Los seres humanos somos amantes de las listas. Incluso los más inteligentes. Prueba de ello es que hasta el MIT Technology Review se ha desmarcado con una lista con las que, a su entender, serán las 10 tecnologías punteras de 2018. Auriculares de traducción automática, predicciones genéticas, gas natural libre de emisiones de CO2, ciudades sensibles e inteligencia artificial en la nube, entre otras. Pasen y vean.

Imprimir en 3D en otros materiales distintos al plásticos era, hasta ahora, una práctica cara y extremadamente lenta. De lograrse, podría producirse una revolución de la llamada fabricación aditiva, la versión industrial de la impresión en 3D. Una de las puntas de lanza es el Desktop Metal que, según la compañía, es capaz de aumentar 100 veces la velocidad de impresión de las piezas metálicas. Otras compañías como General Electric anunciaron en noviembre la versión beta de una impresora que podrá ser usada para aviación, industria del motor, industria espacial, gasistas y petroleras. 

Las ciudades inteligentes son todavía más materia para películas de ciencia ficción que realidades palpables. Poco a poco va calando el concepto de ciudad sensible, una urbe trufada de sensores. El MIT mira hacia los laboratorios Sidewalk, propiedad de Alphabet (Google), que se han planteado desarrollar en colaboración con la ciudad de Toronto el proyecto Waterfront Toronto, un barrio construido de cero en el que sensores detectan a ciudadanos para hacerles la vida más amable. El plan exige que todos los vehículos sean autónomos y compartidos. Los robots recorrerán la ciudad bajo tierra para hacer tareas como entregar el correo. Pero no todo es de color de rosa en el reino de Justin Trudeau: la preocupación por la privacidad y las dudas sobre las posibilidades de desarrollo a cargo de una empresa privada han asaltado a un proyecto apenas cuatro meses después de su anuncio. 

Fujitsu presentó el año pasado en su evento mundial en Tokio sus modelos de traducción automática (además de otras muchas novedades). Su sistema Live Talk se lanzó originalmente en 2015. En su última versión soporta hasta 19 lenguas y está disponible en Japón desde principios de marzo. Cada usuario tiene un precio de algo más de 400 euros, 1.600 para cinco clientes.

El MIT, por su parte, recuerda la aportación de Google: un par de auriculares que cuestan unos 130 euros, llamados Pixel Buds. Los cascos son compatibles con los smartphones Pixel de la compañía y la app Google Translate, que traduce un discurso, prácticamente, en tiempo real.

Los embriólogos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) han desarrollado embriones de ratón de aspecto realista a partir de células madre. Sin óvulo ni esperma; solo con células extraídas de otro embrión. Los espermatozoides y óvulos creados en laboratorio a partir de células madre inducidas procedentes de la piel permitirían reproducirse a mujeres de cualquier edad, a parejas del mismo sexo y a personas infértiles. La tecnología podría tener consecuencias revolucionarias desde el punto de vista social, advierte el MIT: las mujeres podrían tener hijos sin importar la edad. Sólo habría que coger un poco de piel para obtener óvulos jóvenes.

¿La respuesta para que las soluciones de inteligencia artificial sean accesibles a todos? Los expertos del instituto tecnológico apuntan que sí. En un negocio dominado por Amazon con AWSGoogle ya lanzó TensorFlow, una biblioteca de código abierto de inteligencia artificial que se puede utilizar para personalizar software de aprendizaje automático. Microsoft posee Azure, y está colaborando con Amazon para ofrecer Gluon, una biblioteca de código abierto de aprendizaje profundo. 

Muchas empresas e industrias han tenido problemas para aprovecharse de los beneficios de la inteligencia artificial, y sectores como la medicina, la fabricación y la energía podrían vivir una revolución si logran implementar la tecnología. «Cuando la nube haya puesto la tecnología al alcance de casi todos, la verdadera revolución de la inteligencia artificial estará lista para empezar», afirma la publicación del MIT. 

8 Rivers Capital, Exelon Generation, CB&I, Net Power. Cuatro compañías que a muchos no nos sonarán de nada. Las tres primeras se han aliado para poner en marcha la última. Y esta última tiene previsto crear una central eléctrica piloto en las afueras de Houston (Texas, EE UU) que podría lograr  obtener energía limpia del gas natural. La clave, usar el propio gas de efecto invernadero para hacer girar la turbina que genera la electricidad, lo que se conoce como el ciclo de Allam. Y lo que queda se puede capturar a bajo precio y revenderlo a otras empresas. 

«Algún día los bebés recibirán un informe sobre su ADN al nacer. Esta información ofrecerá predicciones sobre las probabilidades de sufrir un ataque al corazón, padecer cáncer, desarrollar adicción al tabaco y tener una inteligencia superior a la media», asegura la revista. Y es que las enfermedades más comunes y muchos comportamientos y rasgos, incluida la inteligencia, son el resultado de muchos genes que actúan en conjunto. Recientemente, de hecho, se descubrió una nueva técnica de edición genética que corrige enfermedades en células humanas. 

Sin embargo, esta cuestión no está libre de polémica, dado que las puntuaciones de riesgo poligénicas también generan polémica porque pueden predecir cualquier rasgo, no solo las enfermedades. 

Blockchain forma parte del presente pero, sobre todo, del futuro. Aunque existen aún muchos problemas que hay que solucionar para que esta tecnología pueda implantarse de manera masiva. Una de ellas es la privacidad. Bitcoin, Ethereum y la mayoría de las cadenas de bloques públicas son, de hecho, seudónimas, en lugar de verdaderamente anónimas, sostiene el MIT. 

Todo va bien, siempre y cuando nadie sea capaz de vincular el nombre real del usuario a su dirección. Sin embargo, si se realiza esa relación, de repente cualquiera podrá ver cada transacción que haya hecho en la red. Esto puede solventarse mediante prueba de conocimiento cero, un algoritmo que se utiliza al entrar en una red social con una clave de acceso, operar online en una cuenta bancaria o pagar con criptomonedas. Este protocolo se implantó hace más de dos décadas, pero hasta el año pasado no habían descubierto cuál podría ser su gran aplicación. La primera llega ahora en forma de una criptomoneda llamada Zcash, que usa el protocolo de conocimiento cero para garantizar que las transacciones sean válidas a pesar de que los datos sobre el remitente, el destinatario y el monto negociado permanezcan ocultas. 

“Con los ordenadores cuánticos tenemos la oportunidad de guiar la tecnología con el fin de asistir a las personas. De solucionar problemas que son intratables desde el punto de vista de la informática clásica». Así explicaba hace poco el vicepresidente de Ciencia y Tecnología en IBM Research, Darío Gil, a EL PAÍS RETINA. 

La computación actual —los bits— opera la información solo en dos estados: cero o uno (encendido o apagado). En cambio, la tecnología cuántica trabaja también con la superposición de ambos, los llamados cúbits. La consecuencia principal es que, si a un ordenador se le suman bits, aumenta la gestión de información de forma lineal. Si usa qubits, en cambio, los procesos se incrementan exponencialmente. “La capacidad de estas máquinas avanzará de forma rápida y cruzaremos el umbral de tener un procesamiento de cálculo que no podemos emular con los ordenadores clásicos”, precisaba Gil en nuestra entrevista.

Los científicos sueñan con ser capaces de elaborar nuevas proteínas para diseñar fármacos más potentes o ser capaces de convertir la luz solar directamente en un combustible líquido. Pero para eso hace falta reproducir moléculas, algo sumamente complicado para un ordenador actual. No lo es tanto para los ordenadores cuánticos. Recientemente, investigadores de IBM utilizaron un ordenador cuántico de siete cúbits para reproducir una pequeña molécula de tres átomos.

  • Redes generativas antagónicas

Dos sistemas de inteligencia artificial pueden interactuar entre sí para crear imágenes y sonidos originales ultrarrealistas; algo que las máquinas nunca habían sido capaces de hacer. Los responsables de este proyecto son nombres como Google Brain, DeepMind y el gigante de los chips Nvidia. Esta última compañía incluso ha sido capaz de crear rostros de humanos que, en realidad, no existen

Ya no se trata de ver un millón de fotos y ser capaces de distinguir un mono de un presidente de EE UU. Para crear algo completamente nuevo hace falta imaginación. Para emularla se emplean redes generativas antagónicas (GAN, por sus siglas en inglés). Se toman dos redes neuronales (es decir, modelos matemáticos simplificados del cerebro) y se las enfrenta mutuamente en un juego digital.

A ambas redes se las entrena con el mismo conjunto de datos. La red generativa tiene la tarea de crear variaciones en las imágenes que ya ha visto. La segunda red, conocida como el discriminador, debe identificar si la imagen que está viendo pertenece al conjunto de entrenamiento original o, por el contrario, si es una imagen falsa producida por la red generativa. Con el tiempo, a la red generativa se le da tan bien producir imágenes que a su pareja discriminadora le resulta imposible detectar la falsificación. En resumen: la red generativa aprende a reconocer y posteriormente a crear imágenes de peatones de aspecto realista.

Fuente: El País