diseñada para resistir sin degradarse miles de años. Lo que significa que los artistas callejeros podrán pintar sus murales con una pintura que contiene millones de versiones del álbum en forma de DNA. Musicalmente, la aplicación es más discutible: un secuenciador genético portátil tarda una semana larga en descifrar/interpretar la grabación de Mezzanine en su integridad. 

Para Andrew Melchior, que comenta la novedad ante la atenta y afable mirada de Robert del Naja, la utilidad del proceso está clara: «Si nuestra civilización se convirtiera en polvo, sin capacidad de acceder a ordenadores y memorias, con el tiempo se podría reconstruir esa misma civilización con una tecnología como esta, basada en el DNA. Todo lo humano, toda la vida en realidad, se basa en el código genético. Por lo tanto, cualquier civilización futura deberá, antes o después, acometer el desafío de desentrañar el código de la vida, por complicado que sea, y, con su descodificación, llegará la posibilidad de recuperar obras como Mezzanine.

En la alianza de la música con la tecnología, para Del Naja y Melchior la figura de artista sigue siendo necesaria. Porque las personas, a diferencia de las máquinas, están dotadas de la capacidad de narrar la emoción generada por la experiencia musical. La emoción de la creación no se almacena ni siquiera en el código genético.

«Nuestro primer contacto con la tecnología, como banda, tuvo lugar en 1997. Entonces empezamos, en Bristol, a trabajar con samplers. La verdad es que tardamos mucho en tener instrumentos electrónicos porque eran muy caros: los solíamos alquilar».

Massive Attack, con más de doce millones de discos vendidos, ha pasado, en poco más de veinte años, de ser una banda de garaje a ser pioneros en la música almacenada en sprays de pintura: su DNA musical. Quizá esos sean los mismos botes de pintura que utilice el escurridizo Banksy en su próxima obra callejera, contestataria, imprevista y, a la vez, millonaria, como la propia obra musical de Robert del Naja. ¿Resultará al final que él y Banksy son la misma persona?

Fuente: El País