La autocartera o reserva de acciones propias es como una navaja suiza: tiene múltiples usos. Hay empresas que la utilizan para defenderse de opas hostiles, otras que tiran de ella para retribuir a sus directivos, las hay que confían en ella con el objetivo animar la cotización, y también se destina a retribuir a los inversores. Este último ejemplo empieza a ponerse de moda en España. La última compañía que se ha sumado a esta tendencia es Repsol. La petrolera ha reducido su capital en 68,7 millones de acciones.

“Es una fórmula de retribución muy extendida en el mercado anglosajón, pero no tanto en España. Consiste en acudir al mercado, adquirir acciones propias y amortizarlas posteriormente”, explica Javier Amo, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB). En Estados Unidos las compañías del S&P 500 ya han retirado de circulación títulos por valor de 700.000 millones de dólares y las previsiones apuntan a que el curso cerrará por encima del billón.

En España los inversores están acostumbrados al dividendo en efectivo, repartido en una o varias ocasiones a lo largo del año. “La amortización de autocartera tiene el problema de que cuesta visualizarla como una forma de retribución, pero lo es. Al haber menos acciones, el beneficio que logra la compañía se reparte entre menos títulos. Así pues, tocan a más parte del pastel. Además, durante el tiempo que se compran acciones hay más presión compradora y el valor de los títulos suele subir”, recuerda Alejandro Martín, gestor de Horos Asset Management.

Repsol ha comunicado esta semana la reducción de su capital en 68,7 millones de acciones

Además de Repsol, en el mercado español hay otras compañías que en los últimos años vienen usando esta fórmula de retribución alternativa. Entre ellas destacan los casos de IAG, Iberdrola, Ferrovial o ACS. “Al final se trata de una decisión del equipo gestor de cómo asignar el flujo de caja. Una alternativa puede ser el dividendo en efectivo, otra la recompra de acciones, y una tercera opción es usar ese capital para realizar inversiones”, señala Álvaro Martínez, socio de Cartesio. Cuando las empresas optan por la autocartera, esta decisión también supone un mensaje implícito para el mercado de que las acciones están siendo valoradas a la baja. “Lo importante es que la política, bien sea el dividendo en efectivo, bien la recompra de acciones, sea predecible y sostenida en el tiempo. No está bien que una empresa decida un año una fórmula y al siguiente otra. La recompra de acciones debe ser adicional a una política de dividendos ya establecida. Si cambias ese plan de dividendos para recomprar acciones no es una buena señal”, añade este experto.

Uno de los aspectos que debe de tener en cuenta el inversor a la hora de valorar el tipo de retribución que tiene una compañía cotizada es el efecto fiscal. En España el cobro de dividendos está gravado con un 19% hasta los 6.000 primeros euros; con un 21% si la cantidad oscila entre 6.000 y los 50.000 euros; y por encima se aplica el 23%. “Fiscalmente es mejor la recompra porque en un primer momento no tiene impacto. Se logra diferir el impuesto hasta el momento en el que se vendan las acciones”, señala el gestor de Cartesio.

Leyenda negra

Sin embargo, no todo es positivo entorno a la amortización de autocartera. El primer estigma con el que carga esta práctica retributiva es la posible falta de una estrategia clara. “Se puede trasladar la idea al mercado de que el equipo gestor no encuentra oportunidades de inversión interesantes, es decir, que no sabe qué hacer con el dinero y, en lugar de buscar oportunidades de crecimiento orgánico o inorgánico, prefiere recomprar títulos”, advierte Javier Amo. La otra leyenda negra de la autocartera, sobre todo en Wall Street, es que muchos planes de retribución de la alta dirección de las empresas están ligados a que sus acciones alcancen determinados niveles. Un empujón a la cotización mediante este sistema nunca viene mal.

Fuente: El País