Los inversores suelen clasificar las empresas conforme a tres tipologías: compañías de perfil value (las preferidas por los defensores de la inversión en valor), empresas de perfil de crecimiento, y firmas de momentum. Las primeras, aunque durante años han tenido la fama de ser las que generaban los mayores retornos llevan años de capa caída. En la última década han rentado la mitad que las firmas de “momento”, y un tercio menos que las firmas de “crecimiento”.

La inversión en valor (value investing, en inglés) es un estilo creado por Benjamin Graham que se basa en analizar a fondo compañías para identificar aquellas que están infravaloradas por el mercado. El estilo momentum se fija fundamentalmente en las tendencias: invierte más en empresas que han subido en los últimos meses, y tiene menor exposición a aquellas que lo han hecho peor. Por su parte las acciones de crecimiento (growth), se corresponden con firmas que están en fase de expansión y que se espera que tengan un fuerte crecimiento de sus ingresos.

El índice MSCI World, que incluye a las 1.655 compañías cotizadas más importantes del mundo, permite desagregar la evolución de aquellas que tienen un perfil más value, más growth o más momentum. Y las diferencias son notables.

En la última década se ha producido una de las mayores rachas alcistas de la Bolsa mundial. El índice MSCI value se ha revalorizado un 184% en los últimos 10 años, lo que supone casi un 11% de retorno medio anual. Sin embargo, su equivalente momentum ha rentado prácticamente el doble, un 351%, y el MSCI growth un 280%.

Quizás el mejor ejemplo de cómo la inversión en valor se ha quedado rezagada es el de Warren Buffett, considerado uno de los padres de esta filosofía a la par que uno de los mejores inversores de todos los tiempos. Durante años, Buffett se había resistido a invertir en compañías tecnológicas. Argumentaba que era una industria que no llegaba a comprender bien y cuyos ingresos futuros eran inciertos.

Durante la última década, firmas como Facebook, Google, Amazon o Apple han demostrado una capacidad de generación de beneficios espectacular y se han convertido en las mayores compañías del planeta. En 2017, Buffett reconoció su error por omisión y adquirió un importante paquete de Apple. Dos años después, su conglomerado inversor, Berkshire Hathaway, tomaba una participación en Amazon. “He sido un idiota por no haberlo hecho antes”, aseguraba el conocido como Oráculo de Omaha.

El comportamiento espectacular de la cotización de las grandes tecnológicas es uno de los principales factores que explica que los inversores de perfil value se hayan quedado rezagados.

Final del ciclo

“Históricamente, las empresas ‘value’ han tenido un peor comportamiento en la parte final del ciclo bursátil, como la que vivimos ahora”, explica Francisco Rodríguez D’Achille, responsable de desarrollo de negocio de la gestora francesa Amiral. “En estos momentos, las valoraciones se van poniendo cada vez más caras y tienes a compañías de baja calidad cotizando a precios altos. Cuando esta fase acabe, creemos que la labor de análisis fundamental de los gestores ‘value’ tendrá más sentido”.

En Europa, las divergencias entre diferentes categorías de inversión no se han notado tanto (por el menor peso de la tecnología), pero en el último año los gestores especializados en value investing han sufrido por la querencia de los mercados en invertir en compañías de gran tamaño y con flujos de ingresos futuros muy previsibles, que suelen tener precios caros y están fuera del radar de la inversión en valor.

Fuente: El País