La Naval de Sestao, el centenario astillero vasco inaugurado en 1916, está a un paso del cierre definitivo. Cerca de 3.000 personas se manifestaron el miércoles en lo que posiblemente fue la última gran marcha de la Margen Izquierda del Nervión y un recuerdo lejano de sus años de esplendor cuando miles de trabajadores salían en auténticas mareas de sus instalaciones al finalizar cada turno. De una plantilla de 7.000 que llegó a poblar el astillero hasta la década de los 80, ya solo quedan 177 trabajadores. Pese a la competencia brutal de Asia, la Naval se va a pique por la mala gestión. Entre 2014 y 2017 acumuló unas pérdidas de 145 millones de euros cuando a principios de 2015 estaba construyendo un buque, tenía contratados otros tres y en 2016 se les sumó el ferry encargado por Balearia.
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El último icono de la potencia industrial de Bizkaia en el siglo XX, –desaparecidos ya los Altos Hornos que llegaron a ocupar a 11.000 trabajadores en unos terrenos contiguos, ha entrado en liquidación, con un ERE de extinción de sus 177 empleos directos, -150 tienen garantizada la vuelta a Navantia pero en Ferrol o Cádiz-. Mayor problema es el empleo indirecto -entre 2.000 y 4.000- que generan las más de mil pequeñas empresas que contratan con La Naval.
El Ayuntamiento de Sestao, y el resto de las instituciones vascas son conscientes de que el cierre sería otro mazazo para una comarca que todavía no ha curado del todo la cicatriz del cierre de Altos Hornos y en la que el paro es casi del 20% el doble que en el resto de Euskadi. “Queremos La Naval, queremos sus empleos y vamos a luchar para que sigan aquí, aportando lo que podamos y ayudando en lo que podamos”, defiende el alcalde, Josu Bergara.
El Ayuntamiento, como los sindicatos, desconfían de que la liquidación de la empresa concite el interés de inversores inmobiliarios que quieran aprovecharse de la situación. Hace menos de quince días todos los partidos políticos en el Ayuntamiento de Sestao, rechazaron por unanimidad en el pleno, de forma preventiva, una eventual recalificación de los terrenos.
Descartado el rescate público, los gobiernos de Pedro Sánchez y el de Íñigo Urkullu trabajan unidos en la búsqueda de un inversor con garantías. Un eventual inversor se encontrará en una empresa con carga de trabajo, si Van Oord decide finalmente seguir con la draga, y un pasivo de 159 millones, pero con 146 millones en activos “tasados”, y otros 12 en derechos de cobro.
Compromiso de Van Oord
“No hay más opciones que un inversor”, confirma el vicepresidente de la Comisión de Diálogo Social del sector Naval, y responsable del sector en la UGT, Manuel Velado, consciente, además, de que si hay capital esperando para entrar en la firma, lo va a hacer en la fase de liquidación, para evitar tener que hacer frente a las deudas. Después de varias décadas trabajando en el astillero cree que ahora es fundamental lograr que Van Oord cumpla su compromiso de fabricar la draga cuyo esqueleto descansa en Sestao. “Aunque sea hasta la botadura”, apostilla Txema Belón, que ha pasado toda su vida laboral en la naviera, 37 de los 53 años que tiene. Construirlo entero llevaría 20 meses, pero hasta la botadura daría a la empresa nueve meses de oxígeno para buscar una solución favorable.
“El administrador concursal nos explicó que han llegado varios interesados, pero quieren el astillero limpio de trabajadores”, explica el presidente del comité de empresa, Pedro González, también de UGT. González lleva 36 años en la empresa de los 110 que las grúas condicionan el skyline de Sestao y de Portugalete. Esa opción no interesa ni a los trabajadores, ni a los ejecutivos central y vasco, por el impacto social y económico que tendría en la comarca.
Doce años después de su privatización y de sucesivos cambios de manos y de propiedad, el astillero está herido de muerte, pero “tiene siete vidas”, bromea Velado. Hasta 1969 La Naval estuvo controlada por el Banco de Bilbao, el de Vizcaya, -luego se fusionaron- y los bancos Urquijo e Hispanoamericano. En 1969 se fusionó con Euskalduna y la empresa pública Astilleros de Cádiz, dando lugar a Astilleros Españoles S.A. (AESA). “Se convirtió en la empresa líder del sector en España, la número 20 de todas las grandes empresas españolas y el cuarto astillero del mundo por capacidad instalada y producción”, explica el catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad del País Vasco, Jesús María Valdaliso. En 1978 el Estado se hizo con la totalidad del capital y en 2006 la privatizó.
Los accionistas mayoritarios, Ingeteam y Murueta, no lo han hecho bien como la propia firma reconoció en la memoria de las cuentas entregada al Registro Mercantil al reconocer ineficiencias, restrasos y sobrecostes derivados de “la escasa capacidad del astillero para controlar la labor de ingenierías externas” que tuvieron que contratar ante la excesiva carga de trabajo. “No estaría de más que ambos gobiernos lo consideren una cuestión de país” insiste el presidente del comité de empresa. Muchos empleados están dispuestos a invertir en la sociedad si el sector público lo hace con una participación sustancial, y eso ayuda a Van Oord y a un inversor externo a confiar en el proyecto”. Tampoco verían con malos ojos que bancos como Kutxabank que han nacido bajo la tutela de las antiguas cajas públicas, respalde el proyecto.
Fuente: El País