La segunda reunión de la Reserva Federal este año debía servir para responder a dos preguntas a las que lleva dando vueltas Wall Street para entender la estrategia de paciencia. Cuándo el banco central de Estados Unidos subirá de nuevo los tipos de interés y qué va a hacer con los activos de deuda que acumuló en su balance para salir la crisis. Respuesta: según las previsiones actuales, no habrá más incrementos en 2019 y se dejará de reducir la cartera en septiembre. Para 2020, en este momento solo se espera una subida.

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La inacción era lo previsto por el mercado para este nuevo encuentro. Los tipos quedan así estancados en una banda entre el 2,25% y el 2,5%. Ahí están desde diciembre pasado. Hace un año, se incrementaron en marzo. La atención se dirigió, por tanto, a las nuevas previsiones económicas y al resultado de la encuesta interna de sus miembros buscando señales para anticipar futuros movimientos. Y por ahí llegó en parte la sorpresa, porque la Fed es menos optimista.

El organismo que dirige Jerome Powell certifica que la expansión continúa aunque los hace a un ritmo menos sólido de lo esperado. La proyección ahora es que se crezca un 2,1% para el conjunto de 2019, dos décimas menos de lo anticipado, y que baje al 1,9% en 2020. El pasado ejercicio lo hizo un 2,9%. La inflación se espera se mantenga cerca del nivel de referencia del 2%, lo que le da margen de maniobra. En paralelo, busca más claridad sobre la economía global antes de actuar.

La Fed parece, por tanto, encontrarse cómoda donde está y se dedica más a pensar en lo que hará más adelante ante un eventual cambio de ciclo. Los miembros del banco central ya no contemplan como posible el incremento de tipos de interés este año. Habrá que espera a 2020. En la reunión de diciembre ya se rebajó la expectativa de tres a dos alzas para este año. El tipo a largo plazo baja al 2,8%, lo que implica que el neutral estaría entre el 2,5% y el 3%.

«Es un buen momento para ser paciente», repitió Powell en la rueda de prensa posterior, «los datos no invitan a ir en una u otra dirección». La situación es muy diferente a la de hace tres meses. La tensión que dominada en Wall Streer se disipó y eso se refleja en el índice S&P 500, que rebotó casi un 15% desde inicios de año. Ayudó en buena parte el cambio de lenguaje respecto al proceso de normalización. Powell lo justificó diciendo que hay corrientes que van en sentido opuesto, como una desaceleración mayor de la esperada en China y Europa.

El presidente de la Fed también avanzó en su última comparecencia ante el Congreso que el banco central se estaba preparando para ajustar el proceso de reducción del balance. Eso implica dos cosas. Primero, que habrá una pausa más pronto que tarde. Y, segundo, que debía determinar la composición adecuada los activos que seguirá manteniendo en cartera. La idea es que tenga una configuración parecida a la previa a la crisis.

La Fed empezó a comprar activos en 2008 para sostener el crecimiento. El andamiaje fue creciendo hasta final de 2014, cuando tocó los 4,5 billones. Antes de recesión no llegaba al billón. Empezará así a aminorar el proceso de reducción del balance en mayor para que la pausa se produzca en septiembre, exactamente dos años después de iniciar el proceso. El objetivo es contar con munición adicional para actuar, porque el tipo nominal es muy bajo.

Los datos ya muestran que la economía se modera, aunque no a un ritmo que se considere preocupante como para rebajar los tipos. La tendencia a la baja podría acelerarse, sin embargo, en el segundo semestre del año. Eso llevaría a forzar un cambio de política más adelante, de una estrategia neutral como la actual hacia una más defensiva. La urgencia de subir tipos, por tanto, no existe y la propia Fed ve ahora innecesario los dos incrementos.

En este clima, el tipo del bono a dos años se movía ante de la decisión en el 2,45%. Las letras a 10 años estaban ligeramente por debajo del 2,6%, como en enero del año pasado. El mercado de deuda ya había comprado la llegada al fin del ciclo. Y tampoco le da más margen de maniobra porque un nuevo incremento en el precio del dinero podría provocar una inversión en los tipos de interés a corto y largo plazo. En el pasado eso era una indicación de que se acercaba la recesión. Es un escenario que descata Powell.

Fuente: El País